El 16 de septiembre de 1851 nace en La Coruña Emilia Pardo Bazán y de la Rúa-Figueroa. Hasta su muerte en Madrid el 12 de mayo de 1921, tocó prácticamente todos los palos de la literatura: novela, teatro, poesía, cuento, ensayo, artículo periodístico. Incluso tuvo tiempo de dedicarse también a la traducción, a la edición y a otros aspectos de la producción literaria.
Suele destacarse, y con buen criterio, su reivindicación de la igualdad de derechos para las mujeres. Pardo Bazán dedicó parte de su narrativa a ello (el tema aparece en La tribuna y en La tigresa feminista). En el volumen La mujer española podemos leer la descripción que realiza, reivindicativa, contestataria, de la condición de la mujer española, muy sometida en España a la religión.
Emilia Pardo Bazán, en 1906: «... lejos de existir esa galantería [...], lo que existe es un desprecio profundo, tal vez inconsciente, hacia la mujer. Un insulto y un piropo, a veces, quieren decir exactamente los mismo».
— Editorial Contraseña (@edcontrasena) June 19, 2023
Pero un aspecto que no se suele tener en cuenta al abordar las distintas facetas de esta rica figura es su oposición frontal al nacionalismo fragmentario. Particularmente, al galleguismo, que, además, vio nacer.
Y es que, con Sánchez Moguel a la cabeza, pero también Núñez de Arce o Juan Valera, Pardo Bazán se encuentra entre los autores decimonónicos que vieron venir y advirtieron de lo que se nos venía encima a los españoles con la llamada por entonces, sin pelos en la lengua, "escuela separatista".
En un conjunto de textos reunidos bajo el título De mi tierra, doña Emilia señala al galleguismo como un movimiento peligroso que pone en riesgo de fragmentación la patria española.
En primer lugar, Pardo Bazán reivindicó el castellano como idioma propio de Galicia ("pues con ser hoy el castellano nuestro verdadero idioma"), al ser el idioma común de la patria España, que Pardo Bazán distinguía de la tierra (a terra), en referencia a Galicia. Y ello sin dejar de rendirse al gracejo de la lengua y la literatura local gallega.
Es decir, doña Emilia tiene gusto por la lengua regional (no odia el gallego, como suelen reprochar enseguida los galleguistas), sino que advierte de los peligros políticos del galleguismo con la utilización separatista de la lengua gallega.
Dice Pardo Bazán que "aun rechazando lo que en el terreno político representa la literatura regional; aun abrigando dudas acerca de su utilidad y porvenir; al encontrarnos frente a frente con ella, nos desarma su gracia". No es autora, pues, que rechace el uso de la lengua regional. De la lengua da terra.
A continuación, doña Emilia explica cómo surgen estos movimientos nacionalistas regionales, que no son sino una reacción a la universalidad que representa la civilización moderna. El separatismo regionalista es una respuesta reactiva (reaccionaria) que busca mantener la castiza singularidad local ("folclórica", dice doña Emilia), como resistencia atávica ante la posibilidad de ser engullidos y disueltos por el patriotismo nacional de la civilización contemporánea.
[Es más, Pardo Bazán, en buena medida se traga el mito celtista, del que usarán y abusarán los nacionalistas gallegos, desde Murguía y Vicetto en adelante, dedicando su novela Morriña a ello].
Pardo Bazán señala lo siguiente: "Nadie ignora que, hacia mediados del siglo XIX se ha despertado vigoroso el espíritu de raza, como si al nivelador y uniforme impulso de la civilización moderna respondiese, protestando, el ayer de cada pueblo, temeroso de ver anulada para siempre su individualidad histórica. No a otra causa deben su existencia las Asociaciones de folclore y su resurrección las literaturas regionales".
Cuando esto se junta, sigue explicando doña Emilia, con cierta postergación y relegación de la región, entonces surge el rencor contra las otras regiones dominadoras. Así Galicia contra Castilla. Y de ahí deriva el separatismo que aparece en el renacimiento de la literatura gallega: "Y claro está que si estas quejas no son mero juego retórico; si, como es de creer, expresan una aspiración sincera, contenida en el movimiento intelectual de Galicia; tenemos que reconocer que el renacimiento lleva en sí un germen de separatismo, germen poco desarrollado todavía, pero cuya presencia es imposible negar, y que acaso sea el único fruto político y social de este florecimiento poético".
Ahora bien. Frente al separatismo, advierte beligerante Pardo Bazán, hay que poner siempre por delante a la patria española: "La patria representa una idea aún más alta [que la tierra], y la patria, para los españoles todos, donde quiera que hayan nacido, desde la zona tropical hasta el apartado cabo Finisterre, es España, inviolable en su unidad, santa en sus derechos".
El separatismo, señala doña Emilia, es una "peligrosa utopía" (que alinea con el federalismo de Pi y Margall) que espera que no llegue a "tomar cuerpo" contra la unidad de España. Porque si esto sucediera, dice, "sería para las literaturas regionales cargo más grave que el romper la del idioma y del pensamiento artístico nacional".
Pardo Bazán, en definitiva, aprecia la literatura y lengua locales. Incluso entiende que se resistan a morir ante la pujanza de la civilización moderna y su homogeneización social. Pero si ello va a suponer el rompimiento de la patria española, es mejor que desaparezcan.
Así de claro hablaba doña Emilia Pardo Bazán y de la Rúa-Figueroa contra el galleguismo.