El Gobierno de España no tardó en reaccionar a la declaración que el jefe de Gobierno de Marruecos, Saad Eddine El Othmani, hizo sobre los enclaves españoles de Ceuta y Melilla en el norte de Marruecos. En declaraciones al canal de televisión saudí Al Sharq, El Othmani dijo que Ceuta y Melilla son parte del territorio marroquí, agregando que será necesario abrir una discusión sobre su futuro con el Gobierno español.
Aunque Marruecos ha dejado la cuestión de Ceuta y Melilla de lado durante los últimos 15 años, siempre ha cuestionado la soberanía de España sobre ellos y le ha instado a abrir debates sobre su futuro.
Como era de esperar, la declaración de El Othmani provocó conmoción en España, llevando a la secretaria de Asuntos Exteriores, Cristina Gallach, a convocar a la embajadora de Marruecos en España, Karima Benyaich. El Gobierno español dijo que espera que todos sus socios respeten su soberanía e integridad territorial.
Esta declaración cuadra con la política que Marruecos ha adoptado durante las últimas cinco décadas para preservar su integridad territorial y garantizar que sus socios, especialmente España, respeten su soberanía, sobre todo con respecto al Sáhara.
Sin embargo, mientras España quiere que sus socios respeten su integridad territorial, ha adoptado últimamente una postura hostil hacia la integridad territorial marroquí, quebrando así la neutralidad positiva que se ha vuelto la seña de identidad de los gobiernos españoles hacia Marruecos desde el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
Neutralidad positiva, hostilidad ambigua
Durante los últimos 15 años, España ha adoptado una posición de neutralidad positiva sobre el conflicto, dando a veces la impresión de tomar parte por Marruecos.
Para Rabat, esta postura fue un avance positivo, al menos a la luz del papel histórico de España en el conflicto. Pero a la hora de la verdad y cuando España tuvo que aclarar su posición, no lo hizo, provocando una tensión silenciosa entre los dos países.
La reciente tensión entre Rabat y Madrid comenzó a gestarse después de que un miembro del partido Vox en Melilla insultara al pueblo marroquí y acusara a Marruecos de chantajear a España.
El mismo día, la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, dijo que la decisión de Donald Trump tomó por sorpresa al Gobierno español. A los pocos días, Laya dijo a una radio española que la solución al conflicto del Sáhara no depende de un solo país, por muy poderoso e influyente que sea.
Laya agregó que la disputa debería ser manejada a través de un proceso político patrocinado por la ONU que goce de consenso mundial.
Si bien Laya eligió cuidadosamente su lenguaje para reiterar el papel central de la ONU, no logró tomar una posición clara. Aún menos expresar un tácito apoyo a Marruecos.
El Plan de Autonomía de Marruecos constituye una base para entablar discusiones serias y creíbles
Más aún, según el diario EL ESPAÑOL, España se ha puesto en contacto con el equipo del presidente electo Joe Biden para convencerlo de revertir la decisión de Donald Trump y volver al multilateralismo.
La declaración y actitud de la ministra de asuntos Exteriores de España contrasta con la declaración del Gobierno francés, otro gran socio de Marruecos.
Aunque Francia tampoco ha reconocido de una manera inequívoca la soberanía marroquí en el Sáhara, ha dejado claro que el Plan de Autonomía de Marruecos constituye una base para entablar discusiones serias y creíbles con miras a llegar a una solución política mutuamente consensuada.
Peso diplomático de Marruecos
Esto definitivamente no es lo que Marruecos espera de su principal socio económico y comercial. A todas luces, la ambigüedad cada vez más irritante de España hizo que se pospusiera la Reunión de Alto Nivel (RAN) entre Madrid y Rabat que estaba planeada para el 17 de diciembre.
Aunque Rabat dijo que la reunión se pospuso debido a la pandemia de la Covid-19, el hecho de que el rey Mohammed recibiera a una delegación estadounidense-israelí cinco días después muestra claramente que la pandemia no fue la razón del aplazamiento.
Dada la tensión latente entre Rabat y Madrid, y sobre todo el descontento del primero con el segundo, no está claro cuándo tendrá lugar este encuentro, aunque se ha fijado para el próximo febrero.
A menos que España aclare su posición y se muestre dispuesta a brindar apoyo político al Plan de Autonomía de Marruecos, las posibilidades de que la reunión tenga lugar en febrero son muy escasas.
En este contexto, los comentarios de El Othmani sobre Ceuta y Melilla no son ni fortuitos ni un lapsus linguae. Más bien traducen el descontento de Marruecos con la posición poco clara, y en ocasiones hostil, de España con respecto a la soberanía marroquí sobre el Sáhara.
