Yolanda Díaz, embutida ya por completo en su papel de candidata a la presidencia del Gobierno, ha afirmado que el 15 de febrero de 2020 convocó una reunión de su equipo en el Ministerio de Trabajo para adoptar medidas contra la epidemia de Covid. Lo hizo alertada por un virus que "azotaba fuertemente a Italia".
De acuerdo con sus palabras, la vicepresidenta segunda del Gobierno llegó a advertir a Pablo Iglesias, entonces vicepresidente segundo, de que podía ocurrir lo mismo en España. Es improbable que el antiguo número uno de Podemos le agradezca un comentario que le deja a los pies de los caballos, ya sea por su incompetencia, por su molicie o por su culposa desgana frente a una pandemia de proporciones colosales.
Díaz ha añadido también que el 4 de marzo presentó "una guía enormemente polémica" para "desplegar medidas" contra la Covid. Si hemos de creer a Díaz, la ministra "ya sabía lo que podía pasar" y por ello fue acusada de "alarmista".
En la práctica, lo que está afirmando Yolanda Díaz es que el Ejecutivo de Pedro Sánchez conocía el riesgo de la epidemia, que hizo caso omiso de las advertencias y que de la posterior gestión sanitaria, que ha derivado en la muerte de más de 100.000 ciudadanos, no puede atribuírsele culpa alguna a ella.
Declaraciones ventajistas
Es evidente que las ventajistas declaraciones de Díaz están perfectamente calculadas para generar la duda entre los votantes de izquierdas. Es cierto que la ministra de Trabajo reunió a su equipo y que presentó una guía de actuación contra la Covid en febrero de 2020. Pero señalar como culpables a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en estos momentos, cuando acaba de presentar la plataforma con la que pretende presentarse como candidata a la presidencia del Gobierno, es de un enorme cinismo oportunista.
Cuando Díaz afirma que puso sobre aviso a sus compañeros de Gobierno, y que lo único que recibió a cambio fue menosprecio, pone el foco de la responsabilidad de la pandemia sobre su rival en las próximas elecciones, Pedro Sánchez, y sobre su principal valedor en Unidas Podemos, Pablo Iglesias. También aleja ese foco de ella, quién sabe si anticipando que este será un detalle clave para el votante en las elecciones de 2023.
Díaz alimenta además la teoría de que el Gobierno ocultó el problema tanto como pudo. En un momento, además, en que cualquier demora en la toma de decisiones implicaba más contagios, más colapso hospitalario y más muertos.
La trampa de Díaz
Las acusaciones de la vicepresidenta segunda, que echan por tierra la gestión sanitaria de la crisis, trascienden el ámbito de la batalla política y colocan la bomba de una posible dejación de funciones bajo la mesa de Pedro Sánchez.
Hará bien en cualquier caso la oposición exigiendo la información que manejaba Moncloa en febrero y marzo de 2020, cuando la OMS ya había declarado la epidemia, para comprobar si el Gobierno actuó en coherencia con la gravedad de la situación. En esa información son clave las actas de las reuniones del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, entonces coordinado por Fernando Simón.
Las palabras de Díaz, que delatan su megalomanía y su afán de protagonismo, forman parte de una ruta trazada hacia la presidencia. Pero una cosa es investigar la actuación del Gobierno durante la pandemia y otra bien distinta es caer en la trampa de creer que Yolanda Díaz no formaba parte de él (y de que suya fue la única voz que clamó en el desierto).
Una vez más, y como hemos señalado en anteriores editoriales, conviene recordar que los partidos extremistas y populistas no son socios fiables de Gobierno y que los posibles beneficios a corto plazo que se derivan de su apoyo nunca compensan los daños políticos y sociales que generan a medio y largo plazo.