Lo que desde hace más de 70 años era sólo un sueño está hoy más cerca de hacerse realidad. La secretaria de Energía de Estados Unidos confirmó ayer que el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore consiguió provocar este 5 de diciembre una reacción de fusión nuclear en la que por primera vez se consiguió una ganancia neta de energía.
Es decir, se ha logrado producir más energía que la empleada en provocar la reacción. Aunque sólo durante un instante. El experimento, en cualquier caso, implica que la energía de fusión es potencialmente utilizable por primera vez en la historia.
Esto supone un gran paso en la carrera por la fusión nuclear, abre un mundo de posibilidades para la humanidad y nos acerca a una fuente de energía casi infinita. A un verdadero 'maná energético'.
Lo que están haciendo los investigadores es aprender a construir un 'segundo sol'. Es decir, a replicar sus procesos en una 'estrella' en miniatura a 200 millones de grados en el interior de un reactor que la contiene con intensos campos magnéticos.
Hasta ahora apenas había sido posible elevar los reactivos a temperaturas superiores a las del interior del sol. Pero el desarrollo de los superconductores a alta temperatura ha facilitado romper la fuerza de repulsión entre átomos de hidrógeno y unirlos en una sola molécula, liberando así una enorme cantidad de energía.
Estos avances se han conseguido en gran medida gracias a la colaboración público-privada y a los consorcios internacionales, con una gran participación de la industria española en la consecución de esta energía 100% verde.
Cada vez más Gobiernos e inversores privados miran ya hacia la fusión nuclear como la esperanza que permitirá sortear el acuciante cambio climático. Y es que se trata de una fuente de energía inagotable, segura y limpia.
Ofrece así una alternativa a las centrales nucleares tradicionales, cuya tecnología de fisión a base de uranio tiene el inconveniente de generar unos residuos radiactivos peligrosos y enormemente longevos. Los de la fusión, en cambio, se desactivan en el plazo de una vida humana.
Tampoco emite gases contaminantes, como los combustibles fósiles, ni está sujeta a los ritmos climatológicos, como las energías renovables.
Además, su combustible, el hidrógeno, es barato, abundante y de fácil obtención.
Tampoco existe el riesgo a un desastre nuclear como los que han sufrido las centrales de fisión, y es prácticamente imposible que pueda ser usada para fines armamentísticos y militares.
El impulso a la fusión por confinamiento inercial se explica asimismo por el contexto geopolítico actual. Si la crisis energética desatada por la guerra de Ucrania está suponiendo en parte un retroceso para la transición ecológica, también está sirviendo para que crezca el interés y la inversión en la energía de fusión.
Porque disponer de una fuente de energía ilimitada permitiría a los países lograr la independencia energética y evitar la dependencia de países que, como Rusia, emplean la energía como arma. La fusión nuclear sería además un componente clave en esa nueva geopolítica que busca alternativas a los combustibles fósiles para alcanzar la autonomía estratégica.
El optimismo está, pues, justificado. Pero, como señalan los científicos, es importante puntualizar que la fusión no será la panacea a todos nuestros problemas. Al fin y al cabo, aún estamos muy lejos de la ganancia de energía requerida para la producción de electricidad. Y todavía faltan décadas para que podamos ver plantas aportando electricidad a la red de consumo.
Además, los reactores termonucleares, aproximadamente del tamaño de un estadio de fútbol, requieren un gran esfuerzo económico para su producción. Y los materiales de esta sofisticada maquinaria son muy difíciles de producir.
Por eso, hasta que esta tecnología se generalice y abarate, y pueda llegar a comercializarse, es necesario que los Gobiernos y el capital privado sigan invirtiendo en el resto de energías renovables. Un mix que integre las energías eólicas, fotovoltaica y nuclear, y próximamente la fusión, brindaría una esperanzadora alternativa para evitar la crisis climática y avanzar en la soberanía energética.