Según transcurren los días, surgen más y más dudas sobre si el pacto que alcanzaron Sumar y Podemos no habrá sido en realidad una unificación en falso.
Porque todo cuanto está amarrado por el momento es la inscripción de la coalición liderada por Yolanda Díaz en el registro de la Junta Electoral el pasado viernes. Y el arreglo in extremis para que Ione Belarra vaya de número cinco en las listas por Madrid, siendo así la única de los rostros visibles morados que tendría relativamente garantizado el escaño.
Por lo demás, todo apunta a una pacificación inestable y frágil que obliga a preguntarse si verdaderamente hay un acuerdo entre Sumar y Podemos. Porque en el mismo anuncio en el que la secretaria general aseguró que su partido concurriría juntamente con el de Díaz el 23-J pedía un "llegar a un acuerdo justo" en el que no se vetase a Irene Montero.
Aunque sólo sea para mantener de cara a su electorado que no han claudicado ante la vicepresidenta, ¿no está dejando entrever Podemos que el acuerdo no es firme?
Es cierto que fuentes del partido morado aseguraron a este periódico que "pase lo que pase, iremos con Sumar". Pero lo que se desprende de las palabras de Belarra y del resto de líderes de su formación a lo largo de estos días (y de lo que aseguraron a EL ESPAÑOL) es que el escollo de los vetos no ha quedado realmente superado.
Sin dejar un sólo día de tregua después del registro de la coalición, Lilith Verstrynge urgió a Sumar a rectificar y a levantar la veda sobre Irene Montero. Y este domingo Pablo Echenique también se unía a las quejas, lamentando que el equipo negociador de Díaz no sólo habría impuesto excluir de las listas a la ministra de Igualdad, sino también a él mismo, el otro gran protagonista morado de la legislatura tras la salida de Pablo Iglesias.
De hecho, en su comunicado de ayer Echenique plantea la decisión de su partido de diluirse en la coalición de Díaz como un mal menor. Sería la "única opción", pero no un bien. Un escaso entusiasmo ante la candidatura conjunta que se colige también de la lectura que hace Podemos de su defenestración, asumiendo que concurrirán con Sumar juntos pero no unidos. Fiel a su acreditado talante cainita y revanchista, la cúpula morada entiende que al menos han muerto matando, porque "Yolanda no ha ganado".
Y efectivamente, como apunta el primer sondeo sobre intención de voto de SocioMétrica para EL ESPAÑOL tras el acuerdo entre Podemos y Sumar, la coalición entre ambos supondría tan solo una pequeña ganancia de escaños: de 30 a 33.
El bochornoso espectáculo del juego de las sillas de las negociaciones, y los vetos cruzados que tienen los propios electores de Podemos (por su rechazo a la exclusión de Montero o hacia candidatos de Sumar como el proscrito Íñigo Errejón), hacen pronosticar que no habrá un trasvase absoluto de los votos de Belarra al partido de Díaz. De hecho, y según la encuesta de SocioMétrica, gracias a la exclusión de Montero sólo el 58% de los votantes de Podemos apoyaría hoy a Sumar.
Así, de los 4,9 puntos en intención de voto que tenía Podemos antes del pacto apenas se le agregarían 2 a Yolanda. Lo cual quiere decir que prácticamente un 40% del electorado de Podemos no quiere saber nada de Sumar. Todo hace presagiar que esta coalición obtendrá un resultado incluso peor al de Iglesias en su peor momento.
Precisamente el ex vicepresidente es uno de los que parece más empeñado en boicotear el acuerdo que acaban de alcanzar, dando la impresión de que estaría, incluso, animando a los apoyos de la formación de extrema izquierda a no votar a Díaz. Y desde sus guerrillas afines en las redes sociales y sus propias terminales mediáticas está retratando a la ministra de Trabajo como la "enterradora del 15-M" y parte del "franquismo sociológico", y a Sumar como "los Clinton de provincias".
En definitiva, en Podemos están resueltos a "seguir luchando para que Irene Montero pueda ser diputada". De lo que se deduce que los morados no dan en realidad por bueno el pacto del viernes, sino que quieren seguir negociando hasta el 19 de junio, fecha límite para inscribir las listas. Por eso Verstrynge se reafirmó el sábado en que "quedan nueve días para rectificar".
Pero desde la coalición de Díaz se insiste en que no hay opción de renegociar nada con Podemos. De ahí que resulte difícil descartar que los de Belarra, al deslizar que suscribieron un pacto bajo coacciones y chantajes, no estén construyendo un argumentario para sostener que el acuerdo no fue válido, pudiendo llegar a impugnarlo en el último momento. Es este un curioso caso de un partido que se diría decidido a reventar un acuerdo de coalición antes y después de firmarlo.