Dos mujeres lloraron sobre el escenario del teatro Guimerá (1851) el pasado jueves 24 de octubre. En la platea lloró más gente.
La primera, Dolores Septién, jefa de coordinación de Salvamento Marítimo de Santa Cruz de Tenerife, que lloraba de indignación y agradecimiento ante lo que acontece en la ruta más asesina de la inmigración a Europa, la canaria.
Sobre el escenario, cuatro niños y dos mujeres, quizá senegalesas por sus ropajes y un hombre, todos agradecidos de no haber sido tragados por el Atlántico en un viaje de cinco días y sus cinco noches.
En su discurso de agradecimiento esta bofetada: "Somos igual que vosotros. No hemos venido a quitaros los puestos de trabajo. Hemos venido a hacer el trabajo que vosotros no queréis hacer".
Cómo continuar una entrega de premios tras esta bofetada.
Los Premios Taburiente, en su novena edición, promovidos por el inquieto Lucas Fernández a través de la Fundación del Diario de Avisos, el periódico más antiguo de las islas Canarias fundado en 1890, nos congregaron allí a todos.
Era otoño en la península, y verano en Tenerife.
La segunda llorona fue Ana Díaz Artiles, una canaria risueña que trabaja en Texas, en la NASA. Las emociones traicionaron a Ana, que había volado desde el estado petrolero de América para recoger el reconocimiento de su tierra.
Con Antonio (Cayetano Francisco de Sales Fernández) Resines (70 años) me encontré dos días después en el intermedio de la goleada que el Barcelona le endosó el Madrid tras los 5 a 2 de la Champions.
Es seguro que al Real Madrid la liga le hace vibrar poco. Menudo problema.
Resines, cantabrón, muy amigo del cocinero fotógrafo Jesús Sánchez (60), era el hombre más esperado de la gala de los Premios Taburiente, pero no pudo llegar. Estaba rodando en La Palma, pero no pudo embarcar y envió un vídeo para demostrar que los vuelos se habían cancelado.
Lucas me contó que una maniobra de la OTAN modificó el espacio aéreo. "No pude llegar" me dijo Resines en el Palco del Madrid (que poco dura el intermedio del partido, apenas quince minutos, cuando hay un buen cáterin de Carmen Moreno Mallorca y sus hijos).
"Rodaba al día siguiente y no me podía jugar no llegar".
Resines es tan querido, tiene tal capacidad de emocionar, que a los de la platea nos encantó la cercanía de aquel vídeo selfi para decir que no vendría.
Como en todos los premios, la fiesta estuvo en los pasillos, mucho antes de las fanfarrias. Impoluto, con uniforme de gala, Jesús María Gómez, jefe superior de la Policía de Canarias, galardonado con su homólogo de la Guardia Civil por su trabajo con los emigrantes, me cuenta que fue presidente de Las Ventas. "Si eres abonado", que lo soy el 10 bajo, "recordarás que tuve que aprobar dos banderillas negras".
No lo recuerdo, pero me suena a las dos velas negras de la Bruja Lola de Crónicas Marcianas.
El más elegante, sin pretenderlo, fue Juan Carlos Fresnadillo (56), con su pose hollywoodiense, vestido de negro, que recibió el Taburiente a toda su carrera cinematográfica. Lo malo de los premios es que parecen que te cierran el currículo. A Fresnadillo le queda mucha filmografía. Y a mí espero que mucha carrera aún.
El más divertido, fue el doctor en física e influencer Javier Santaolalla, con sus ojos azules y su simpatía arrolladora. "Mi video mas visto es el de un programa de televisión en el que el presentador te da a elegir un dilema. Hay tres puertas, dos de ellas esconden una oveja y la tercera un coche".
Cinco millones de visitas. Javier es una estrella.
Ha pasado por La Resistencia y por el tatuado Jordi Wild, dos de los que certifican que se ha triunfado para las nuevas generaciones. Se quedó con todos su hermana, "mi hermanager", una mujer con luz, lienzo de tatuajes y dientes decorados con estrellitas, cuya naturalidad no sé si tendrá explicación científica.
Lucas Fernández es cada vez más influyente en la producción cinematográfica. Su posición en El Español, su televisión privada y sus ganas de hacer más y más cosas le han convertido en un tipo a seguir de cerca.
Los premios Taburiente ya son un referente para los godos. Comunicadores como Pedro J. Ramírez, su exrival Juan Luis Cebrián, Luis Del Olmo o Juan Cruz recibieron ya el de comunicación. A mí me enorgulleció recibirlo este año.
Aproveché los cinco minutos para celebrar mis 40 años en el oficio y llamar un poco la atención de cómo hemos pasado de buscar la información a tener que defendernos de ella en un tsunami informativo, un infonami. Me siento privilegiado de ser testigo de esta revolución digital no cruenta que nos vapulea.
El palmarés fue amplio y supongo que justo. El compositor Diego Navarro, autor entre otras de la banda sonora de El fotógrafo de Mauthausen y nuevo académico de las artes y las ciencias cinematográficas de Hollywood; los diseñadores locales Marco Marrero y María Díaz; la brillante Dolores Corbella, miembro de la Real Academia Española que nos contó que "cayuco" es una palabra canaria no sudamericana.
Y mi favorito, el indio Shyam Aswani, al que su padre le dio siete dólares cuando se hizo mayor de edad y hoy es uno de los empresarios de referencia de las islas.
La voz de mezzosoprano Nancy Fabiola, también galardonada, nos estremeció interpretando a la Carmen de Bizet.
Y a la salida, unos bombones y alguna que otra sorpresa, como un selfi que me hice con Mara, una celebridad local, tatuado el 100% de su cuerpo y también socorrista.
Es cierto eso de que uno es responsable de las fotos que le piden. Lo educado es hacérsela y sonreír.