El mensaje de El Othmani es una forma de llamar al Gobierno español a no permitir que ningún miembro de la coalición juegue con la soberanía marroquí sobre el Sáhara. Es también una forma sigilosa de expresar el descontento y hastío de Marruecos con la renuencia de España a expresar claramente su postura sobre el conflicto.
Muchos marroquíes piensan que Marruecos debería presionar a España para que tome una posición clara y siga el ejemplo de Estados Unidos. Junto con Francia, España tiene la responsabilidad de la génesis y la prolongación del conflicto.
Madrid sabe muy bien que este territorio pertenecía a Marruecos y que empezó a hacerse con su control a partir de 1884. Los archivos diplomáticos españoles están llenos de documentos que lo demuestran.
Para los marroquíes, si España quiere beneficiarse de los dividendos de mantener relaciones "excelentes" y "ejemplares" con Marruecos, ya es hora de que deje de lado su hipocresía poscolonial y reconozca los derechos históricos y legales de Marruecos sobre sus territorios del sur.
Reconocer los méritos del Plan de Autonomía marroquí como la vía más viable hacia una solución política duradera debería ser el primer paso para dar fe de su voluntad de cultivar y afianzar sus relaciones "privilegiadas" con Marruecos.
No cabe la menor duda de que la decisión de Donald Trump ha fortalecido aún más la posición de Marruecos. En el contexto regional actual, Rabat tiene muchos medios de presión para exigir que España muestre respeto tanto por la integridad territorial de Marruecos como por el pueblo marroquí.
Marruecos no es hoy el país inseguro al que José María Aznar podía chantajear a finales de los años 1990 y principios del tercer milenio. El contexto internacional y regional no es el mismo que hace 20 años y el poder de negociación de Marruecos ha aumentado notablemente durante la última década.
El contexto geopolítico actual es tal que la estabilidad económica, política y social de España está muy ligada a la de Marruecos.
España debe elegir
Los españoles deberían aceptar el hecho de que el Sáhara Occidental es una cuestión de vida o muerte no solo para la monarquía marroquí, sino para todo el país. Los marroquíes son cada vez más conscientes del efecto desastroso que ha tenido la prolongación del conflicto en el presente y futuro de su país.
Durante 15 años ha habido un acuerdo tácito entre Marruecos y España para dejar que los intereses económicos y de seguridad prevalezcan sobre cuestiones potencialmente conflictivas (el estatus de Ceuta y Melilla, por ejemplo).
Bajo este entendimiento tácito, España tuvo que adoptar una posición de neutralidad positiva sobre la cuestión del Sáhara.
España, sin embargo, ha roto este acuerdo con los tuits de Iglesias y la renuencia de la clase política e intelectual española a romper con una adhesión obstinada a una visión anticuada de la disputa del Sáhara.
El consenso diplomático predominante sobre la cuestión del Sáhara parece haber acogido con decisión la propuesta de autonomía de Marruecos, y Rabat espera que sus aliados "naturales" ayuden a defender la viabilidad y seriedad de su plan.
La estabilidad y seguridad de España, así como el éxito de sus estrategias de inmigración y antiterrorismo, dependen en gran medida de su estrecha cooperación con Marruecos.
A lo largo de los años, Rabat ha realizado considerables esfuerzos para ayudar a Madrid a frenar la afluencia de inmigrantes indocumentados, así como a prevenir una serie de ataques terroristas en suelo español.
Por esta y otras razones, España debería tener una posición clara sobre el Sáhara Occidental. No puede seguir repitiendo que Rabat y Madrid disfrutan de "excelentes" lazos, eludiendo su responsabilidad en el conflicto del Sáhara y sin el coraje de apoyar claramente la soberanía de Marruecos.
Así como España defiende celosa y ferozmente sus intereses estratégicos, Marruecos se ha esforzado por preservar los suyos, especialmente su integridad territorial innegociable. España tiene que aceptar esta realidad y atender las expectativas de Marruecos mostrando comprensión y respeto por el deseo del país de preservar su integridad territorial.
Sólo expresando un deseo real de trabajar de buena fe con Marruecos y asumiendo su responsabilidad en un conflicto de su creación, España puede tranquilizar a Marruecos de que quiere hacer borrón y cuenta nueva. Y que está genuinamente interesado en trabajar de la mano de su vecino marroquí "indispensable" para lograr la estabilidad, la prosperidad, la paz y el respeto mutuo entre los pueblos marroquí y español.
En cuanto a Ceuta y Melilla, habrá un momento más oportuno para que los dos países negocien una solución creativa y realista que pueda preservar sus respectivos intereses.
*** Samir Bennis es doctor en Relaciones Internacionales y consejero diplomático principal en Washington.