La bibliofilia es devastadora. En este despacho, no ha sobrevivido ni un centímetro de pared. Novelas, poemarios, tratados, periódicos, cartas… Se han tragado la inocencia de estos muebles blancos y el corazón de su inquilino, que recita de memoria a San Juan de la Cruz, como si la “noche oscura del alma” fuera a llegar mañana. Son tantos los libros que un piano ha tenido que quedarse fuera, junto al ascensor. Es de esos con candelabros para las velas.
-Oiga, ¿sale a tocarlo por la noche?
-No. Está desafinado. Pasen, pasen, quedo a su disposición.
-¿Quién solía sentarse aquí hace cuarenta años?
-Adolfo Suárez, Alberti, Gironella, Delibes, Cela, Aznar…
Luis María Anson (Madrid, 1935) no quiere posar en su escritorio, que es el de un poderoso, aunque termina accediendo a las pretensiones de la fotógrafa: “Bueno, lo hago, pero que sepas que no me gusta. Voy a parecer Fraga”.
Aquel ministro, en 1966, secuestró ABC por un artículo de Anson titulado “La monarquía de todos”: un manifiesto a favor de don Juan, el rey que nunca reinó. Eran las ocho de la mañana y Franco, sentado en el retrete, casi pierde el equilibrio. Las fuerzas de seguridad salieron en tropel y arrasaron los quioscos. Incluso arrebataron los ejemplares de las manos a los viandantes. Aquello le llevó al exilio.
Director de ABC, presidente de la agencia Efe, fundador de La Razón, académico de la RAE... Anson es el periodista completo.
Sabe a qué huelen cien cadáveres amontonados sobre el barro -fue corresponsal en siete guerras distintas- y conoce las esquinas más oscuras de la Moncloa. Umbral dijo de él que, cuando se dedicaba al contrapoder, su cabeza era “una olla de grillos”; y que, cuando le tocaba medir versos, esa “olla” se llenaba de “ruiseñores”.
Su manera de actuar, resalta este hombre de americana abrochada incluso sentado, admite tres brújulas: el catolicismo, el periodismo y la monarquía. En ese orden. Esta cita, de Ernest Renan, es una de sus favoritas: “La monarquía hereditaria es una concepción política tan profunda que no está al alcance de todas las inteligencias el comprenderla”.
Íntimo amigo de don Juan -es el único miembro vivo de su Consejo Privado- y de Juan Carlos I, reconoce que se llevará grandes secretos a la tumba. "¿No quiere aligerar el equipaje?". "Eso dependerá de lo que usted me pregunte". Ahí va el menú: el Rey y el 23-F, el Rey y las mujeres, el Rey y las acusaciones de corrupción, el Rey y la república.
Tantos años de influencia… y la gente le sigue llamando “Ansón” en lugar de Anson.
En castellano se dice “Ansón”.
Pero usted lo escribe sin tilde.
Sí, sí, pero… Bueno, es un apellido inglés. Lo trajo un médico que vino cuando la Guerra de la Independencia. Se enamoró de una malagueña, se quedó aquí y el apellido se castellanizó.
¿Usted a sí mismo se dice “Anson” o “Ansón”?
“Ansón”. En Inglaterra se sigue diciendo “Anson”. Tiene pinta de que, etimológicamente, signifique algo así como “hijo de”.
Lo siento, pero tiene más magia “Anson”… Sólo falta que comiencen a apodarle “Luisma”. Esta España tan irreverente…
Sí, sí… (se ríe). En la radio y en la tele, emplean el “Ansón”. Yo también. He mantenido la grafía inglesa, pero fonéticamente lo he castellanizado. El idioma lo hace la gente.
Uno de los máximos errores es creer que la RAE diseña la lengua. Los académicos no hacemos más que sancionar lo que la gente ha convertido en habitual. Le cuento un ejemplo que sorprendió mucho a Menéndez Pidal.
Adelante.
