Pedro Sánchez finaliza hoy en Albania la gira por los Balcanes Occidentales que inició el pasado viernes en Serbia. El sábado visitó Bosnia-Herzegovina y ayer, Montenegro y Macedonia del Norte.
Dos son las lecturas principales que pueden hacerse de esta "misión" balcánica. Por un lado, una precoz asunción de la iniciativa europeísta por parte de España, que desempeñará la rotatoria Presidencia de la UE durante el segundo semestre de 2023.
Pero la significación de mayor trascendencia de este periplo es la que tiene que ver con cuestiones geopolíticas. La visita de Sánchez a la antigua Yugoslavia, en el actual contexto de guerra en Ucrania, se enmarca dentro del impulso de la ampliación hacia el sureste de la UE. Una que guarda algunos paralelismos con la análoga expansión hacia el flanco este de la OTAN con la reciente entrada de Suecia y Finlandia.
En cualquier caso, no hay que descartar (aunque no le reste mérito a su iniciativa facilitadora) que el presidente tenga también un cierto interés de corte personal en esta gira. En Bruselas muchos asumen que Sánchez hará campaña en un futuro no lejano por ocupar alguna de las instituciones comunitarias. Y el viaje a los Balcanes permite al presidente seguir apuntalando un perfil de líder internacional que ya ha venido cultivando con éxito con iniciativas españolas en el seno de la Unión, como la de la "excepción ibérica".
Favorecer nuevas adhesiones
El presidente es consciente de que los países balcánicos acusan un desgaste importante después de la excesiva dilación en el proceso de sus negociaciones para entrar en la Unión. Y que el abandono de esta turbulenta región puede redundar en su rendición a los cantos de sirena del nacionalismo y la autocracia. Un malestar hacia la UE que podría ser capitalizado por el bloque antioccidental que ha reforzado el realineamiento en torno a Putin a raíz de la invasión de Ucrania.
Por eso, a lo largo de estos cuatro días Sánchez no ha dejado de insistir en que estos países "son Europa". Y se ha erigido como el principal adalid de su integración, comprometiéndose personalmente a "reactivar, reanimar y revitalizar los respectivos procesos de adhesión a la UE".
Hay que recordar que a Serbia se le concedió el estatus de país candidato a la UE en 2012. Montenegro lo recibió en 2010, y ambas están ya en negociaciones para su futuro ingreso. Por su parte, Albania y Macedonia del Norte son candidatos desde 2014 y 2005. Bosnia solicitó la candidatura en 2016.
La amenaza representada por la invasión rusa ha revertido esta situación de escasos avances en las negociaciones para la adhesión. Y precipitó la concesión del estatus candidato a Macedonia del Norte y Albania el pasado 19 de julio, al igual que sucedió con Ucrania y Moldavia el 23 de junio.
Hace bien Sánchez en ponerse del lado de estos cuatro países para agilizar sus negociaciones con la UE, y en promover la candidatura de Bosnia. Pero también en instarles a que antes acometan las reformas políticas e institucionales pendientes que les permitan avanzar hacia un Estado de derecho pleno y ajustarse al ordenamiento jurídico europeo.
Recuperar la implicación balcánica
Alejar a los Balcanes Occidentales de la esfera de influencia rusa y homologarlos políticamente al bloque democrático es una prioridad para aumentar la estabilidad de una Europa oriental acechada por el colonialismo económico chino, ruso y turco. Cabe recordar que Serbia sigue negándose a aplicar sanciones económicas a Rusia y a desmarcarse nítidamente de Putin.
Por ello, hay que valorar positivamente la intermediación diplomática que ha asumido Sánchez, como primer paso en la atracción de los países balcánicos hacia la órbita euroatlántica. Un papel de facilitador que revierte la falta de implicación activa de España en la región desde 2007, después de su gran labor de cooperación militar y material en Bosnia durante la guerra de los Balcanes.
No en vano, y a excepción de Bosnia-Herzegovina, Sánchez es el primer presidente español en visitar los Balcanes Occidentales. Pero su viaje no responde sólo a la reanudación de relaciones bilaterales con los países de la región. Sino, principalmente, a la imprescindible intensificación de la política balcánica de la UE.
Aumentar la presencia europea en la región y volver a prestarle atención será clave para llenar un vacío que, hasta ahora, ha sido llenado por otras potencias ajenas al mundo libre.