Ni siquiera lo sospechas, pero antes de tocar a otra persona, tu hijo ya ha visto porno. Antes incluso de tocarse a sí mismo, o de ser capaz de excitarse, tu hijo ya ha visto porno.
A los ocho años les salta a algunos en sus pantallas, o lo comparten con los amigos. Y a los catorce no hay apenas ninguno de ellos que no lo haya visto y demande más. Es adictivo. Afecta a la misma zona del cerebro que la cocaína y el resto de drogas duras.
Sin educación sexual, ese niño creerá que lo que ve en la pantalla es real. Con ese porno creerá que su cuerpo tiene que ser como el de los actores. Que tiene que aullar como ellos. Actuar como ellos. Coger a las mujeres del pelo como ellos (porque es lo que les gusta). Medir como ellos (porque es lo que ellas esperan). Durar como ellos (porque si no, soy un mierda). Rodear y someter a las mujeres en grupo como ellos.
Sin educación sexual, ese niño creerá que lo que ve es el único tipo de sexualidad posible. La válida. Y las niñas creerán que dejarse someter a cualquier capricho de ellos es lo que se espera de ellas. Alguien al servicio del placer fálico. Y es que los videos porno más vistos año tras año son de violaciones reales y de torturas a mujeres.
La educación sexual enseña a entender y a decidir. A que esos niños y esas niñas tengan argumentos para saber cuándo y con quién. Y cómo.
Para saber decir que no. Para saber poner límites.
Para que, cuando el sexo pase de la pantalla a la realidad, ese chico no esté tan sobreestimulado que no pueda excitarse con otra persona (cada vez más adolescentes demandan Viagra a los médicos), sólo hacerlo con el porno. O para que no esté tan obsesionado con el tamaño que crea que lo que tiene no sirve y crezca lleno de complejos.
[Este es el tipo de porno que más hemos visto en España en 2021]
Hace años que los especialistas advierten de los problemas, las frustraciones y los miedos de esa primera generación que ha crecido con porno accesible y gratuito creyendo que el sexo real es eso que ven en sus móviles. Niños y niñas que piensan que eso es lo que hay que hacer. Sin saber lo que ellos realmente quieren.
La publicista Cindy Gallop creó hace unos años la página web makelovenotporn.com ("haz el amor, no el porno") donde contrasta esos dos mundos con decenas de ejemplos. En la vida real, las mujeres no siempre llevan depilación integral, ni tienen por qué gustarles las penetraciones simultáneas por varios lugares.
En el mundo del porno, "las mujeres adoran que las llamen 'zorra' y 'puta' mientras están manteniendo relaciones sexuales". En el mundo real "hay gente a la que le gusta que le hablen sucio en la cama. Hay gente a la que no".
Y eso es lo que muchos adolescentes no saben. Porque no se lo hemos enseñado. Porque censuramos un pecho. Porque el sexo sigue siendo tabú. Y entonces aprenden del porno.