Estamos viendo cómo los líderes europeos están entregados a la noble causa de la diplomacia y la distensión de la crisis ucraniana, que tiene un culpable muy claro y un nombre muy conocido: Vladímir Putin. Emmanuel Macron, presidente de la República francesa, voló hasta Moscú para reunirse con él. Pero desde su llegada se comprobó que, si Putin está habilitado para la diplomacia, desde luego no está por la labor de demostrárselo a los europeos.
Ahí está, para quien quiera verla, la humillante imagen de Macron llegando al aeropuerto sin que nadie vaya a recogerlo, o la distancia kilométrica entre líderes en la reunión que agendaron. Por no mencionar que Rusia tuvo la grosería de despreciar en público el liderazgo del presidente francés, sugiriendo que su opinión en el asunto cuenta entre poco y nada.
Contrasta esta amarga acogida con la calurosa bienvenida que le dio Zelenski en Ucrania, que parecía recordarnos de qué parte hay que estar en estos momentos. Como sea, llevamos dos meses comentando la amenaza de invasión rusa, sin contar los años de guerra en el este del país, y lo cierto es que no ha habido grandes avances. Pero ha dejado un rastro de migas que no está de más que sigamos. Principalmente porque se ha filtrado que, en el vuelo a Moscú, Macron deslizó la posibilidad de la finlandización de Ucrania.
Es cierto que luego lo desmintió. Pero, como no es la primera vez que se comenta, vamos a explicar en qué consiste y nos vamos a hacer una pregunta: ¿hasta dónde estamos dispuestos los occidentales a defender la libertad y la democracia en Ucrania? Es más: ¿qué significaría entregar Ucrania a Putin para evitar la guerra con Rusia?
Para encontrar respuestas, me acompañan Nicolás de Pedro, investigador principal del Institute for Statecraft de Londres y colaborador de EL ESPAÑOL, y Antonio López-Istúriz, secretario general del Partido Popular Europeo y eurodiputado.
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