Cuando era director de la RAE, apostó por castellanizar los sports. El handball, el basketball, el football… Todo el mundo empezó a decir balonmano y baloncesto, pero nadie utilizaba “balompié”, su traducción directa.
Si no existiera el Betis, se nos habría olvidado esa palabra. ¿Por qué? Porque así lo ha querido la gente. Hay que aceptarlo. Por cierto, ¡no es verdad que nuestro idioma sea machista!
¡No es verdad que nuestro idioma sea machista!
Ya entramos en harina, entonces. Explíquese.
Puede haber expresiones machistas, pero el idioma es claramente feminista. Me hace mucha gracia lo de la vicepresidenta Calvo… Pero, ¿qué me está contando? “Senador” feminiza en “senadora”, “diputado” lo hace en “diputada”… Pero un “socialista” no es “socialisto” y un “comunista” no es “comunisto”.
Algunos diputados de Vox, cuando interpelan a la presidenta del Congreso, la llaman “señora presidente”.
Pues es completamente incorrecto. La RAE, desde hace ya muchos años, acepta “presidente” y “presidenta”. Pongo más ejemplos: el “artista” no es “artisto”, el “psiquiatra” no es “psiquiatro”.
Hay expresiones machistas, pero se van eliminando… Tampoco la RAE puede acabar con todas porque, entonces, cuando la gente lea a Lope de Vega o a Cervantes y las busque en el diccionario… no las encontrará. De verdad, nuestro idioma es más feminista que machista.
Una vez, usted compró y vendió a una niña para conseguir una exclusiva. ¿Hasta dónde debe llegar el ejercicio del periodismo?
Eso lo cuentan Lardiés y Forcada en la biografía que escribieron sobre mí [Anson: una vida al descubierto (La Esfera de los Libros, 2010)]. El chico que vendía los periódicos en el hotel donde yo estaba alojado durante la guerra del Congo me dijo: “Tengo una hermanita y mi padre la quiere vender, ¿por qué no la compra?”. Yo le respondí: “Si la compro, será para liberarla”.
En caso contrario, habría acabado en peores manos, te lo aseguro. Me pidieron una cantidad de dinero para ir a ver la danza de la fecundidad, un rito de la religión animista que se hace en luna llena. Me dijeron que no fuera porque no regresaría, pero fui. El dinero que me exigían era exactamente la misma cantidad que el niño requería por su hermana.
¿Y qué hizo?
La compré, me la trajo el padre. La llevé a la habitación, afortunadamente había dos camas. Durmió tranquila, vio que no tenía intenciones oscuras. Se la fui a entregar al jefe de la tribu y me respondió: “Prefiero dos cabras porque ya tengo cuatro mujeres”. Yo contesté: “O esta niña o nada”.
¿Qué límites debe encontrar, entonces, el periodismo?
Depende de la moral y de la religión de cada uno. No es lo mismo un periodista animista que uno budista, cristiano o ateo. La ética impide comprar o vender a una persona. Yo defiendo la libertad de expresión llevada a su máximo extremo, pero no creo que el periodista sea impune.
¿Se arrepiente de aquello?
No, para nada. Liberé a la niña. Vete a saber si no dónde hubiera terminado. Yo vi cómo muchos hombres compraban niñas, hacían lo que querían con ellas durante dos meses y luego las abandonaban.
La entregué, nada menos, que al hechicero de una tribu que ya tenía cuatro mujeres. Era un lugar mucho menos peligroso para ella. Me porté divinamente, de verdad. Hay que entenderlo en ese contexto.
¿Es ético que un periodista pague dinero por conseguir información?
No lo sé, pero yo no lo haría. La información hay que conseguirla rastreando la noticia con esfuerzo. Otra cosa son los medios que inviertas para llegar hasta ahí: aviones, barcos, coches… Es una cuestión de moral personal, yo no condeno a quienes tienen una idea distinta.
No he sentido miedo ante las coacciones del poder, he sido corresponsal en siete guerras distintas
Como director de periódico, ¿cuál ha sido la parte más desagradable del poder?
