Dani dice que el amor moderno se parece mucho a tener demasiado tiempo para tirar un penalti y pensarlo tanto que lo acabamos fallando: lo sobreanalizamos de tal forma que nos impide actuar. Pero, a la vez, me saca a la primera de cambio investigaciones científicas que hablan del fin de la pasión o que concluyen que la única buena razón para convivir con alguien es tener hijos comunes. Es un escéptico muy romántico. Sonia, por su parte, separa en compartimentos estanco el sexo y el amor: no le da importancia al cuerpo ni a la fidelidad clásicamente entendida. No se ama con la entrepierna, viene a decirme. Se ama con un lugar inclasificable que ronda el centro del pecho. Carmen me cuenta que ella sabe que está enamorada porque si esa persona tarda más tiempo en contestar de lo habitual, experimenta pánico por si le ha pasado algo malo.
Raúl piensa que para amar, amar de verdad, uno tiene que tener fuerte el espíritu y la autoestima: si no nos acabaremos conformando con el primer tolai que salga a escena y colocando nuestro valor en la mirada de ese espontáneo. Autoestima también para ser valientes y saltar al ruedo por lo que de verdad queremos, eso dice. Autoestima para no morirnos de miedo. Cuando salimos por la noche y liga -que es muy a menudo-, siempre termina diciendo “disculpa, es que estoy con mis amigos”: porque sus amigos somos su primer amor. A mí me hace macarrones los domingos.
Ainhoa, que es la reina del humor ácido, se pone el chubasquero cuando hablamos de amor, pero secretamente su imaginario -gracias a Carta de una desconocida de Max Ophüls o a La La Land- se construye a base de melodías al piano y trenes que se van y besos en blanco y negro antes de que asalten la guerra, la realidad o la muerte -¿no son lo mismo?-.
Paula cree que el amor es salir con tu mejor colega, con tu partner in crime, con alguien que inevitablemente esté en tu equipo. Cuando ella ama, teje una bufanda. O prepara un postre. Regala cosas que cuida con las manos. José Andrés distingue a las potenciales personas importantes en nuestra vida por si disfrutaríamos -o no- con ellas con un plan tan adolescente como tomar unas pipas y un litro de cerveza en un parque -si la respuesta es “no”, mejor vayamos a la cama-. Mi hermano Jose cree que el amor es compartir conciertos. Mi hermana Rosa, que es un ping-pong dialéctico constante, algo no resuelto, algo espídico que siempre está un poco más allá.
Ana y Brais, que salen desde que les tengo en la memoria, juegan a veces a encontrarse en una barra siendo desconocidos: piensan que el amor, por mucho que dure, no puede perder ese componente lúdico. Se ríen y tontean como si se hubiesen conocido ayer: yo les observo y aplaudo con los ojos. Joaquín es práctico y pelea su baldosa: se autoprotege. “Antes la trinchera que el reclinatorio”, me lanza. “Jamás nos tendrán donde quieren”. Y yo asiento, claro. Para Nora el amor es una canción de Amaral. Leo piensa que el amor es la última de nuestras resistencias, la única cosa que no podemos ni debemos medir en términos de rentabilidad: es osada, luminosa, kamikaze, cicatrizante en su pensamiento y su palabra. Se embarca, se embarca, se embarca. Leo es más fuerte que el amor.
Para Pili el amor es independencia y almorzar en Toledo. Si Marta ama, no se piensa el mensaje: suelta todas las palabras -se pone siglo XV-, cambia de ciudad, se sube en burros aún llevando pantalón corto. Se agarra, se agarra, se agarra a lo bello. Fede sabe que ama porque disfruta yendo con ella al supermercado. Juan Diego me dice que me quite ya el corsé de femme fatale, que eso ya no se lleva, que fuera el malditismo viejo, que ahora lo revolucionario es la ternura.
Para Clara el amor es pintar en el vaho de los coches, regalar un pez para que no muera, esperar con pancartas en los aeropuertos. Creo que para Pelayo el amor debe ser parecido a bajar a por aguacates para el desayuno. Y sufrir muchísimo, eso también: convertir a alguien en tu eje y arrepentirte todos los días de no ser más egoísta.
Para mí el amor es el gran tema de la vida, casi la única cuestión que me interesa profundamente, precisamente porque es la más enigmática, la más inabarcable, la menos exacta: pero yo no sé nada del amor, qué voy a saber, soy una romántica teórica que sale huyendo ante la primera demostración. Me acorralo, me turbo: me fascina el amor porque lo rechazo, lo admiro y lo temo, todo al mismo tiempo. Sé que existe pero se desvanece en cuanto lo tengo en las manos: será que lo que amo siempre viene luego. Lo aparco y otras veces, muchas, me esfuerzo por reconstruir su naturaleza hablando con mis amigos, leyendo a algunos autores, viendo determinadas películas, comparándolo con ciertas drogas.
Decía Alvite que el amor es algo complejo que empieza cuando conoces a alguien cuyo cuerpo parece que llevase años preguntando por el tuyo. Lope de Vega decía que es “desmayarse, atreverse, estar áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo”. Cernuda aseguraba que no conocía otra libertad que la de estar preso en alguien “cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío”. Pablo Und Destruktion dice que el amor es lo contrario al punk: pasear bajo la luz de Segovia, comer carne, besarse como se besan los señores.
El amor puede ser, para mí, dejar el trabajo para coger de la mano a mi amor enfermo, sentarme a los pies de la cama, leer extractos de libros en voz alta, querer dormir con alguien muchas noches, sorprenderme siempre, admirar siempre, estar con alguien que creo que es mejor que yo -cuando mi terrorífico orgullo se decide a reconocerlo-. El amor para mí puede ser un “soy mejor cuando estoy contigo”, un “jamás te doy por supuesto”, un “no puedo estar sin tocarte”. El amor te huele desde lejos. El amor es no mirar jamás el móvil porque todo lo que te interesa lo tienes delante. El amor es estar rodeada de tipos perfumados bajo las luces azules de una discoteca y que te venga a la mente su violento rostro adormilado.
No sabemos nada del amor: todo son conjeturas. Apenas podemos verbalizarlo. Como decía Truman Capote, “tan feroz es el ridículo del mundo que no podemos hablar ni expresar nuestra ternura”. Si ustedes se enteran de algo, avisen. Nosotros seguiremos investigando.