Con el legendario Rigoletto de Leo Nucci no han acabado los cortesanos, esa vil razza dannata que le acosan desde hace más de 46 años y 550 funciones, sino la maledizione que supone el paso del tiempo, que nos persigue a todos.
A sus 73 años, de repente, casi sin avisar, Nucci comunicaba que la función de Rigoletto del 20 de septiembre de 2019 en La Scala sería la última vez que cantaría este rol. Impensable que llegase este día. Muy escalofriante poder vivirlo.
Uno, que siempre que Nucci cantaba Rigoletto pensaba 'le veré de nuevo en algún otro teatro bisando el 'Cortigliani o Vendetta, tremenda vendetta', ahora descubre que lo hemos perdido, para siempre. Que hasta el Rigoletto de Nucci tenía fin. Que nos hemos quedado sin Rigoletto. Porque Nucci ha sido Rigoletto, o Rigoletto era Nucci.
Llegó un momento que no sabías dónde empezaba el personaje y acababa el cantante, y viceversa. Aún resuena en mi memoria aquella noche de junio de 2009, un lunes 23, que parece que fue ayer y ya han pasado más de 10 años, cuando Nucci arrasó en el Teatro Real bisando junto a Patricia Ciofi el dúo de Vendetta. Parecía un sueño. Pero ocurrió.
Por primera vez en el Teatro Real había un bis, y no cualquiera, sino el dúo del final del Acto II de Rigoletto, a manos del que ha sido, durante décadas, EL Rigoletto con mayúsculas.
Nucci debutó como Rigoletto en 1973, en Legnano, con Gilda interpretada por su mujer Adriana, que en aquel momento estaba embarazada de su primera hija, Cinzia. Desde entonces, ha paseado su particularísima versión del jorobado verdiano por todos los mejores teatros del mundo, con los directores de orquesta más legendarios (Solti, Karajan, Muti, Abbado...) y lo ha cantado con los mejores colegas.
Leo Nucci es hoy uno de los grandes barítonos verdianos, a la altura de un Cappuccilli, McNeill, Warren, Gobbi o Milnes. Y el mejor Rigoletto. Y se despide del Rigoletto como abuelo de dos nietos.
Con su imponente presencia escénica, su absoluta simbiosis con el personaje, Nucci en su última función ya no cantaba Rigoletto, era Rigoletto. Escalofriantes sus medias voces, su ironía, su arrogancia pedante ante Monterone que se ve arrasada por el temor a que la maldición que cae sobre él se lleve por delante lo único que le importa, el honor de su hija.
Abrumador su La bemol en la Vendetta, su última Vendetta que bisó a telón bajado con el público de La Scala enfervorecido puesto en pie, aplaudiendo de forma atronadora.
Y para esta última función, Nucci no quiso rodearse de grandes figuras de la lírica sino que apostó por jóvenes cantantes desconocidos que forman parte del Proyecto Accademia, una iniciativa de La Scala que representa el futuro del teatro y que está apadrinada entre otros por el barítono boloñes.
A su lado, emocionada, una magnífica Enkeleda Kamani, soprano albanesa con una bellísima voz lírica, lo mejor de la noche junto a Nucci. El Duca fue el tenor chino Chuan Wang, que ya cantó discretamente en La Scala el pasado mes de julio el Rinuccio del Gianni Sichicchi, que se lució sobre todo en sus dos arias 'Ella Mi Fu Rapita' y especialmente 'La Donna E Mobile', siendo bastante anodino en el resto de la función. Y sobresaliente la Magdalena de Francesca Manzo, potentísima, y un prometedor Eugenio Di Lieto como Sparafucile.
Para esta función, Nucci no quiso rodearse de grandes figuras y apostó por jóvenes cantantes desconocidos
La producción de Gilbert Deflo, con unos opulentos e impresionantes decorados de Ezio Frigerio y un lujosísimo vestuario de su mujer, Franca Squarciapino, es apabullante: tras vivir muchas funciones de este título, por fin puedo decir que podré morirme habiendo visto un Rigoletto comme il faut, grandioso, rico, inteligente y bien explicado.
La dirección musical corrió a cargo de Daniel Oren, expresivo en sus gestos y extremadamente cuidadoso con los cantantes, a los que acompañó con un gesto y un mimo obsesivo. Todo eran detalles, sonidos pulidos, una música que fluía desde la sonoridad más resonante a unos pianísimos imperceptibles.
Nos hemos quedado huérfanos. Nucci nos ha dejado sin Rigoletto. O quizá no. Nunca se sabe si algún día le volveremos a ver luciendo joroba. Pero al menos nos queda la esperanza de que hay nuevos cantantes cogiendo el testigo: ojo a Luca Salsi, que viene pidiendo pista. Un digno heredero.