La ola de calor amenazaba con dejarnos convertidos en lo que queda del polo cuando se derrite, en el palo. Los cuarenta grados como opción nos conducían a un nuevo confinamiento, este voluntario, para mantenernos a la sombra y con una ducha a mano, a falta de aire acondicionado. Volver a los cuarteles de invierno se antojaba más que frase hecha, como deseo de salir del asador en el que se habían convertido casas y ciudades. Sofoco.
Y entonces llegó la risa en forma de chiste circulante por las redes. Sobre una imagen de nieve, aparecía una frase hilarante: “Filomena, vuelve. Ya te hemos perdonado”. Risas.
Genialidad e hilaridad aparte, la realidad es que daban y dan ganas de llorar y no precisamente por el fuego en el cuerpo, sino por el fuego en la tierra, en cualquier tierra. Se me agolpan y golpean las escenas de territorios ardiendo, debido en gran medida a las temperaturas extremas.
Porque por más empeño que pongan algunos en intentar demostrar que esos extremos son fenómenos naturales, de natural no tienen nada, y el cambio climático cada vez se empeña con más ahínco en tener sus razones para aparecer sobreactuando en escena. La alarma está servida y aunque mitigue su volumen, aparecerá a la vuelta de la esquina, contra la voluntad de los negacionistas.
Mientras vivía horrorizada por los incendios asolando el país, mientras el calor abofeteaba sin respiro, tuve la inmensa fortuna de encontrar informaciones sobre actuaciones realizadas y necesitadas para mantener la vida en aquello que la crea en mayor porcentaje: el agua. Fundamental siempre pero especialmente en esta época del año.
El destino me colocó frente a Marisa Selfa, CEO global de la marca North Sails. Con ella hablé de muchas de las colaboraciones de su empresa, como la ultimísima con Maserati, pero en especial para este artículo sobre una que trabaja justamente por recuperar la vida submarina a través de las plantaciones de coral. Y descubrí varios aspectos relevantes.
Por un lado, la categoría humana y visionaria de Titouan Bernicot el fundador de Coral Gardeners, hoy ente otras cosas Explorador de National Geographic, que con 16 años ya había comenzado a cultivar corales y que en 2020 convenció a Selfa de trabajar para adoptarlos, de manera que comprando una prenda de la colección creada por North Sails y Coral Gardeners consigues un certificado de adopción de un coral.
Por otro, supe de la importancia de estos en la biodiversidad; plantarlos significa regenerar el océano y trabajar para dejarlo mejor de lo encontrado. De hecho, de seguir sin plantar puede que los corales sean el primer sistema que desaparezca y con él un 25 por ciento de la vida marina. No parece una broma. Pensé que el coral es al mar lo que las abejas a la tierra.
Su extinción provocaría el fin de un inmenso número de especies, diría que un declive cercano a lo que entenderíamos como fin del mundo. Y aplaudí cuando supe que para 2025 su objetivo es plantar un millón de corales y que en la marca están trabajando para que la adopción no esté ligada a la compra.
Pocos días después de aquella conversación, grabando el último podcast WAS (Women Action Sustainability) de la temporada supe de un desastre más, también relacionado con el agua, en este caso con alevosía por tratarse de España, y absolutamente ligado al cambio climático y en concreto a la reciente ola de calor.
Porque pone en peligro un tesoro submarino, no de joyas sino vegetal, el de la posidonia de Almería, planta marina endémica, en peligro de extinción, debido al calentamiento global. Como ocurre con el coral, también su hipotética desaparición implicaría perjuicios importantes. Por ejemplo, estas plantas atenúan la energía de los oleajes antes de que alcancen las playas, disminuyendo su capacidad erosiva.
Son cada vez más las empresas que están dando el do de pecho en la solución de los problemas que, claro, me dirán, también algunas han contribuido a crear. Son cada vez más las compañías con propósito que tienden a alinear sus valores con los ESG (medioambientales, sociales y de gobierno corporativo, por sus siglas en inglés).
Me resulta bastante comprensible los resultados del Barómetro de Confianza de Edelman que reflejan cómo lo ciudadanos confían más en la acción de las empresas —especialmente de activistas y empleadores— que en la de ONGs o Gobiernos. Y nuevamente gracias a WAS supe que por ejemplo Heineken España sigue trabajando (y desde 2017, por cierto) en la restitución a la Albufera valenciana de más de cuatrocientos millones de litros de agua al año.
No es el único lugar de España al que la cervecera devuelve el H2O. La compensación hídrica también se ha realizado en Doñana, por ejemplo, o en el río Jarama. Tanto como que anualmente, la empresa retorna casi dos mil millones de litros de agua, que es más del cien por cien que contienen todas las cervezas que elaboran en nuestro país.
Y no es que me haya propuesto hacer publicidad a WAS, pero mi compañera Delia García Gómez, que es además directora de sostenibilidad del grupo L’Oréal, me contó unos días después que una de sus marcas, Biotherm, no ceja en su empeño de restituir la vida de ríos y océanos. No en vano, se autodenomina “waterlover”.
En esa dirección, lleva a cabo diferentes acciones aliada con distintas fundaciones, como la Tara Ocean Foundation o Ecoalf para investigar el impacto del cambio climático en los océanos o directamente para limpiar esas aguas, de manera que se restituya el fitoplancton. Esto es fundamental porque como asegura Delia “los océanos son aún más vitales que los bosques en el proceso de descarbonización”.