He podido sentir la coacción cuando te amenazan en el ejercicio de la profesión. Por ejemplo, publicar una portada y que te cierren los créditos en un banco. O cuando el poder reinante te persigue y te hace mil inspecciones. Pero yo no he sentido miedo. He estado en siete guerras distintas, así que imagínate…
El debate tan enconado que ahora inunda el Congreso de los Diputados era el que usted, Pedro J y Cebrián mantenían hace treinta años. ¿Cómo están esas relaciones ahora?
Con Pedro J me llevo divinamente, aunque nos vemos poco. Se portó bien conmigo cuando dejé Planeta… Es que el grupo tenía dos diarios: uno que defendía la unidad de España, La Razón; y otro que apostaba por la independencia, el Avui. Fui consecuente y me marché. Entonces, Pedro J me abrió las páginas de El Mundo. A Cebrián lo veo todos los jueves en la Academia.
¿Y qué tal?
Bien, porque, generalmente, tiene razón en las cosas que defiende.
Un día, Cebrián apostó por algo que puso en contra a casi todo el mundo. Yo intervine así: “No me voy a meter en cuestiones científicas, pero creo que tiene toda la razón. Y quiero aclarar que no mantengo ninguna relación personal, profesional o empresarial con el señor Cebrián. La única cosa que tengo que confesar es que le estoy profundamente agradecido… pues padezco de insomnio. Reservo para las noches la lectura de El País. Sus editoriales me producen una somnolencia ineluctable”. Él sonrió, pero no dijo nada.
Algunos testigos de la época dicen que siempre parecía que Cebrián y usted iban a llegar a las manos, pero que, en el último instante, eso no sucedía. Él me dijo la semana pasada que hoy existe una cierta cordialidad en el triángulo de directores.
En aquella época, empecé a dirigir un ABC que se hundía y tuve que reinventar el periódico para combatir a la competencia. Por ejemplo, bauticé a El País como “diario gubernamental”. Hasta las ranas del estanque de El Retiro lo replicaron.
Pero de vez en cuando nos poníamos de acuerdo en unas cenas que organizaba Jesús Polanco en su casa, a las que asistíamos Cebrián, Guillermo Luca de Tena y yo. El ABC definía lo que iba a hacer el centro-derecha; y El País dirigía el centro-izquierda.
¿Me está diciendo que, cuando de puertas hacia fuera todo era fragorosa batalla, ustedes quedaban para cenar?
Sí, sí, nunca dejaron de producirse esas reuniones.
Es decir: usted escribía contra Cebrián recordándole su puesto como director de Informativos en el franquismo, él respondía diciendo que ABC era “el diario de la caverna”… y luego quedaban para cenar.
Sí, eran reuniones más bien secretas.
¿Una pantomima?
Había intereses periodísticos comunes: publicidad, distribución, compra de papel… Entonces, los periódicos mandaban de verdad. Luego tratábamos otros temas en los que estábamos de acuerdo: la conveniencia del euro o la lucha contra el terrorismo. Luego apareció Pedro J, el tercero en discordia.
¿También iba a las cenas?
No. En esa época, él ya hacía un periódico potente, pero estaban empezando.
No tengo la menor duda: Luis Calvo fue el mejor director de periódicos de la segunda mitad del siglo XX
Oiga, que yo consumía sus enfrentamientos con Cebrián en la universidad como si de una novela se tratase. Me acaba de dejar hundido.
No, ¡no te hundas! A ver, la polémica era real. Cebrián defendía la monarquía, pero a partir de ahí casi todo era enfrentamiento: El País protegía las posiciones de una izquierda radicalizada; y ABC se inclinaba por el liberal-conservadurismo.
Las rencillas eran de verdad, otra cosa es que… Mira, un día hubo un problema de troncos en Canadá que afectaba al papel que utilizábamos los periódicos. Entonces, nos reunimos.
¿Dónde cenaban?
