La intervención de Santiago Abascal desde la tribuna del Congreso, el miércoles 6 de mayo, a propósito de la justificación de la negativa de su partido al apoyo de la prolongación del Estado de Alarma, consagra las posiciones de su partido al instalarse definitivamente, hasta la caricatura, en una mitología maniquea que todo lo resuelve utilizando el “temor al comunismo” como mecanismo de agitprop electoral (y electoralista).
Todo su plan de defensa de la soberanía y unidad nacionales, amenazadas, en efecto, por el separatismo, se ha convertido en una lucha contra un enemigo inexistente, el comunismo, buscando así devolver a Podemos su efectista “alerta antifascista” (el “fascismo”, otro fantasma) con una, no menos efectista, “alerta anticomunista”. Para Vox el coronavirus, siguiendo un poco la estrategia del “incendio del Reichstag”, además de “chino”, es comunista.
La ecolalia es un fenómeno psicopatológico que afecta al habla y que, en sus fases infantiles, consiste en repetir las palabras de quien habla, como si hubiera eco. Pues bien, en esto se ha convertido la voz de Vox en el Congreso, en un eco de Podemos, pero de signo contrario, de tal manera que, a las fatuas lanzadas contra Vox por la formación morada le sale una réplica condenatoria en espejo desde la formación verde, igualmente infantil, contra Podemos.
Así, ya puede haber una pandemia, o el apocalipsis, que el tema principal para Vox siempre va a ser el del pandemónium comunista -si acaso con variación chavista o bolivariana- como fuente de todo mal. El comunismo, culpable. Esta es la clave. Y Vox quiere hacer “justicia” por fin, respondiendo a “la izquierda” de una vez, así perezca el mundo. Fiat iustitia pereas mundus.
¿Cuál fue la alternativa ofrecida en ese debate parlamentario por parte de Vox a la prolongación del Estado de Alarma del gobierno? Pues todo un brindis al sol buscando, de nuevo, el efectismo.
Esto es, la propuesta alternativa de Vox fue la de formar un gobierno de “concentración nacional” entre Vox, el PP… y el ¡¡PSOE!!; y ello después de afirmar que el PSOE, de la mano de Sánchez y Podemos, ha sido el responsable, nada menos, con su gestión criminal de la pandemia, de un “gulag” de ancianos y de la ruina del país.
Para esto ha quedado Vox, para ejercer de mamporrero “anticomunista” contra “la izquierda”, siguiendo esa inercia maniquea, creyendo hallar ahí, en su enfrentamiento con el “correctismo” izquierdista, un caladero de votos importante (como si el éxito electoral justificara el mamporrerismo desquiciado).
La Fundación DENAES (Fundación para la Defensa de la Nación Española), de la que, en buena medida, procede Vox, tenía otras funciones que no se reducían, sin más, como ahora quiere Vox, a darle a “la izquierda” de su propia medicina. Una medicina, por cierto, y este es el problema, que actúa como auténtico veneno cainita en la sociedad española.
Esa Fundación había nacido en el contexto de las controversias generadas, en los tiempos del fútil Zapatero, por la admisión a trámite en el Congreso del Estatuto de Cataluña (y que finalmente fue aprobado en el año 2006), y lo hacía tratando de neutralizar esa polarización, actualmente un sinsentido político, entre izquierda y derecha.
Y sé de lo que hablo porque yo estaba allí el día en el que se fundó la Denaes, a finales del año 2005, en una reunión convocada por el propio Abascal (entonces en el PP, hoy presidente de Vox) en el Hotel Landa, Burgos.
En aquella reunión, uno de los que se convirtieron en patronos de la -todavía en ciernes- Fundación Denaes, Gustavo Bueno, puso de manifiesto, al tomar la palabra, precisamente eso, a saber, que una defensa de España, si queríamos fuese razonable y razonada (Bueno acababa de publicar el libro España no es un mito, defensa razonada de la nación española), tenía que dejar de lado la polarización entre izquierda y derecha, como mitos oscuros, y reivindicar la unidad desde la idea de soberanía nacional. Es más, Bueno fue muy tajante: o desbordamos esta distinción, o no hay nada que hacer (una distinción, además, señaló, que ni siquiera está contemplada en la Constitución).
El foro aceptó estas condiciones, y así fueron cumpliéndose, en general, en la documentación doctrinal (nada despreciable en volumen, por cierto) que desde esta Fundación se fue desarrollando durante unos años (editoriales, manifiestos, declaraciones, libros, etc.).
Pues bien, Vox se fundó en enero de 2014, a partir de Denaes, pero como un “camino a la derecha”, ya partidista (dado que, se supone, la “derechita cobarde” del PP se había desviado de ese camino), que desvirtúa totalmente los propósitos con los que se había fundado la Denaes en este sentido, para terminar así cultivando (hasta la exasperación) precisamente esa mitología (izquierda y derecha), que Bueno había señalado como problemática, es más, como aporética, como callejón sin salida ideológico para una defensa razonada de España.
Y he aquí, lo vimos consagrarse el martes en el Congreso, el resultado de ese “camino de la derecha”, surcado por Vox desde la Denaes (hoy convertida, por cierto, a pesar de los meritorios esfuerzos de algunos, en un apéndice de Vox): un mamporrerismo años 30 en defensa de España, devolviéndole, en ecolalia infantil, la “alerta antifascista” a los “hunos” para lograr el apoyo electoral, se supone, de los “hotros”. Insultar a media España, para conseguir los votos de la otra media.
Y ello en el contexto de una España contagiada y confinada, aunque en “desescalada”, sin ningún otro plan salvo el del miedo al coco comunista.