El reconocimiento por parte de Argelia de que su interlocutor diplomático "ya no es España" es el mejor ejemplo posible del daño que ha supuesto para nuestro país la errática, sorprendente y todavía no suficientemente explicada política del Gobierno de Pedro Sánchez respecto al Sáhara, Marruecos y Argelia.
Como ya ocurrió cuando los problemas con Rabat amenazaron con generar una crisis en el Magreb que repercutiera también en el resto de la UE por distintas vías (inmigración ilegal, geopolítica, suministro de energía), la UE ha tenido que correr por segunda vez al rescate del Gobierno español en un asunto en el que debería ser este, por historia, influencia y vecindad, el que le sacara las castañas del fuego a la UE.
Y a eso se refería Argelia cuando ha dicho que el interlocutor "ya no es España". Porque el interlocutor ahora es Bruselas. Una Bruselas que se ha visto obligada a bajar al fango, algo que suele provocar urticaria en la habitualmente muy comedida diplomacia europea, para amenazar a Argel con represalias por sus amenazas a España.
De momento, la acción de la UE ha logrado que Argelia se comprometa a mantener el suministro de gas y a abstenerse de dicho embargo. Está por ver, en cualquier caso, en qué condiciones lo hace y cómo evoluciona el malestar con España en el futuro.
La UE al rescate
Es ya habitual la imagen de una UE corriendo al rescate de un Gobierno español que empieza a ser visto por las autoridades de Bruselas como el equivalente en el terreno diplomático y económico de un elefante en una cacharrería.
Porque no han sido sólo las crisis con Marruecos y Argelia. Es el visto bueno a regañadientes que tuvo que dar la Comisión a la "excepción ibérica", una medida sin precedentes y de difícil encaje en el cuerpo legal de la UE que le permitirá a España y Portugal poner un tope al precio del gas que reduzca la factura de la luz.
Son también los recelos europeos respecto a la capacidad, o la voluntad, de Pedro Sánchez de aprobar una reforma de las pensiones en el sentido deseado por Bruselas.
Es el hecho de que el bono español a diez años cerrara este viernes al 2,75% cuando a la llegada de Sánchez a la Moncloa era sólo del 1,44%.
Son los 1,454 billones (con B) de deuda española, un 20% más que los 1,215 billones que Sánchez se encontró tras la moción de censura a Mariano Rajoy.
Es la inflación, que ha situado a España en el top 20 de los países del mundo que han sufrido una mayor subida de los precios.
Es el recorte de la previsión de crecimiento de la economía española, que según la OCDE será sólo del 4,1% en 2022.
Es el fin de la compra masiva de bonos por parte del Banco Central Europeo y la previsible subida de tipos. Medidas que afectarán con especial intensidad a una economía española cuya recuperación será mucho más lenta que la del resto de países de la UE.
España es un problema
España ha salvado por esta vez el suministro de gas argelino. Pero lo ha hecho a costa de exprimir el poco crédito que le quedaba entre las autoridades de Bruselas. La UE, por su parte, ha apagado un nuevo incendio. Pero las declaraciones de sorpresa por la deriva española que antes se hacían off the record se hacen ya a viva voz en los corrillos de los pasillos del Europarlamento y de la Comisión Europea.
No ayuda a ganar crédito la insistencia de Pedro Sánchez en mantener su sociedad con partidos extremistas como Podemos, ERC y EH Bildu. Partidos que presionan al presidente para implantar políticas radicalmente contrarias a las exigidas por la UE y de las que depende la entrega de más de 100.000 millones de los fondos europeos.
Partidos, además, que se han negado a ayudar militarmente a Ucrania, que han pedido "diálogo" con Putin y que boicotearán la cumbre de la OTAN en Madrid.
"España empieza a ser un problema" ha dicho un comisario europeo a EL ESPAÑOL. "El país está metido en un lío económico formidable y algunos no terminamos de ver que Pedro Sánchez pueda ser la solución".
Si esa desconfianza empieza a crecer también entre los españoles, a Sánchez se le oscurecerá tanto su futuro en Moncloa como se le está oscureciendo internacionalmente.