Igual que el columnismo es un género rotundamente español, el político cantamañanas es algo muy nuestro. Tanto, que hay que quererlo como presumimos, por ejemplo, de La Alhambra. Tenemos a Cervantes y tenemos, desde que Twitter democratizó la estupidez, cantamañanas en el Congreso capaces de hundir la reputación de un país nada más levantarse. ¡Me encanta el olor de la inteligencia saltando por la ventana!
A esa larga tradición española en la que se encuentran Gabriel Rufián, Arnaldo Otegui o Pablo Iglesias viene a sumarse ahora José Zaragoza.
Es normal que el lector no sepa ni quién es porque casi nadie en España lo conocía hasta ayer.
Fontanero del PSC sin méritos ni virtudes, segundón porque es la única forma en la que se puede vivir de la política desde 1983. Un tipo corriente de un municipio corriente, llamado Molins de Rei, con una vida corriente como todas las que consisten en nacer, afiliarse a un partido político y sobrevivir.
Para revalidar el puesto mediada la legislatura se trata de que el jefe oiga tu nombre muchas veces defendiendo al partido
Un tipo que en verdad no ha hecho nada reseñable en la vida hasta ayer de buena mañana, cuando decidió dejar de ser un don nadie y que lo conociese toda España.
Y es que las vidas corrientes, bien lo sabemos desde Big Fish, no dan para llenar una película, ni mucho menos para que Pedro Sánchez te meta en las listas, que es en lo único que piensan ya los diputados desde hace una temporada.
Para revalidar el puesto mediada la legislatura se trata de que el jefe oiga tu nombre muchas veces defendiendo al partido. A ser posible en todas las causas perdidas y en todas las batallas que habría sido digno no dar o incluso estar enfrente, por injustas.
Y es que el pan hay que ganárselo cada día, partirse el pecho por las siglas y, si en tu partido no pintas nada, y en el Congreso nunca te dan la palabra, la única opción restante es abrir Twitter y poner algo ingenioso a las 9:00 de la mañana.
Precisamente así, decidido a ser alguien más que un fontanero de capa caída en el PSC, lo único que se le ocurrió a José Zaragoza (cantamañanas de vocación) fue comparar el accidente del Yak-42 en el que murieron 62 militares españoles en 2006 mientras regresaban del servicio en Afganistán con los aviones que llegaban estos días sanos y salvos a Torrejón de Ardoz.
El político cantamañanas es aquel capaz de hacer revivir a 62 familias el dolor por los muertos en un accidente aéreo sólo para llamar la atención del jefe
He aquí el verdadero ejemplar adulto del político cantamañanas, fauna nuestra que no se extingue en la selva política de España. Una criatura sin escrúpulos capaz de vender la conciencia a cambio de un titular (porque lo primero que cercenó la evolución para garantizar la supervivencia del político cantamañanas fue cualquier signo de empatía; del ridículo no hablamos).
El político cantamañanas es aquel capaz de hacer revivir a 62 familias el dolor por los muertos en un accidente aéreo sólo para llamar la atención del jefe alabando su gestión. Y todo por garantizarse el escaño. Porque a él lo que haga el jefe, con sinceridad, se la trae sin cuidado. Repatríe de Afganistán a todo ser humano que sea materialmente posible o deje en tierra a mujeres y niñas para que las lapiden los talibanes.
Ser un cantamañanas es precisamente así. Alimentarse de la carroña de las hemerotecas y de las desgracias ajenas con tal de seguir en el cargo. Ay, el cantamañanas, que todo lo hace con cierta heroicidad y sin ninguna vergüenza porque se tiene a sí mismo como un pícaro de Quevedo, como si él fuese el mismísimo Lazarillo de Tormes al que han empujado las circunstancias.
Un tipo que cree irse haciendo la suerte a base de mucho esfuerzo o ganarse el pan y la vida cada día a base de ingenio, cuando la realidad es toda la contraria. Que si fuera por su ingenio, no llegaría ni a mediodía.
Decir que así repatriaba de bien el PP mientras exhibes un video de los restos humeantes del avión en el que murieron 62 tipos valerosos que sirvieron a España con honor es no tener ningún respeto por esos hombres. Mucho menos algún escrúpulo moral.
*** Guillermo Garabito es periodista.