1. El pasado miércoles, a las siete y poco de la tarde, Pedro Sánchez publicó un tuit inesperado: "Carta a la ciudadanía". El tuit incluye 17 párrafos y una firma donde argumenta la interrupción de su agenda pública para tomarse media semana de reflexión y anunciar, al lunes siguiente —mañana—, una decisión personal con implicaciones políticamente extraordinarias: si continuará como presidente del Gobierno o si renunciará. Las crónicas cuentan que hasta sus ministros quedaron petrificados. El motivo de la amenaza de retirada es que un juzgado de Madrid ha abierto diligencias previas sobre la denuncia a su mujer presentada por "una organización ultraderechista llamada Manos Limpias". Es domingo. ¿Se ha respondido, a horas del veredicto, si "este alto honor" le merece la pena?
2. Que tenga la decisión tomada o no desde este fin de semana o desde el primer día es relevante. Si se da el primer caso, las jornadas de reflexión han sido útiles, lo que echa por tierra parte de la condición de ajedrecista que se concede popularmente al presidente tras cada golpe de efecto. Así fue, sin ir más lejos, en el anticipo electoral de las elecciones generales del pasado julio. Pero ¿qué significaría que este movimiento fuese el prólogo de una intriga premeditada, de un macabro juego de manos, del último plan de un presidente amarrado a un calendario electoral sin domingos para el descanso?
3. Las dudas son oportunas. ¿Qué ha perseguido con este amago de dimisión, con estos días de retiro? ¿Movilizar, agitar, encabronar? ¿Descansar, enfriar, reflexionar? Dame un periódico y te daré una respuesta. Dame dos periódicos y leeré países distintos.
4. Pero ¿son las dos posibilidades compatibles? Como mínimo la realidad llena de argumentos para sostener las dos visiones, con más facilidad por separado. ¿Movilizar, agitar, encabronar? Incluso si esa no fue la intención de Sánchez, la carta ha despertado el instinto de preservación de su círculo, hasta teatralizaciones norcoreanas. Ferraz promovió concentraciones, las federaciones fletaron buses. El expresidente Rodríguez Zapatero dijo en la radio más escuchada de España: "Hay que apoyarle y arroparle. Cada uno puede hacerlo a su manera, vale con un tuit, con ir a la agrupación, con una carta, con expresarse... pero reaccionemos ante la insidia con el coraje democrático y no con el desistimiento". ¿Qué insidia? ¿Qué coraje democrático? ¿Sólo de una parte? El jefe de comunicación de Sánchez inició una campaña en redes sociales: "Pedro / ❤️. Claro que vale la pena".
🎙️ José Luis Rodríguez Zapatero: "No he hablado con Sánchez, pero le conozco. Tiene la tentación de decir ‘no puedo’. No nos podemos quedar quietos ni callados"https://t.co/rV88PXTMUH pic.twitter.com/fJMyyC8jaz
— Hoy por Hoy (@HoyPorHoy) April 25, 2024
5. Pongamos que Sánchez continúa. ¿Qué estamos padeciendo? ¿La pausa de hidratación de un presidente agotado o una maniobra extrema a semanas de las elecciones catalanas y europeas? ¿Qué cabe esperar en adelante? ¿Exagera la oposición cuando previene de que la peor cara de Sánchez es todavía desconocida? ¿Hasta dónde y con quién ampliará la lista de integrantes de "la coalición de intereses derechistas y ultraderechistas"?
6. Demos bola a la teoría alternativa, extendida entre periodistas bien relacionados y entre trabajadores de varios ministerios. ¿Y si Sánchez está formado, como usted y como yo, de músculo y hueso? ¿Y si Sánchez es un hombre aguerrido y tenaz, pero al cabo únicamente un hombre? No sólo eso. ¿Y si —apenas nos quedan los y si, a la espera de que el misterio se resuelva como un capítulo de Castle— la ambición encontró el límite de la familia?
7. O más sencillo: ¿y si la única línea roja de Pedro es Begoña? Muchos renuevan la evidencia. Nada de esto encaja en la psicología mediatizada de un líder forjado en la adversidad y la traición. Pero pongámonos en la tesis del padre, marido, hijo y sólo a la cola de las identidades también político. ¿Y si las cosas son mucho más sencillas? ¿Y si hay que leer a Sánchez en su literalidad, al fin? ¿Y si abandona porque el coste personal es demasiado caro?
8. Basta con un repaso rápido a casi una década en el escenario de un político ambicioso, valiente y tramposo para recuperar el escepticismo. ¿De qué indicios disponemos, más allá de una nota pobremente redactada, de unos periodistas entretenidos en la especulación, de unos ministros premeditadamente mentirosos y/o genuinamente angustiados, para convencernos de que Sánchez va en serio con irse mañana? ¿Sin más? ¿Sin otra liana? ¿Y ya está?
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9. Las acusaciones sobre una esposa son dolorosas. ¿Quién no puede entenderlo? Quizá lo sean tanto como las mentiras sobre un hermano. Pero ¿son suficientes para un retiro espiritual de cinco días, con el país en vilo y la agenda congelada? Nada de lo anterior quita que una pausa más o menos larga sea una receta recomendable para casi todos. ¿Cuánto sanaría este país tras cinco días sin debates monográficos ni redes sociales ni locas teorías de Telegram repartidas a granel en los reenviados de WhatsApp?
10. Con todo, Sánchez perdió la ocasión de incorporar, en sus 17 párrafos, una o dos reflexiones sobre su destacada aportación a este clima político desagradable, ponzoñoso y, lo peor de todo, inútil para los españoles. ¿Cuánta credibilidad ganaría el presidente, en sus juicios contra una oposición agresiva, si reconociese primero sus pecados en esta guerra?
11. ¿Y qué hay de los observadores neutrales en este espectáculo? ¿Dónde quedan los comentarios sobre la inestabilidad añadida al desmadre político de España, con un Gobierno que renuncia hasta a aprobar Presupuestos? Casi parece que podemos permitírnoslo. La renta per cápita de los españoles ya es más baja que la de los checos o los estonios, y los polacos nos pisan los talones. La expansión del terrorismo y las milicias prorrusas al sur de Marruecos es alarmante, y la invasión rusa de Ucrania obliga a repensar la posición de la Unión Europea, como poco, en el continente propio. El desafío industrial y económico es inmenso. Europa busca un hueco entre dos superpotencias proteccionistas, China y Estados Unidos, notoriamente enfrentadas. A todo eso, y más, dedicó Emmanuel Macron su discurso bíblico de la Sorbona. "Debemos ser lúcidos ante el hecho de que nuestra Europa puede morir", proclamó. "Y depende únicamente de lo que decidamos". Pero España es un país ensimismado. La única decisión que cuenta, en estos días, es la decisión de Sánchez. A partir del martes, ¿cómo arruinaremos los españoles nuestro tiempo?