La historia política española de los últimos diez años contiene tres decepciones percibidas por el electorado; las decisiones mayoritarias de los españoles en las urnas no han servido para resolver los graves problemas detectados masivamente en 2011. Al contrario, esos problemas se han profundizado y extendido con el actual gobierno de extrema izquierda de Sánchez e Iglesias.
El amplio movimiento del 15-M fue una amalgama de propuestas, alguna de ellas de contenido social justificado, junto con otras de claro contenido político que reprochaban la deriva oligárquica de los dos partidos mayoritarios, PSOE y PP, que habían gobernado desde 1978. Fue un clamor por reformas contra la corrupción, la falta de representatividad, la deficiente división de poderes, un exceso de burocracia e ineficiencia en la gestión de los recursos públicos y la sumisión del gobierno de la Nación a los nacionalistas-separatistas vascos y catalanes.
Primera decepción: seis meses después de aquellas movilizaciones de mayo de 2011, el PP obtuvo una confianza de mayoría absoluta para que abordara, según su programa electoral, la solución de todos o parte de esos problemas. Lejos de ello, el PP utilizó esa mayoría para realizar una modesta reforma laboral y para protegerse de las acusaciones de corrupción. El resultado de aquella pasividad y complacencia fue la división del PP en tres partidos políticos y el inicio de un nuevo modelo de pentapartido nacional con el que nos despertamos en las elecciones de 2015. Resultado: el PP tocado, casi hundido y en la cuneta.
Segunda decepción: dado que la confianza de la mayoría absoluta del PP no había dado el resultado que esperaban los electores, estos aumentaron el apoyo en 2016 a un nuevo partido de centro, Ciudadanos, y vaciaron de votos al PSOE y al PP incrementado opciones a la izquierda, Podemos, y a la derecha, Vox.
El electorado enviaba dos mensajes con la esperanza de que, bien el PP o bien el PSOE, inauguraran una nueva cultura política que abordara los problemas manifestados el 15-M. El doble mensaje era: fin de la hegemonía de los dos grandes partidos y un nuevo partido de centro para construir un gobierno de coalición reformista y evitar el chantaje de los separatistas.
Lejos de ello, Cs. decidió jugar el papel de “novia ofendida” e inició una carrera absurda de sorpasso al PP abandonando las esperanzas depositadas en un gobierno moderado de coalición y con sentido nacional, por vez primera, desde los años ochenta del pasado siglo. Resultado: Cs, más que tocado, casi hundido y en la cuneta.
Tercera decepción. El candidato socialista Joaquín Almunia, en las elecciones del año 2000, anunció su intención de gobernar con Izquierda Unida y perdió frente al PP de Aznar. En 2019, Sánchez, conocedor del rechazo de los españoles al extremismo de los neocomunistas más o menos disfrazados, engañó a su electorado y a su partido comprometiéndose a no gobernar con los que le producían insomnio. Por lo que se ve, Sánchez lleva meses sin dormir y ha generado una amplia decepción y preocupación entre sus votantes moderados y su partido (véase desde Felipe González a Nicolás Redondo).
Tengo la impresión de que la coalición de extrema izquierda desvelada por Sánchez en la noche del 10 de noviembre de 2019 y su proceso personal de podemización tendrán graves consecuencias. Como poco, con esta tercera decepción el PSOE saldrá tocado y a la cuneta.
Dado que la confianza del electorado de mayorías absolutas a los grandes partidos es cosa del pasado porque fueron los responsables de los graves problemas políticos de los españoles, creo que el pentapartido ha venido para quedarse una larga temporada. La alternativa a las tres decepciones citadas de los españoles, desde 2011, pasa por una Nueva Mayoría.
La política es la ignorancia de lo que va a pasar al día siguiente y por tanto no me atrevo a vaticinar ni la forma ni la fecha en que se pueda configurar la nueva mayoría parlamentaria que precisa nuestra Patria. Puede ser un gobierno de gran coalición o el que se articule después de unas elecciones generales anticipadas.
Lo que resulta evidente es la incapacidad y extremismo del gobierno Sánchez-Iglesias, con escándalos diarios por su gestión prepotente y contradictoria que profundiza y amplía los problemas no resueltos que la ciudadanía manifestó con su indignación el 15 de mayo de 2011.
Urge una Nueva Mayoría moderada y reformista que aborde los problemas políticos reseñados, mejore nuestra democracia y ponga en el lugar marginal que corresponde a los partidos separatistas, lejos de la gobernación del conjunto de la Nación que tanto detestan y a la que llevan desbaratando y descomponiendo con delectación desde 1977.