Siempre me he preguntado qué motivación llevó a al menos un tercio de los terroristas de ETA que, por sus apellidos, son inmigrantes o hijos de inmigrantes, a dedicarse a esa sórdida, absurda y criminal tarea de sembrar el terror abominando de su propio origen español. Entraríamos en un terreno más propio de la psicología clínica que de la política. Si el terrorista es nacido en Argel y de padres franceses, el desafío me supera.
La familia Parot, iniciada la guerra de independencia del país magrebí, se instaló en Bayona cuando Henri era pequeño, y allí debió este juramentarse contra un opresor español al sur de los Pirineos del que habría que saber qué clase de daño u ofensa le infligió como para llevarle a semejante historial delictivo.
El recientemente fallecido Joseba Arregui, consejero vasco de Cultura en los gobiernos de Ardanza entre los años 1985 y 1995, era también el portavoz que, cada vez que había alguna incidencia como detenciones, y no digamos consecuencias gravosas para el terrorista de turno, salía indefectiblemente a favor de este y en contra de las fuerzas de seguridad del Estado.
Cuando cayó en la cuenta del fango moral en el que vivía, la perplejidad le acompañó hasta el final en el descubrimiento de una descarnada evidencia. Arregui consiguió salir de la burbuja en la que siguen viviendo sus conmilitones de entonces, y alcanzó una libertad de pensamiento y una obra que le situaron como una rara avis entre los de su generación. Sobre todo, entre los de su mismo nicho cultural.
Se separó definitivamente del nacionalismo en 2004. No podía soportar más la connivencia profunda de su entonces partido (el PNV) con el terrorismo de ETA, demostrada sin ambages con el pacto de Estella-Lizarra de 1998 y continuada luego por los gobiernos de Ibarreche entre 1999 y 2009 (incluido el Plan Ibarreche de 2004-2005).
No hay preso de ETA al que se le haya estudiado el cómputo de penas más que a Henri Parot
A estos gobiernos perteneció como consejero de Justicia, en representación de otro partido nacionalista (EA), Joseba Azcárraga Rodero, el mismo que ahora dirige la Plataforma Sare, de apoyo a los presos de ETA, y que convoca para este 18 de septiembre una manifestación en Mondragón (o Arrasate, como dicen los nacionalistas) para protestar por los 31 años que lleva en prisión uno de los más grandes asesinos de la banda, Henri Parot.
Este señor Azcárraga dice que no se trata de homenajear a ningún preso de ETA, sino de protestar por los efectos de la ley 7/2003 de cumplimiento íntegro de las penas, que a su entender implica una cadena perpetua encubierta. Pero esa justificación resulta, cuando menos, extraña, por no decir floja. No hay preso de ETA al que se le haya estudiado el cómputo de penas más que a Henri Parot, hasta el punto de tener incluso la Doctrina Parot a su nombre que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos tumbó en su día y que obligó al Gobierno de España a excarcelar anticipadamente a más de sesenta terroristas.
Parot formó el Comando Argala, también llamado itinerante o francés, con su hermano Jean y con Jacques Esnal y Frédéric Haramboure. Sus tres compinches purgan sendas cadenas perpetuas en cárceles francesas, donde el régimen carcelario para terroristas ha sido siempre más severo que el español.
A Henri Parot se le atribuyen 39 asesinatos cometidos entre 1978 y 1989. Fueron quince militares de todas las graduaciones: Constantino Ortín Gil, Víctor Lago Román, Luis Gómez Hortigüela, Guillermo Quintana Lacaci, Cristóbal Colón de Carvajal, Jesús Ábalos Giménez, Agustín Laso Corral, José María Martín-Posadillo, Guillermo Tevar Seco, José Martínez Moreno, Manuel Rivera Sánchez, Ignacio Julio Barangua Arbués, Antonio Nogueras García, José Luis Ramírez Villar y Manuel Rodríguez Taboada.
Cuatro guardias civiles: José Ballarín Cazaña, Pedro Ángel Alcaraz Martos, Emilio Capilla Tocado y José Julián Pino Arriero.
Dos policías nacionales: Juan Antonio García Andrés y Juan Antonio Montes Gila.
Tres chóferes: Luis Gómez Borrego, Manuel Trigo Muñoz y Ángel José Ramos Saavedra.
Dos empresarios: José Luis Legasa Ubiría y Clément Perret.
Dos esposas de guardias civiles: María Dolores Franco Muñoz y María del Carmen Fernández Muñoz.
Una viuda de 79 años: Carmen Pascual Carrillo.
Una madre de funcionario de prisiones: Conrada Muñoz Herrera.
Un directivo de RTVE: Jaime Bilbao Iglesias.
Seis niños: Silvia Ballarín Gay, de 6 años; Miriam Barrera Alcaraz y Esther Barrera Alcaraz, gemelas de 3 años; Rocío Capilla Franco, de 14 años; Silvia Pino Fernández, de 7 años; y Luis Delgado Villalonga, de 2 años.
Y dos juristas: José Francisco Mateu Cánoves, magistrado, y Carmen Tagle González, fiscal de la Audiencia Nacional, que ya desde antes de 1989, cuando fue vilmente asesinada a la entrada de su casa, venía denunciando que los terroristas en España eran tratados de manera excesivamente benigna gracias al ordenamiento legal entonces vigente.
De no haber sido detenido en 1990, es seguro que Parot habría seguido matando
Si el tal Henri Parot está en la cárcel desde que fue detenido en 1990 y está previsto que salga en 2029, entonces resulta que, en función de esas 39 personas que se sabe que mató (aparte de las más de doscientas que dejó heridas), pues va a cumplir la indecente suma de un año por cada uno de sus asesinatos. Los actos del señor Joseba Azcárraga y su Plataforma Sare de este 18 de septiembre en Mondragón son para ver si Parot, que lleva 31 años de cárcel, puede salir ya a la calle, dejando de ese modo que ocho de sus víctimas reconocidas hayan sido asesinadas gratis.
De acuerdo con esta actitud tan descaradamente favorable al victimario respecto a sus muchas víctimas, al señor Azcárraga es posible que tampoco le gustara que detuvieran a Henri Parot en Sevilla en 1990. Pero de no haber sido detenido entonces, es seguro que habría seguido matando. Ahora la razón por la que se pide que salga ya de la cárcel es que la banda terrorista ya no existe. La intención del señor Azcárraga debe ser, sin duda, ir preparando así mucho mejor la necesaria reconciliación entre víctimas y victimarios, en aras de la ansiada paz definitiva y de la convivencia entre los dos bandos enfrentados, que se dice que hubo, sin vencedores ni vencidos.
EH Bildu, donde se integra el partido de Azcárraga, acaba de decir que oponerse a estos actos en favor de los presos es reforzar a “los enemigos de la paz”. Henri Parot también quiere la paz.
Todo esto es real, no es una pesadilla, créanme. Y este es el mundo en el que vive instalada un montón de gente en el País Vasco que nos lleva amargando la vida desde hace más de cincuenta años, o sea desde siempre.
*** Pedro Chacón es profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU.