España entrará en 2022 con la mayor tasa de inflación desde abril de 1992, el año de las Olimpiadas de Barcelona. Unos meses después de esa fecha, España entró en recesión, lo que debería interpretarse hoy como un aviso para navegantes.
De acuerdo con el INE, la inflación anual se ha disparado hasta el 6,7%. A esa subida, como explica hoy EL ESPAÑOL, ha contribuido tanto el alza de los precios de la energía como los alimentos, las bebidas no alcohólicas y los test Covid.
La inflación afecta con especial saña a la economía española, pero no es un mal exclusivamente español. La subida es generalizada en toda la Unión Europea, y eso hace temer que el Banco Central Europeo (BCE) pueda verse forzado a retirar los estímulos económicos y a subir los tipos de interés antes de lo previsto.
Si eso llegara a ocurrir, el impacto en España sería devastador y pondría en riesgo la recuperación prevista para 2022. En previsión de esa posibilidad, el Gobierno debería revisar de inmediato su cuadro macroeconómico, que ha quedado desfasado, y plantear un programa creíble de consolidación fiscal.
Prudencia y austeridad
Es hora también de pedir tanto al Gobierno como a los agentes sociales, y muy especialmente a los sindicatos, prudencia económica y austeridad. Una austeridad razonable, dado que el mantenimiento de la inversión es imprescindible para el impulso de la recuperación, pero austeridad al fin y al cabo.
Si eso no ocurre y el Gobierno sigue fingiendo que la situación económica es mejor de lo que es, los inversores de los que tanto dependemos desconfiarán de España, lo que provocará a su vez una subida de la prima de riesgo en cuanto el BCE adopte medidas de reducción de los estímulos.
Los sindicatos, en concreto, deben ser conscientes de la situación y ejercer una sana prudencia a la hora de exigir nuevas mejoras salariales. Porque a nadie le interesa más que la inflación se contenga que a los trabajadores que esos sindicatos defienden.
Dependencia energética
Además, la productividad ha sufrido un duro golpe en España por la crisis de la Covid en España y sería por lo tanto suicida arriesgarse a perder competitividad por una subida de los salarios que no contemple los factores expuestos anteriormente. A nada, de hecho, teme más Alemania, el líder económico de la UE, que a una subida de los salarios que, pretendiendo amortiguar el impacto de la inflación, acabe disparándola de nuevo y haciendo que la economía entre en una espiral inflacionaria.
Un último apunte para el 2,1% de la inflación subyacente (que no incluye la energía ni los alimentos no elaborados).
Si algo demuestra ese 2,1% es que la factura de la crisis energética es excepcionalmente alta para España. Un país que arrastra desde hace años un grave problema de déficit energético provocado en buena parte por nuestra dependencia de la energía exterior, y que ni PP ni PSOE han sido capaces de solucionar llegando a un acuerdo de Estado.