El teatro ha vuelto a ser clásico, como solía. Lo demostró el pasado 30 de enero, cuando el Pavón echó el cierre y el público estalló en un aplauso unánime con llorera incluida.
La historia es más o menos así:
Se cumplían cinco temporadas de éxitos con títulos radiantes (La Jauría, Hermanas, Ifigenia en Vallecas…) y un lema: El teatro va más allá de la función.
Todo empezó en 2009, en el teatro Lara, cuando el recién incorporado, Miguel del Arco, en un alarde de creatividad, sacó al hall su trabajo más celebrado, una versión de Seis personajes en busca de autor, de Pirandello.
Fue el origen de Producciones Kamikaze, con cuatro socios: el mencionado director Miguel del Arco, Israel Elejalde, Jordi Buxó y Aitor Tejada.
Cuentan que un día Buixó le comentó a Tejada: “El Pavón se queda vacío”. Ya no lo soltaron como campo de operaciones.
Hasta el 30 de enero pasado habían transcurrido cinco años desde la firma del contrato de alquiler, cuyo precio se hizo insostenible para unos inquilinos unidos por amor al arte. Una factura demasiado alta para estos soñadores.
A lo que iba. El pasado 30 de enero, Kamikaze se despidió con la puesta en escena de una biografía. La del violinista Aaron Lee.
Dura historia de superación del niño prodigio torturado por su familia a causa de su condición homosexual. Su padre, un severo pastor evangélico, decidió recluirle en una minúscula isla del Pacífico con la esperanza de que el confinamiento le curase y acabase reorientando su conducta hacia la “normalidad”.
Hijo de surcoreanos, pero nacido en Chamberí, Aaron se puso en contacto con la Embajada de España en Seúl para pedir ayuda y arropamiento legal. El violinista siempre recordaría que fue el holograma de Rodríguez Zapatero quien le hizo recurrir como ciudadano español a nuestros servicios diplomáticos.
Y hete aquí que la referencia al expresidente del Gobierno, a cuya iniciativa se debe la legalización del matrimonio homosexual, levantó al público de los asientos en un sentido aplauso con llorera incluida.
En medio de sus atormentados pensamientos, fue así como Zapatero, y la propia condición de ciudadano español de Aaron Lee, se convirtieron en tabla de salvación del ahora miembro de la Orquesta Nacional.
Momento de gloria para ZP, cuya suave voz de fondo se escuchó cuando la historia le hizo responsable de haber presentado en sociedad el matrimonio gay.
El público, puesto en pie, a mitad de la obra, aplaudió fervorosamente. Nunca, en el teatro clásico, se había visto nada igual. Allí lloraba hasta el apuntador.