La Semana Santa brinda siempre una ocasión de oro a los odiadores habituales para dar rienda suelta a su saña contra quienes profesan su fe católica sin ofender a nadie. No ha faltado a la cita pascual del ateísmo militante TV3, con un sketch emitido el pasado martes en el que se mofaban de la onubense Virgen del Rocío de Almonte.
En esta broma innecesaria, perpetrada por los humoristas independentistas Jair Domínguez y Toni Soler en el programa Està Passant, se hacía chanza de la advocación mariana, se ironizaba sobre su vida sexual y se caricaturizaba su acento andaluz.
La sátira ha despertado una profunda indignación en toda España. Y con razón. Pues si ya es humillante que se bromee de forma tan grosera con algo de tan grande significado para muchos españoles como sus devociones, mucho más inaceptable resulta que esta sátira se haga desde un organismo financiado con dinero de todos.
No se trata de convertir a la Virgen o a cualquier otra figura sacra en un tabú intocable vedado al humor. Pero un principio irrenunciable de nuestras sociedades pluralistas ha de ser el respeto a las creencias y convicciones de todo el mundo. También las religiosas.
Además, si la polvareda levantada por la polémica ha llegado hasta el fin de semana ha sido porque el sketch no sólo estaba pensado para indignar a los católicos. De ahí que los copresentadores del espacio reconocieran entre risas que "están ofendiendo a tanta gente que les podrían denunciar" y que se están moviendo "en terreno pantanoso".
La broma también pretendía hacer escarnio de los andaluces, con clichés de resonancias xenófobas y clasistas. Lo que explica que la protesta haya sido transversal. Y que la reacción frente al gag haya unido al espectro que va desde la ultraizquierda andalucista hasta el centroderecha nacional.
Y es que, como ha denunciado el portavoz de Ciudadanos en el Parlament, es impensable que TV3 llegase a albergar una burla similar referida a la fe islámica. Ni tampoco, por supuesto, a las tradiciones de Cataluña.
Por eso ha denunciado Juanma Moreno que el escarnio de la Semana Santa es una "falta de respeto a miles de andaluces y sus tradiciones", instando al programa a pedir disculpas. A esta reclamación se han sumado figuras tan dispares como el presidente de la Junta de Andalucía, el obispo de Huelva o Teresa Rodríguez.
La exlíder de Adelante Andalucía ha censurado la "ignorancia y andaluzfobia" del montaje. Algo similar a lo que hizo Rita Maestre cuando criticó la "mirada llena de prejuicios" de otro espacio de TV3, Polònia, que se pitorreaba de los madrileños con otra sarta de estereotipos regionales.
En cualquier caso, tampoco cabe dar la razón a quienes se rasgan las vestiduras con esta ofensa y exigen una satisfacción penal. Hay que recordar que la injuria a la religión no viola la libertad religiosa. Y que herir sensibilidades religiosas no equivale a un delito contra los sentimientos religiosos.
Por eso, no se trata de criminalizar la blasfemia, despenalizada en España en 1988. Ni tampoco de volver al bizantino y fatigoso debate sobre los límites del humor.
Pero sí de exigir a un espacio de titularidad pública un mínimo de buen gusto y de respeto hacia las creencias de todos los ciudadanos, de Cataluña y de fuera de ella. Y más cuando la televisión autonómica catalana, secuestrada por el ideario excluyente del independentismo, ya ha sido escenario de innumerables polémicas. Todas ellas por gravísimos insultos que transgreden el umbral de lo permisible en un ente público.
Por eso, es bienvenido que el PP de Cataluña vaya a llevar el sketch a la Comisión parlamentaria de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales. Que se verifique si este insulto a los andaluces y a los creyentes viola el canon deontológico de la corporación. Y, en caso negativo, que se endurezca el régimen disciplinario para velar por que la televisión pública catalana siga siendo la televisión de todos.