Casi sistemáticamente en casa de Jesús Polanco.
Le hago la misma pregunta que a Cebrián: ¿quién fue el mejor director de la segunda mitad del siglo XX?
Luis Calvo. No tengo la menor duda. Era un periodista excepcional, el único que ha tenido inteligencia para combatir la censura de Franco. Hizo cosas asombrosas.
¿Y el mejor desde el final del franquismo hasta hoy?
Pedro J.
¿Tiene sentido seguir imprimiendo periódicos de papel?
Creo que sí. El periódico de papel va a subsistir, pero se convertirá en un artículo de lujo. El 90% de la gente almuerza en el Vips, pero existe un 10% que va al restaurante Zalacaín… Pues lo mismo con el periódico del futuro, creo que debe estar impreso en un papel de alta calidad, con un color impecable, cosido, cortado… Llegará a la mesa de los dirigentes políticos, sociales, deportivos, universitarios y empresariales. Será un periódico de análisis, no dará noticias. Hoy, un medio de papel ya no debería dar noticias. Debemos entender eso.
Me he topado con varios directores y subdirectores que dicen: “En España, la mayoría de los periodistas es de izquierdas”. ¿Mito o realidad?
No me parece que eso se pueda afirmar de tal manera, pero es verdad que el periodista de raza, además de informar, debe ejercer el contrapoder. La crítica del poder se vincula más a la izquierda que a la derecha por parte de la opinión pública.
También sucede que los periodistas jóvenes, de entre veinte y treinta años, suelen mantener posiciones de centro-izquierda. Con cincuenta y sesenta, si están al frente de un periódico… La cosa cambia mucho.
El franquismo me censuró en muchas ocasiones; yo no censuré a mis subordinados ni una sola vez
El Anson redactor fue censurado en infinidad de ocasiones por el franquismo. ¿Cuántas veces censuró el Anson director a sus subordinados?
Ni una sola vez. A diferencia de muchos compañeros, cuando un redactor hacía algo mal, yo lo rehacía. Pero no exigía que lo corrigiera de tal manera, sino que me ocupaba yo mismo. Me siento muy satisfecho en ese sentido.
El 21 de julio de 1966, su artículo “La monarquía de todos” -un manifiesto en favor de don Juan y la democracia- supuso el secuestro de ABC por parte del régimen. Cuentan que Franco enfureció al leerlo, sentado en el retrete, a las ocho de la mañana. Señor Anson, usted no tiene corazón. Interrumpir el ritual intestinal de alguien… es inadmisible por muy dictador que sea.
¡Lo del retrete me lo contó Fraga! (suelta una carcajada). Cuando él ya era presidente de Galicia, me invitó a comer y me pidió perdón por poner en práctica aquel secuestro. Me dijo: “Luis María, no me quedó otro remedio. Me llamó el Generalísimo y me ordenó: ‘Iribarne, ¿esa es la libertad que va a permitir usted?’”. Era un momento importante porque Fraga había lanzado hacía poco su ley de prensa.
Se secuestró el periódico incluso en la calle.
Sí, sí, hasta en el Metro. La Guardia Civil entró en los pueblos, debieron de pensar que el ABC sólo se leía en casa de los curas y de los médicos. Fue un escándalo enorme.
Me llamó Luca de Tena [propietario del diario]: le habían dicho que yo no podía continuar en España. Le amenazaron con retirarle el cupo de papel. En su honor diré que Juan Ignacio se ofreció a que me quedara y afrontar las consecuencias. Pedí tres meses para poder casarme y luego me marché con mi ya mujer de corresponsal. Nuestro viaje de novios fue la guerra de Vietnam.
Siempre ha dicho que, en su labor, ha prevalecido el periodismo sobre sus convicciones monárquicas. ¿De verdad lo cree? Si usted hubiera publicado, a lo largo de su carrera, todo lo que sabía… ¿no habría caído el Rey Juan Carlos?
