La vida parlamentaria asiste a tiempos difíciles. El acuerdo de legislatura rubricado entre Sánchez y Rivera hoy sería imposible. Da la impresión de que ha pasado una eternidad. Pero, de aquel inicio de entendimiento entre el centroizquierda y el centroderecha, de aquel apretón de manos en el Congreso, apenas han pasado dos años y medio.
El Pacto del Abrazo pudo ser el inicio de una nueva fórmula de entender la democracia y así lo aplaudimos. Ya no era sólo que asistiésemos a una regeneración biológica de la clase dirigente, a otra nomenclatura de la esfera pública: es que parecía que otra forma de hacer política era posible.
Líneas rojas
Las circunstancias de la España actual son las que son. Como cuenta EL ESPAÑOL, la relación entre el presidente y el líder de Ciudadanos es inexistente, en especial después de que Rivera exigiera a Sánchez la publicación de su cuestionada tesis doctoral y mostrara sus "dudas razonables". El gesto del presidente en el Congreso, en el que algunos diputados de Cs interpretaron la exclamación "os vais a enterar", es la fotografía máxima del desencuentro.
Más allá de probables sintonías generacionales absolutamente resquebrajadas, los bandazos del Gobierno, las concesiones del presidente a Torra y el ataque impositivo a las clases medias atacan las líneas rojas de Ciudadanos. Si la moción de censura abrió la puerta a una ruptura lógica, el caso tesis ha terminado de hundir la posibilidad de reeditar aquel apretón de manos.
Entendimiento
Hay que dar la razón a Sánchez cuando habla del "lodazal" en que se ha convertido el Congreso mientras que la actividad política está insoportablemente estancada. Un lodazal al que no pueden ser arrastrados los españoles. Pero este embarramiento en ningún modo puede achacarse al hecho de que Rivera le exija transparencia al presidente.
La desaparición de Mariano Rajoy y de Soraya Sáenz de Santamaría del tablero político nos ofrece un escenario en el que, con sólo escuchar a la razón de Estado, se hace más necesario que nunca otro Pacto del Abrazo. El entendimiento entre las fuerzas que deberían velar por la Constitución es un imperativo democrático que no puede ser desoído. España ya ha vivido demasiados pactos rotos que abonan todo tipo de populismos.