Nada tiene de especial una mujer que le pide a otra la mano. El matiz viene después: si lo hacen delante de la Virgen del Rocío.
Esto ocurrió el pasado domingo en la ermita almonteña, horas antes de que la Blanca Paloma alzara el vuelo en procesión, volando a ras de suelo.
En el vídeo compartido en redes sociales se aprecia a una chica rubia, joven y guapa, de unos veintiocho años, que se arrodilla ante otra mujer morena de su misma edad y que, tras la afirmativa de esta, abre una cajita y le ajusta un anillo en el dedo anular izquierdo.
Ambas visten con sencillez romera o peregrina: pantalones vaqueros ajustados, camisetas blancas, unos pañuelos de cuadros grises anudados al cuello, medallas rocieras y sendas cabelleras recogidas en moño y trenza respectivamente.
Luego se funden en un emotivo abrazo ante la atenta mirada de la Virgen del Rocío, testigo eminente de su pedida de mano, de su compromiso matrimonial.
Una prueba de amor de la que se hicieron eco algunos medios, dada la excepcionalidad del hecho, al ser mujer contra mujer. Y es que el día que esto no sea noticia, que hayamos naturalizado lo natural, podremos decir que España va bien.
Por lo visto, es frecuente la pedida de matrimonio (del hombre hacia la mujer, claro) ante la Blanca Paloma o durante la peregrinación rociera. Como quien lo hace bajo la portada de la Feria de Abril, en lo alto de la Torre Eiffel, o en el campo del Betis.
Ellas (especialmente la peticionaria) son unas valientes, una pioneras, que "sólo" hacen sellar su amor, comprometerse, ante lo que consideran lo más sagrado.
Es una muestra máxima de reverencia ante la Virgen. Y de camino, desbrozan la senda a otros romeros o peregrinas temerosos de los prejuicios sociales que aún cuelgan desde la Edad Media.
El problema llega cuando estas chicas se ven obligadas a retirar el vídeo de la pedida de las redes sociales a causa de los comentarios homófobos recibidos. De la ilusión de compartir públicamente un momento tan especial a ser lapidadas verbalmente por ello. Algo que, por otro lado, cabía esperar. Quizás pecaron de ilusas, de ingenuas.
Acusadas, en fin, de "irrespetuosas", "provocadoras", "blasfemas" y todo lo que se puedan imaginar que no voy a reproducir aquí.
Me pregunto en nombre de qué o de quién juzgan estos "cristianos" el amor libre de dos personas.
¿En qué momento alguien se siente con la prerrogativa de atacar a otra persona que no ha hecho nada malo (al contrario), supuestamente en nombre de la fraternidad y la bondad, valores básicos del cristianismo?
¿A qué tienen miedo estos creyentes hipócritas?
¿En qué momento el nacionalcatolicismo les hizo perder de vista la doctrina de Jesucristo?
¿Cómo se puede ser más carca que el papa de Roma?
En fin, como decía aquella sevillana que Rafa Serna le compuso a María del Monte:
Yo iba de peregrina y me cogiste de la mano
Me preguntaste el nombre, me subiste a caballo
Me subiste a caballo
Fuimos contando las flores que salen nuevas en mayo
Y me di cuenta enseguida que estabas enamorada