Es muy difícil que pueda contestar a eso (suspira). Si tú me preguntas a mí: ¿qué prefieres? ¿La monarquía de Finlandia o la República de Arabia Saudí? Está claro. Y si yo te pregunto a ti: ¿qué es mejor? ¿La monarquía danesa o la república de Pinochet? Está claro.
Pero hablo de su labor informativa al respecto, a las posibles ataduras debido a su estrecha amistad tanto con don Juan como con Juan Carlos I.
Siempre he procurado no hacer daño a la institución monárquica, pero cuando había que publicar cosas que, efectivamente, hacían daño… las he publicado. El periodismo ha estado por encima. Somos los administradores del derecho a la información del ciudadano.
Me llevaré a la tumba los secretos más importantes que conozco
Pero siempre ha contado que se llevará muchos secretos a la tumba.
Sí. También les pasa a Cebrián y a Pedro J. El 80% de las cosas interesantes que conocemos… nos las contaron off the record. Y el problema del off es que, si lo violas una vez, no volverán a confiar en ti. El periodista debe cuidar esos secretos porque, manteniéndolos, consigue la siguiente información. Me voy a llevar a la tumba lo más importante que conozco.
Cuénteme alguno de esos secretos, conviene aligerar el equipaje.
Eso depende de lo que me preguntes. En el periódico he contado todo lo que se podía contar, pero si alguien iba a mi despacho y se acogía al secreto profesional… Es como el sacerdocio. Ninguno de nosotros tres habríamos tenido ese relieve en el mundo periodístico si hubiésemos revelado esos secretos. Aunque, bueno, cuando son secretos relacionados con la dictadura, uno piensa: ¿por qué tengo que guardarlos?
Créeme, lo peor del franquismo fue la erradicación de la libertad de expresión. Si te cuento ejemplos, no te los crees.
Ponga uno.
Franco consideraba un rojo a Benavente porque pasó la Guerra Civil en Madrid. ¡Era premio Nobel de Literatura! Cuando estrenaba una comedia, no podía aparecer su nombre.
Ibas al Teatro Lara y veías un cartel: estreno de El alfiler en la boca, por el autor de La malquerida. Al día siguiente, Alfredo Marqueríe, en ABC, no podía citar el nombre de Benavente. Mira, se me ocurre otro igual o peor.
Venga.
Un 12 de octubre, Luis Araujo-Costa, que había sido ministro con Franco, escribió un artículo para ABC hablando de “la maravilla del español, el idioma que hablaron El Cid, Santa Teresa y Alfonso X el Sabio”…
La censura devolvió el texto tachando el nombre de Alfonso X el Sabio. Luca de Tena llamó a la autoridad competente: “Uno de tus empleados se ha debido de equivocar”. La respuesta fue: “¡Usted lo sabe perfectamente, eso es propaganda monárquica!”.
Empecemos por el principio… Conoció de primera mano el episodio de la muerte del infante Alfonso, hermano del Rey Emérito. Entiendo que esa tragedia construye, inevitablemente, la personalidad de un hombre.
Fue un accidente terrible. Lo conozco a la perfección. A don Juan Carlos le habían regalado una pistola en Zaragoza. Se la llevó a Portugal. Yo había jugado al tenis de mesa con don Alfonsito hacía muy poco. Era jueves, día de ayuno y abstinencia en Villa Giralda [la residencia real], donde esas cosas se llevaban a rajatabla.
Cuando faltaban tres minutos para las ocho, Juan Carlos le dijo: “Alfonso, baja a traerme un bocadillo”. Y él subió con dos, uno para cada uno. Juan Carlos atrancó la puerta y el niño daba patadas. De pronto, dejó de sujetarla y Alfonso entró como un tren. A Juan Carlos se le disparó la pistola… Le entró el tiro por la cabeza, a la altura de la frente. Terrible, de verdad, terrible.
Tras el accidente de la pistola que causó la muerte de su hermano, Juan Carlos dijo que se metía a monje cartujo
Entiendo que se lo contaron tanto don Juan como Juan Carlos I.
