A una semana de la jura de la Constitución por la princesa Leonor, Sumar, ERC, EH Bildu y BNG han acudido al Congreso para reclamar la desclasificación de los papeles del 23-F. Aprovechan la mano que les ha tendido el golpista Tejero.
No acuden al Congreso para reclamar que se reactiven las funciones de control que llevan suspendidas, contra toda legalidad, noventa días. No quieren que se controle lo que está pasando ahora, sino que se revise lo que pasó hace cuarenta años. Parece que es más importante revisar la historia que controlar al Gobierno. O sea, a ellos. Así se le da un uso alternativo al Congreso mientras no sirve para otra cosa.
No obstante, detrás de esta iniciativa, que puede ser más o menos oportuna, se encuentra un problema grave y latente, como la herida que supura bajo la venda.
La revisión de los papeles no es ningún secreto. Es la excusa para hacer aflorar la insatisfacción de los de siempre. Porque no es un secreto que a un lado y al otro se piensa que la Transición quedó a medias. Y que serán ellos los que la terminen.
En la derecha los hay que piensan que la Transición la hicieron "los otros". Que, con el cuento del consenso se impuso la socialdemocracia. Que la Constitución la hicieron los de Carrillo y compañía, que aprovecharon para ganar en las Cortes la guerra civil que perdieron en el frente.
En la izquierda también los hay que piensan que la Transición se quedó a medias. Aunque en las Cortes tuviesen voz y voto, y figurasen como "padres constituyentes", creen que las instituciones estaban controladas por los hombres del antiguo régimen. Y muy particularmente la clave de bóveda, el cachorro del dictador, el hijo de don Juan.
La transición se quedó a medias porque los de gris conservaron el poder y pusieron al rey para que nada cambiase. Para ellos, se trata de los mismos perros con distintos collares.
Así las cosas, nos encontramos con unos cuantos parlamentarios que forman parte del Gobierno, que se benefician de la libertad política que les garantiza la Constitución, que usan las instituciones democráticas definidas por la Constitución y que se amparan en las garantías que ofrece la Constitución, pero que utilizan la Constitución para reivindicar que las cosas se hicieron mal y que lo que hay que hacer es cambiar el régimen de una monarquía a una república, y la forma del Estado autonómico a un Estado federal.
Es cierto que la Constitución Española no es una roca inmóvil porque la realidad tampoco lo es. La historia y la sociedad cambian, y por eso la Ley Fundamental también ha cambiado sustancialmente desde su origen. Es ley de vida y es la realidad del Derecho.
Lo que no se entiende es que se aproveche cualquier ocasión para cuestionar su legitimidad de origen. No se hizo a medias, ni se quedó a medias. Se empezó a hacer desde el compromiso de que se seguiría haciendo entre todos, con imperfecciones, desacuerdos y cesiones. Pero siempre entre todos.
Eso es la Constitución, el marco legal para que los que no se entienden, pero que viven juntos, puedan seguir sacando adelante esta cosa que se llama España.
La Transición no es un bacalao, como dice Tejero. Se parece más a una tortilla de patata a la que cada uno le da su punto.