El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, tuvo la suerte tras su victoria electoral de 2018 de no ser incluido desde un primer momento en el grupo de líderes populistas hispanoamericanos de extrema izquierda en el que militan por ejemplo Nicolás Maduro (Venezuela), Pedro Castillo (Perú) y Miguel Díaz-Canel (Cuba). El tiempo ha demostrado que esa prudencia era inmerecida.
Porque AMLO, como se le conoce en su país, se ha destapado como poco más que un demagogo que atiza el rencor antiespañol de una pequeña parte de la sociedad mexicana, la más desinformada, para ocultar el fracaso de una presidencia que no ha logrado solventar ninguno de los grandes problemas estructurales del país (con el narcotráfico y la pérdida de control de amplias zonas del país al frente de ellos).
Los insultos de Andrés Manuel López Obrador, que este miércoles amenazó con "hacer una pausa" en las relaciones con el Gobierno español para que España "no robe a los mexicanos" tuvieron ayer una rápida respuesta por parte del ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares.
Albares pidió explicaciones al presidente mexicano y le exigió que aclare "a qué se refiere con sus declaraciones súbitas y que traducción oficial quiere darles". Es decir, en qué se traduce en la práctica esa bravuconada más propia de la barra de un bar (AMLO llegó a calificar su propio país de "tierra de conquista y saqueo") que de un mandatario internacional que aspira a sentarse en la mesa de los dignatarios del primer mundo.
Asociación estratégica con México
El ministro Albares se topó por sorpresa con estas declaraciones rocambolescas durante el inicio de su gira por Kiev y Bruselas para tratar de la crisis en la frontera de Ucrania por la acumulación masiva de tropas rusas y la amenaza de invasión que pende sobre el país desde hace ya varias semanas.
Tal fue la sorpresa de Albares que, preguntado por los periodistas, quiso "revisar" las declaraciones de AMLO antes de contestar para descartar un error de transcripción o de falta de contexto. Una vez confirmado que esas habían sido las palabras exactas del presidente mexicano, el ministro recordó la "asociación estratégica" con el país centroamericano y la necesidad de ambos Gobiernos de "acompañar" las relaciones empresariales entre las dos naciones.
No es, en cualquier caso, la primera vez que Andrés Manuel López Obrador recurre a los clichés más ajados de la leyenda negra española como herramienta propagandística. El antiespañolismo es uno de los recursos habituales del populismo hispanoamericano para camuflar el fracaso de sus políticas de extrema izquierda, pero el caso del presidente mexicano es paradigmático por lo extemporáneo de sus invectivas.
Hace bien el ministro Albares poniendo pie en pared y pidiéndole al bravucón AMLO que concrete en qué se traducen en la realidad sus palabras. Porque la actitud del Gobierno español con el presidente mexicano no debería ser muy diferente de la que mereció Donald Trump, otro demagogo populista, en su momento.