Sí. Don Juan subió las escaleras de dos en dos, cogió al niño y lo bajó dando voces para que, cuando llegara el médico, Alfonsito ya estuviera en el vestíbulo. No hubo manera. Estaba tumbado ahí… Antonio Eraso [un amigo de la familia] subió a hablar con Juan Carlos. Al cabo de un rato, bajó y dijo: “Está desolado, dice que se mete a monje cartujo”.
Don Juan le ordenó que bajase, le cogió la mano y la puso en el pecho de su hermano muerto: “Jura que cumplirás con tus deberes dinásticos”. Juró y cumplió. La Historia de España tiene cuatro grandes reyes: Carlos I, Felipe II, Carlos III y Juan Carlos I. Hizo una labor increíble.
Juan Carlos I decepcionó a Luis María Anson cuando se arrodilló ante Franco y los principios de la dictadura. ¿Pensó que estaba todo perdido?
Me quedé desolado, igual que don Juan. El entonces príncipe juró los principios del Movimiento. Luego no quiso ser perjuro y convenció a Torcuato Fernández-Miranda para ir “de la ley a la ley” con la llamada “reforma política”.
Cuando Franco le dijo a don Juan Carlos que le nombraba sucesor, él respondió: “Tendré que hablar con mi padre”. Franco le contestó que no. Y el príncipe se lo contó por carta a don Juan. Fue tremendo, inadmisible. Yo estaba allí cuando llegó esa misiva.
¿Qué le decía el entonces príncipe acerca de Franco cuando eran jóvenes e íntimos amigos?
Es difícil porque… ¿hablaba con sinceridad o se hacía el tonto delante de Franco? Bueno, creo que tenía la idea de que Franco era como la Sierra de Gredos. Estuvo muy influido por los tecnócratas del Opus Dei.
¿Eso qué significa?
Se decía que los “principios del 18 de julio” serían como los de la revolución francesa, que sobrevivirían durante más de doscientos años. Se lo creían de verdad. Es posible que don Juan Carlos también.
Lo diré de la manera más rotunda: don Juan Carlos fue quien liquidó el 23-F
Mucho se ha especulado sobre la relación entre Juan Carlos I y el 23-F. Él era amigo de Alfonso Armada, uno de los sublevados.
Te lo diré de la manera más rotunda: el 23-F lo liquidó don Juan Carlos. Armada llegó a fabricar un gobierno. Quiso engañar al Rey. A partir de aquel día, no volvieron a hablar.
Había un riesgo enorme de que el ejército tomara el poder. Armada, partidario de ello, se inventó ese gobierno de concentración en el que había socialistas, comunistas y democristianos para engañar al Rey y conseguir que se sumara. Pero, en el fondo, Armada buscaba que Milans del Bosch fuera presidente; y él mismo, vicepresidente.
¿Quién era el “elefante blanco”, aquel líder que esperaban los sublevados?
Milans. Estoy seguro. Iba a ser el presidente, con Armada de vicepresidente. España atravesaba una situación de extremada debilidad, en gran parte por culpa de Adolfo Suárez, que siempre tuvo miedo de que le acusaran de falangista debido a su pasado.
Fue muy inteligente al dimitir: había ganado la última moción de censura por dos diputados. Cuando supo que once de los suyos estarían dispuestos a votar en contra, se fue a la tele y anunció la dimisión. Fue digno.
¿Usted puede poner la mano en el fuego por su amigo Juan Carlos de Borbón?
Pongo las dos manos en el fuego. Su actuación el 23-F fue impecable.
¿Y en términos de corrupción?
Me hablas de algo… hay elementos que desconozco. Pero sí pongo la mano en el fuego por la honradez de don Juan Carlos. Otra cosa es que no repatriara el dinero que su padre le dejó en Suiza, ¿o que haya recibido dinero de más sitios? No lo sé. No te lo puedo decir. Pero él jamás comprometió el interés de España.
