Las palabras sobre el pasaporte Covid de Reyes Maroto invitan al optimismo. De acuerdo con la ministra de Industria, Comercio y Turismo, el Consejo Interterritorial estudiará que se exija el certificado de vacunación para entrar en bares y discotecas.
Es cierto que la titular de Sanidad, Carolina Darias, ha matizado estas palabras, aclarando que la idea original es la de limitar su uso a la movilidad entre países. También ha afirmado Darias que la decisión última será de cada comunidad autónoma. Pero el hecho de que se abra el debate es una buena noticia por dos motivos.
Primero, porque los datos de contagios en nuestro país demuestran que la quinta ola está causando estragos. Ayer se registraron más de 27.000 infecciones y 73 muertes en un escenario que afecta fundamentalmente a los jóvenes y a los no vacunados.
Segundo, porque el pasaporte Covid ha demostrado ya su eficacia en Francia después de que Emmanuel Macron apelara a la responsabilidad social de sus compatriotas. Lo hizo para poner freno a un virus que no sólo cuesta vidas humanas, sino que compromete la ansiada recuperación de la economía y de la vieja normalidad.
En EL ESPAÑOL apoyamos sin fisuras la exigencia del pasaporte Covid a partir del momento en que todos los españoles hayan tenido ya la posibilidad de vacunarse. Sería una herramienta que permitiría atajar los contagios en espacios, principalmente de ocio, donde por diversas razones resulta difícil hacer respetar las medidas de seguridad.
El pasaporte Covid sería además un acicate para aquellos españoles que todavía se resisten a vacunarse. Eso es lo que ha ocurrido en Francia y es lo que, previsiblemente, ocurriría en España.
Un elemental respeto a la libertad personal obliga a respetar la decisión de aquellos que optan por no vacunarse. Pero esa libertad no puede cercenar la de los demás. Y de ahí la necesidad de un pasaporte Covid que permita distinguir entre vacunados y no vacunados en entornos de riesgo.
Justos por pecadores
La corrección de Darias a su compañera de Industria no impide en cualquier caso que la exigencia del pasaporte Covid se generalice en España. Porque las comunidades autónomas, como ha recordado la ministra, cuentan con los mecanismos necesarios para poner en marcha su aplicación o la de alternativas similares.
Dan buena muestra de ello dos regiones, Galicia y Canarias, donde ya se solicita un documento que acredite la pauta vacunal en la entrada de determinados espacios, como locales de ocio y restaurantes.
Con cerca del 65% de la población con al menos una dosis recibida, la medida nos acercaría al objetivo definitivo de cero contagios. Los datos de Sanidad constatan que el 44% de los inmunizados con pauta completa ya disponen de este certificado.
Un certificado que, en última instancia, premia a los justos en detrimento de los pecadores, y que se revela como una solución incluso más efectiva que las pruebas de antígenos o PCR, poco fiables en las fases de incubación del virus.
Ejemplo a imitar
Como Portugal, Francia es un ejemplo a imitar. El liberal Emmanuel Macron, sometido a enormes presiones por su decisión (que pretende por cierto ampliar al acceso al transporte público y a los centros culturales y comerciales), envió un mensaje nítido a los colectivos antivacunas del país.
"Yo soy víctima de su libertad cuando usted renuncia a algo que puede protegerle y protegerme" dijo Macron. "En nombre de su libertad, puede desarrollar una forma grave de Covid-19 que necesitará hospitalización. Y los sanitarios tendrán que atenderlo a usted, y quizá renunciar a atender a otro. Eso no es libertad, eso es irresponsabilidad y egoísmo".
Hacemos nuestras las palabras del presidente francés al defender que no existe libertad sin responsabilidad. Y apremiamos al Gobierno central y a las comunidades autónomas a aplicar una medida de justicia que favorece a quien tiene que favorecer. A quienes han decidido vacunarse en cuanto han tenido la posibilidad de hacerlo, plenamente conscientes del dolor y la ruina que la pandemia ha dejado a su paso.