El abandono de la carrera presidencial de Joe Biden pasó de ser una posibilidad a un mero debate sobre el cuándo. Tras más de cinco décadas en la política estadounidense, menos de un mes después del desastroso debate con Donald Trump, y tras más de tres semanas de un coro cada vez más fuerte que le pedía que se hiciera a un lado, lo hizo.
Una de las preguntas más importantes es ¿por qué tardó tanto en tomar esta decisión? Hay algunas explicaciones para esto.
La primera es simple: todos los presidentes quieren un segundo mandato. De hecho, incluso existe cierto desprecio en la cultura estadounidense hacia los "presidentes de un solo mandato", por la imagen de debilidad aparejada a no ser capaz de lograr una victoria como titular, con todas las ventajas que esto conlleva.
Sin embargo, lo más importante es que convertirse en presidente fue el sueño de Biden durante toda su vida. La mayoría de los políticos sueñan con el Despacho Oval. Biden, sin embargo, destacó por su perseverancia en la búsqueda de este objetivo.
Tenía sólo treinta años cuando se convirtió en senador de los Estados Unidos en 1972 y se postuló por primera vez en 1988, pero fue eliminado de la carrera cuando se supo que había plagiado un discurso del líder del Partido Laborista británico, Neil Kinnock.
Regresó al Senado y se centró en su trabajo en el reputado Comité de Relaciones Exteriores, convirtiéndose en el miembro de la minoría de mayor rango en 1997 y consolidando su reputación como un peso pesado en el Senado.
Tuvo su segunda oportunidad en la Casa Blanca en 2008. Perdió las primarias, pero luego el candidato Barak Obama lo eligió como su compañero de fórmula.
Después de servir ocho años como vicepresidente, Biden se sintió molesto por el apoyo de Obama a Hillary Clinton en las primarias de 2016. Esto coincidió con la muerte de su hijo Beau, quien sucumbió a un cáncer cerebral en mayo de 2015. Biden finalmente anunció que no se postularía a la presidencia en 2016, porque estaba afligido por el dolor y necesitaba dejar que el duelo siguiera su curso. En su entorno se dice que nunca dejó de arrepentirse de esa decisión.
Esta historia explica por qué regresó a la política en 2020 para postularse a la presidencia con 77 años. En este tercer intento, ganó las primarias y derrotó a Trump en noviembre. Joe Biden llegó por fin a la Casa Blanca.
Muchos votantes parecían pensar que sus comentarios sobre ejercer de "puente" para la próxima generación de líderes demócratas significaban que renunciaría después de un mandato. Pero nunca hizo esa promesa y, cuando llegó el momento, quiso su segundo. El Partido Demócrata lo permitió al llevar a cabo unas primarias no competitivas (básicamente, una coronación).
El año pasado, la mayoría de los votantes demócratas no estaban entusiasmados con la perspectiva de una segunda candidatura de Biden, pero muchos sintieron que si pudo vencer a Trump una vez, entonces tal vez era el hombre adecuado para hacerlo de nuevo.
Su equipo lo mantuvo alejado de las entrevistas en directo, en las que podría meter la pata fácilmente, y favoreció las apariciones en las que leía de un teleprompter. El columnista del New York Times Ezra Klein hizo sonar la alarma el pasado febrero, pidiendo a Biden que se hiciera a un lado para permitir un proceso transparente y democrático para elegir a un nuevo candidato. Luego, Biden pronunció un enérgico discurso sobre el Estado de la Unión, y todos siguieron adelante, con la esperanza de seguir viendo esta buena versión de Biden.
Sin embargo, el debate presidencial de junio aplastó cualquier esperanza de que Biden pudiera vencer a Trump. El tiempo se había agotado para Joe Biden: se arrastró al plató y parecía viejo y confundido en todo momento. Pero ese hombre profundamente ambicioso, que pasó toda una vida trabajando para convertirse en presidente, todavía quería su segundo mandato.
Fue un trago amargo, y las informaciones han contado cómo arremetió iracundo contra los aliados demócratas que le presionaron para que renunciara. Una lectura trágica de esta historia es que, aunque logró alcanzar ese objetivo, lo hizo demasiado viejo como para cumplir un segundo mandato.
Pero no deberíamos sentir la menor lástima por Biden. Tuvo una larga carrera en el Senado, dos mandatos como vicepresidente y un mandato como presidente. Fue decisión suya el aguantar durante tres semanas antes de retirarse, lo que le costó algo de dignidad, y tiempo a los demócratas para elegir un nuevo candidato.
Incluso si, al final, en su decisión puso al país por encima de su ego, su ego alargó el proceso más de lo necesario.
La vicepresidenta Kamala Harris ha anunciado que buscará la nominación demócrata a la presidencia. Seguramente se presentarán otros candidatos, al inicio de la cuenta atrás para lo que será la Convención Nacional Demócrata más emocionante de los últimos tiempos, ya que los delegados elegirán al reemplazo de Biden.
Muchos temen el caos, pero otros disfrutan de la conmoción de lo que ha sido una revancha frustrante. Queda por ver quién podría ser capaz de enfrentarse a un Trump aparentemente invencible, pero alguien nuevo es ahora la única opción para los demócratas.