Todas sus operaciones económicas fueron en favor del país. Es muy fácil llamar corrupto cuando se carece de pruebas. Luego todo acaba en agua de borrajas. Todas estas historias de las chicas… Si de pronto le gustaba una y salía con ella, pues hacía muy bien.
Oiga, ¿y la Reina Sofía?
Bueno, estaba casado como están casados los reyes. Primero se enamoró de ella, pero sesenta años de matrimonio… créeme que pesan un poco. A eso no le doy la menor importancia.
A lo del rey Juan Carlos y las chicas no le doy la menor importancia
Hábleme de Corinna. ¿La ha tratado alguna vez?
No.
¿Da crédito a alguna de las acusaciones que lanzó contra Juan Carlos I?
Me pareció una cosa lamentable. Don Juan Carlos, en las relaciones que ha tenido con mujeres, no ha podido ser más discreto. Quiere mucho a doña Sofía y siempre ha procurado que no se enterara.
Cuando se estropeó la cadera, cometió el error de colocar cerca de la Zarzuela, para poder verla, a la persona con la que estaba. Eso fue un error inmenso. De ahí viene todo. Esa señora, como todas las aventureras, en cuanto dejó de percibir el dinero que le llegaba por estar con don Juan Carlos, hizo lo que hizo.
Pero, ¿habla de dinero procedente de la Casa Real?
Me imagino que ella vivía como una princesa gracias al dinero de…
¿Todos los españoles?
No, no es exactamente así. La Familia Real tenía mucho dinero. Alfonso XIII dejó una gran herencia. Don Juan nunca necesitó un céntimo de nadie. Eso lo he vivido yo mismo.
¿Qué responde a aquellos que -como por ejemplo Gregorio Morán- aseguran que el precio de la Transición fue permitir al Rey convertirse en un “comisionista”?
Eso no es verdad, es una insidia. No tiene nada que ver con la realidad.
¿Usted conocerá la Tercera República española?
Tengo la esperanza de que no. Si la Tercera República se quiere proclamar desde la actual Constitución… Ay, eso lo hicimos muy bien. Yo mismo intervine. Necesitan dos tercios del Congreso, dos tercios del Senado, nuevas elecciones, otra vez dos tercios del Congreso, dos tercios del Senado y un referéndum nacional.
¿Es, entonces, una Constitución anti-república?
Es una Constitución en la que se toman cautelas para muchas cosas.
¿Cree que Pedro Sánchez es republicano?
No lo sé, no he hablado con él de eso. Pero parece que sí. Felipe González era republicano, pero se hizo juancarlista. Si tú miras los países más libres del mundo, verás a las monarquías europeas muy bien clasificadas.
Un día, hablando con los de Podemos, ellos estaban defendiendo la eutanasia. Yo no sé si estoy a favor o en contra. Hombre, me da un poco de miedo que los hijos y nietos que quieran heredar puedan liquidarnos (se ríe). Esto fue lo único que les respondí: “Si eso es progresista, ¿por qué decís que la monarquía es anacrónica? Los tres países en Europa que autorizan la eutanasia son Dinamarca, Holanda y Bélgica”. ¡Tres monarquías!
En España no existe un sentimiento antimonárquico. Esa operación, aunque se pretenda, no será fácil. Yo ya no viviré para entonces si Dios quiere. No deseo presenciarlo.
En España no existe un sentimiento antimonárquico, una nueva República no será operación fácil
Usted le dio mucha cera a Felipe González. ¿Sánchez le parece a su lado una hermanita de la caridad?
Felipe es un portaaviones; y Sánchez, una piragua. González ha sido el gran hombre de Estado del siglo XX. Sacó 202 diputados en 1982. Con ocho más habría podido reformar el 90% de la Constitución. La mantuvo y actuó como un hombre de Estado. Sánchez, ay, es que Sánchez…
Una… ¿piragua?
También le ocurre al lado de Pablo Iglesias, que es un peso pesado de la política, un hombre inteligente, un tipo de primera.
