Tú también estás siendo 'infoxicado'
En el futuro, la capacidad de atención será un elemento diferencial fundamental. Quienes la tengan, triunfarán. Quienes no, se quedarán atrás.
Nunca hemos tenido tanta información a nuestro alcance. Y en tiempos de guerra e inestabilidad global como los actuales, esta afirmación se torna aún más evidente.
La información nos busca, nos encuentra y nos bombardea constantemente. Al mismo tiempo, no podemos procesar, filtrar y evaluar dicha información. Tal cantidad de información, ofrecida de una forma tan rápida y masiva, aumenta nuestro estrés, dificulta nuestra comprensión y aturde nuestras capacidades cognitivas.
Merma, además, la capacidad de análisis necesaria para tomar decisiones.
Este fenómeno existe y supone un desafío. Se llama infoxicación.
Estamos intoxicados de información. Infoxicados. Y no hemos encontrado todavía un remedio para ello.
Un exceso de información genera, en primer lugar, falta de atención. Esta "pobreza de atención", teorizada por Herbert A. Simon, es hoy una realidad. La atención es un recurso escaso y está saturada por la sobreabundancia de información.
La atención, valiosísima, se ha convertido ya en uno de los bienes más preciados de nuestra sociedad. Las grandes compañías tecnológicas compiten para hacerse con ella.
Un ejemplo. En 2017, Reed Hastings, CEO de Netflix, declaró que su mayor enemigo son las horas de sueño de sus usuarios.
En el futuro, como afirma Esteban Hernández en su libro Así empieza todo (2020), la capacidad de atención será un elemento diferencial fundamental para medir el éxito de las personas. Quienes la tengan, triunfarán. Quienes no, se quedarán atrás.
Y estamos perdiendo esa capacidad.
"Si no accedemos a ningún tipo de información, no podemos aplicar el pensamiento crítico necesario para vigilar al poder establecido"
Después de la falta de atención, el efecto más nocivo de la infoxicación es la dispersión. Debido a la saturación de estímulos y a la interrupción constante a los que estamos sometidos, lo normal es que acabemos por no consumir ninguna información. Algo que recuerda la distopía de Farenheit 451, de Ray Bradbury: "No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe".
Si no accedemos a ningún tipo de información, no podemos aplicar el pensamiento crítico necesario no sólo para los juicios de valor intelectuales y para la salud de una sociedad democrática que aspire a vigilar al poder establecido, sino también para realización de nuestros propios proyectos vitales.
Como decía Benjamin Disraeli, el hombre que tiene más éxito en la vida es aquel que por regla general cuenta con mejor información. Y contar con mala información es tan malo como no contar con ninguna información.
[La tóxica necesidad de leer malas noticias aunque nos den ansiedad]
La infoxicación conviene además a algunos de los poderes que, en distintos ámbitos, operan en la vida de los ciudadanos.
Pero la infoxicación no ha sido provocada. Es, al contrario, una evolución natural de la humanidad y de la tecnología. El progreso de la humanidad está íntimamente ligado a la generación y la distribución de conocimiento, algo que ha potenciado la tecnología más allá de nuestros propios sueños. La información que se genera hoy ha aumentado 200.000 veces más deprisa que la población, hasta el punto de que el conocimiento es el principal recurso estratégico de la sociedad posindustrial.
Eso no es óbice, sin embargo, para que distintos poderes se aprovechen del fenómeno y lo usen en su propio beneficio, como efectivamente está ocurriendo.
La infoxicación, por ejemplo, permite que los impuestos suban hasta niveles confiscatorios y de que no nos enteremos de ello hasta que nos toca pagar.
"La infoxicación no es un problema insalvable. Pero la capacidad para filtrar y seleccionar información valiosa no está al alcance de cualquiera"
O que no entendamos el nuevo sistema de tarificación de la energía o por qué la luz es tan cara.
O que malgastemos horas y horas en discusiones intrascendentales en las redes sociales mientras abandonamos tareas de las que depende nuestro futuro o de las que depende nuestro bienestar emocional.
O que aumenten las barreras para que seamos propietarios de algo. "No tendrás nada y serás feliz", como se llegó a decir en Davos.
O que nos vayan quitando poco a poco las proteínas animales de la dieta y en su lugar nos ofrezcan bichos e insectos.
Pero de nada sirve pontificar sobre los peligros de la infoxicación si no se aportan soluciones al respecto.
La infoxicación no es un problema insalvable. Sin embargo, la capacidad para filtrar y seleccionar información valiosa no está al alcance de cualquiera. Para lograr tal hazaña necesitamos hábitos estrictos y potentes tecnologías que no se compran en una oferta flash de Amazon.
"Recibir información durante las 24 horas del día es contraproducente. Es preferible hacerlo a horas concretas del día y por tiempo limitado"
Debemos ser cuidadosos con las fuentes y seleccionar sólo unas pocas en las que depositar cierto grado de confianza. Para ello debemos aplicar el sentido común y atender al historial de la fuente (no es lo mismo una foto de la invasión de Ucrania posteada por un tuitero anónimo que una foto publicada por Associated Press).
Es importante saber también quién está detrás de cada información. Por eso las webs donde no consta información del propietario son, de entrada, poco fiables.
Es necesario filtrar nuestros feeds en las redes o en las herramientas que utilizamos para consumir información. También lo es eliminar los perfiles que sólo crean ruido o confusión. Menos es, casi siempre, más.
Asimismo, es necesario resistir el ardor de compartir rápidamente la primera imagen, vídeo o enlace impactante que llegue a nuestro teléfono móvil. Porque así sólo contribuimos a viralizar propaganda, mentiras y bulos.
También deberíamos aprender a organizar el tiempo durante el que decidimos informarnos y ser disciplinados cuando consumimos información. Recibir información durante las 24 horas del día es contraproducente. Es preferible hacerlo a horas concretas del día y por tiempo limitado.
Es asimismo conveniente desactivar estímulos para reducir la ansiedad que nos generan: darnos de baja en suscripciones, deshabilitar notificaciones en el teléfono y en el ordenador, leer más sobre papel y no tener decenas de pestañas abiertas con artículos pendientes de leer o leídos a medias.
La infoxicación masiva no es algo baladí. Es causa y consecuencia de muchos de los problemas a los que nos enfrentamos hoy como individuos y como sociedades libres. Cada generación se enfrenta a sus propios desafíos.
Y la infoxicación es el que nos ha tocado a nosotros.
"Estamos sumergidos en un océano de información, pero ayunos en conocimientos" (John Naisbitt)
*** Elías Cohen es abogado y profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Francisco de Vitoria.