Cada día al leer los periódicos o ver los informativos me pregunto: ¿Cuál de todas las noticias será trascendental para la humanidad en su conjunto? En los tiempos que vivimos, donde un rifirrafe entre dos celebridades políticas o un desafortunado tortazo en los premios Óscar pueden ocupar casi toda la atención mediática, se pasa de puntillas sobre las verdaderas novedades.
Es por ello por lo que quiero comentarte dos avances científicos anunciados por estos días en que una guerra y el avance de los extremismos en Europa nos oscurecen la primavera.
Aparentemente alejados en cuanto a sus campos, ambos hitos tienen en común que han sido generados como consecuencia de los avances tecnológicos que hemos logrado. Me estoy refiriendo a la secuenciación completa del genoma humano y a la detección de la luz emitida por una estrella hace tanto tiempo que nos regala una foto del universo en sus prolegómenos.
Mas, vayamos por partes.
Quizá te haya sorprendido leer que ya conocemos todas las letras del genoma humano: en la mente de muchos la noticia sonaba a un déjà vu. Lo cierto es que hace veintiún años se anunció la primera lectura, casi completa, de nuestro genoma. Aquello fue un trabajo titánico de muchos laboratorios que resultó en un gran progreso para entender el origen de diversas enfermedades.
Sin embargo, con la tecnología de entonces se quedaron varios agujeros por rellenar. Te recuerdo que el genoma es como una especie de libro de instrucciones escrito con cuatro letras: A, G, C y T. Cada una corresponde a un compuesto químico específico que es una especie de código, el cual domina gran parte del funcionamiento correcto de nuestros órganos. Un error en la secuencia de letras a lo largo del genoma puede causar trastornos y enfermedades.
Es este uno de los motivos principales por lo que nos hemos empeñado en completar cada ínfima parte de la secuencia. Hace dos décadas esa tarea resultaba infructuosa, había zonas de la secuencia de las que no se conocía nada. Los mapas del genoma se iban ensamblando sabiendo que contenían regiones ignotas. Era como tener un buen mapamundi con el 8 % de los países sin identificar.
Debido al salto tecnológico que se ha dado en los métodos de secuenciación, esas porciones hoy son conocidas. Tenemos un genoma de referencia para poder compararlo con el de aquellas personas que sufren enfermedades raras cuyas causas se sospechan genéticas, pero no están identificadas. Como consecuencia se viene una revolución en la clasificación de pacientes y soluciones para ellos.
Aquí vamos! #TereTeExplica este descubrimiento de @HUBBLE_space @NASA_es @esa_es sobre Earendel, la estrella cuya luz proviene de cuando el Universo tenía apenas mil millones de años💫 pic.twitter.com/z4B3apgBk8
— Teresa Paneque Carreño💫🌳 (@terepaneque) March 30, 2022
Desde la ciencia más estricta sabemos que en algunos casos se descubrirán genes nuevos, mientras que en otros se podrá saber la función de aquellas regiones que supuestamente no constituyen un mensaje claro, las que llamamos no codificantes. Por supuesto, tenemos mucho terreno por andar.
Pero no todo se reduce a nosotros. También hay que mirar hacia arriba. Eso es justamente lo que nos ha proporcionado el telescopio Hubble.
Recientemente, con una rimbombancia plenamente justificada, la NASA anunciaba el descubrimiento de la estrella más lejana jamás vista. Bautizada como Eärendel, que en inglés antiguo quiere decir astro naciente, su nombre hace un guiño al poema El viaje de Eärendel, la estrella vespertina escrito por Tolkien en 1914.
Sé que te estás preguntando: ¿Dónde radica la importancia de este hecho? Tal y como lo explica en sus redes sociales la astrónoma y divulgadora chilena Teresa Peneque Carreño (@terepaneque) de la Universidad de Leiden, el universo tiene 13.800 millones de años y la luz que nos ha permitido detectar esta estrella proviene de cuando este era casi un bebé de tan sólo mil millones de años.
Te explico, por la distancia a la que está Eärendel de nosotros y la velocidad que tiene la luz, lo que estamos viendo de ella son destellos emitidos en la infancia del universo. Estudiándola obtendremos varias claves para entenderlo.
En otras palabras, hemos viajado al pasado para echar un vistazo y saber cómo eran las cosas entonces. Esto, además, proporciona la posibilidad de compararlo con el hoy y así deducir la evolución experimentada.
Probablemente esta estrella en la actualidad no exista, pero su luz, que ha atravesado medio universo para llegar hasta nosotros, nos habla de su esplendor.
Apartando el entusiasmo inicial por ambos hitos científicos, me preocupa enormemente que estamos asistiendo a una pléyade de descubrimientos que tienen en común el despliegue tecnológico y no los saltos conceptuales. La ciencia de hoy está fundamentalmente dirigida a comprobar las ideas del pasado con los medios técnicos del presente, lo cual nos proporciona una aparente satisfacción de progreso acelerado.
Muchos son los ejemplos que podemos enumerar. Como muestra de ello menciono dos: los fundamentos de la Relatividad General de Einstein y la utilidad de los ARN como inductores de inmunidad frente a virus. Sin embargo, no debemos olvidar que hacernos preguntas esenciales, aquellas que nos induce el estudio de la filosofía, nos lleva a cuestionamientos cuyas respuestas catapultan a la humanidad a un estado superior.
Yo me hago la misma pregunta cada día al leer los periódicos o ver las noticias: ¿Estaremos en una época de poca creatividad o simplemente nos hemos olvidado de soñar?