Espere, espere, que estábamos con Sánchez.
Ah, sí. Es un hombre agradable, cordial, simpático… sin coherencia ni principios. Te dice una cosa y la contraria… y se queda más ancho que largo.
Descríbame cómo sería hoy una de sus míticas portadas de ABC, pero con Sánchez como protagonista. Le dejo que resucite a Mingote como dibujante si quiere.
Mingote hizo una vez un dibujo del Consejo de Ministros… Todos como si fueran percebes. Hoy no estaríamos muy lejos. También podríamos repetir aquella en la que aparecían unos borregos entrando en Madrid.
Lo he pasado muy bien con Pablo Iglesias, con él se puede hablar de poesía y novela
¿El nacimiento de Podemos ha sido bueno para España?
Tal vez lo mejor hubiera sido mantenernos en el bipartidismo, pero sí diré que Iglesias no es como Sánchez, no produce sorpresas. Es enormemente coherente. Está en la frontera del comunismo. Es un profesor universitario con el que se puede hablar de novela y poesía. Lo he pasado muy bien cuando he estado con él.
Me hizo una entrevista para La Tuerka y me quedé encantado. Es un político de primer orden. La formación de gobierno es prueba de su madurez. Pablo Iglesias tiene formación doctrinal seria, no coincido nada con él, tiene talla de presidente de gobierno. Ojalá llegue el momento en que se dé cuenta de que la monarquía no es mala.
¿Y Pablo Casado tiene talla de presidente?
Necesita un poco más de tiempo para cristalizar. Lo está haciendo muy bien, ha reconducido un partido que se le había ido de las manos a Rajoy. Es que Rajoy es el autor del auge de Vox, Ciudadanos y Podemos.
Cebrián me dijo que Vox es el “franquismo sociológico”. ¿Está de acuerdo?
Sí, estoy de acuerdo. Bueno, Vox es Ramiro de Maeztu. Lo digo habiéndome leído su programa de cien puntos.
Escriba el epitafio de Albert Rivera.
No lo puedo escribir. No conocemos el motivo real de lo que hizo. Tuvo la posibilidad de formar con Sánchez un gobierno de 180 escaños. Sería un Ejecutivo razonable que no alarmaría a Europa. ¿Por qué lo rechazó? A mí me dan esta versión: se indignó cuando supo que el Gobierno había encargado al CNI que le investigara en un sentido personal. Todo eso está por explicar. Es inverosímil que alguien que podía formar ese gobierno no lo hiciera.
Esta entrevista se publicará el 8 de marzo. ¿Es usted feminista?
Lo soy absolutamente, hasta cuando no tienen razón y salen esas feministas talibanes… Somos cuatro hermanos. La mejor, mi hermana. Era la más inteligente, la más trabajadora, la más responsable, la más seria… y no podía tener un talonario de cheques o un pasaporte. Estaba mal visto que trabajara.
Lo he vivido en mi casa, cuando pienso en ella… Estaba socialmente excluida por culpa de unas tradiciones y de un machismo intolerable. ¿Ahora hay exageraciones en el feminismo? Sí, pero lo acepto precisamente por todo lo que han pasado.
¿Mantiene su fe en Dios?
Absolutamente.
¿Y en el periodismo?
También. Soy católico y he organizado toda mi vida sobre los principios del derecho público cristiano. Sigo escribiendo doce artículos por semana. Empecé a los trece años en el Colegio del Pilar. Luego dirigí la revista de estudiantes. Y después… Pues eso. Todo.
Siempre le ha fascinado la poesía. Despídase con los versos que estarán en su mesilla cuando le llegue la muerte.
Seguramente será este poema anónimo. Ahí va [Anson recita con la mirada vidriosa, como un cristal a punto de estallar]:
No me mueve, mi Dios, para quererte
el Cielo que me tienes prometido
ni me mueve el Infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor. Muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas, y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que, aunque no hubiera Cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera Infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.