Presupuestos Generales de 2022. Superada la primera prueba. Tumbadas todas las enmiendas a la totalidad. Gracias, ERC, EH Bildu y PNV.
Lo importante no es el porqué, sino el precio. Pero el precio real, del que no se hablará en sede parlamentaria a no ser que, en algún momento, la negociación no vaya por la senda lisa y lubricada que pretenden los socios. O que algún obstáculo inopinado se interponga en ese proceso de extorsión de las elites catalana y vasca.
El precio real no lo sabremos por ahora porque no les interesa a los extorsionadores. Primero, porque no es el momento, no vaya a ser que la opinión pública o los votantes con pocas tragaderas obliguen al PSOE a fingir un decoro que no siente y tenga que negarse a algo que, de todos modos, ya estaba pactado.
Y segundo, porque si hay alguien interesado en que este Gobierno se mantenga, no sólo esta legislatura, sino también la siguiente, son estos socios. Porque mucho mejor un imperio en horas bajas al que tener permanentemente amenazado que dejarlo caer y que le sustituya váyase a saber quién, quizás menos necesitado, menos complaciente y a quien no se le tenga tomada la medida.
Así que no es el momento de hablar de presos, ni del resto de cosas identitarias que puedan molestar o asustar. O de esas líneas rojas que el Gobierno estaría dispuesto a traspasar, pero que de hacerlo a la luz del día, quizás se modificase el equilibrio inestable de las encuestas.
Por eso la cruzada de Gabriel Rufián contra el bollycao y ese fingir que su mayor interés está en el precio de las compresas y los tampones, cuando es obvio que le es tan ajena la pobreza menstrual como (dadas sus hechuras y su sueldo) la alimentaria.
En cuanto a los vascos, los de traje chaqueta exigen trenes y todo lo que dé de sí el botín de los fondos europeos. Y los que visten de Decathlon, sección montaña, cosas de pobres. Ambos hace tiempo que ya tienen lo que quieren.
Y unos y otros, ese “aquí aún no está todo dicho” y “no lo den todo por hecho” de ceño fruncido con el que contentar a su parroquia y, en el caso de ERC, no perder su guerrita feudal con ese partido cuyo nombre no consigo recordar y que un día fue Convergència i Unió.
Así que puro teatro, malo, pero teatro.
En cuanto al resto de España, meramente figurantes. Unos, satisfechos porque todo sea con tal de que la izquierda siga gobernando. Y otros, con la seguridad de que esa ley de Presupuestos tiene la misma fiabilidad que los propósitos de Año Nuevo. Ninguna.
Pero unos y otros, teniendo que aguantar la chulería de esos que se creen raza o clase superior y, por tanto, merecedores de más. De los que han hecho del lloriqueo su razón de ser. De los que siguen enarbolando derechos históricos como si el resto de territorios hubiesen despertado a la civilización hace dos días.
Podríamos pensar que cuando los representantes de Bildu, de ERC o del PNV hablan, sólo menosprecian a Pedro Sánchez, al PSOE y a Unidas Podemos. Que son ellos los que ponen la cama y pagan el servicio.
La realidad es que pagamos todos y que con cada amenaza desde la chulería extrema, con cada insulto desde su infinita soberbia, a quien se humilla es a toda España.