Albert Rivera (Barcelona, 1979) pasará este domingo encerrado junto a su equipo para preparar el debate. Una cita que afronta esperanzado y con ganas, dispuesto a convertirla en el gol por la escuadra de la remontada. No presta demasiada atención al descalabro que le auguran las encuestas, ni siquiera al CIS de Tezanos, que le regaló un pronóstico más indulgente que el publicado por los medios de comunicación.
Por su despacho lo conocerán. En la pared, el cuadro del “Abrazo”, de Juan Genovés; un retrato de Kennedy, un dibujo de su hija Daniela, una camiseta de la Selección española firmada por Nolito, un balón de waterpolo y una taza de Messi. También luce enmarcada una imagen que une a Ciudadanos con En Marche, la plataforma de Emmanuel Macron. Aunque su gabinete insiste en que el lema de campaña -España en marcha- aúna raíces ibéricas. Ese poema de Gabriel Celaya, del mismo título, que dice: "Ni vivimos del pasado, ni damos cuerda al recuerdo. Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos".
El candidato de Ciudadanos, a una semana del 10-N, garantiza que, si de él depende, no habrá terceras elecciones. Prefiere formar gobierno con el PP -asumiendo el apoyo externo de Vox, como en Madrid o Andalucía-, pero si los votantes le sitúan en la oposición, pactará la investidura de Sánchez a cambio de "las reformas liberales que necesita el país". En ningún caso, advierte, compartirá consejo de ministros con Santiago Abascal.
Los liberales ven con cierta frustración y gran alarma la evolución de Ciudadanos en las últimas encuestas. ¿Existe el riesgo de que el 10-N pierdan todo el capital acumulado?
Eso sólo pasará si los liberales se quedan en casa. Si van a votar, como lo hicieron la última vez; si se mantienen en el centro en lugar de viajar a los extremos… pero no ocurrirá. Todo lo contrario. Tenemos la oportunidad de consolidar los valores liberales mediante un partido en el centro que ponga a España en marcha. Según nuestros últimos trackings, estamos creciendo y recuperando el pulso. Y lo más importante: hay tres millones de personas que dudan si votar a Ciudadanos. Confío en la remontada.
¿No relaciona esa caída en las encuestas con la decepción que pudo suponer su “no” a la mayoría absoluta Ciudadanos-PSOE?
Los votantes españoles, en general, están cabreados y cansados. Los liberales son quienes más dudan. El electorado de centro es el más abstencionista, el que más tarde decide. En la última campaña nos pasó igual. En Andalucía no había ni una sola encuesta que pronosticara el cambio que luego llegó. Lo importante es ir a las urnas el 10 de noviembre. Más allá de los errores que todos cometemos, escuchemos a los españoles. A mí nadie me habla de sillones ni de terceras elecciones. Todo el mundo me pide que pongamos España en marcha y que los constitucionalistas nos unamos frente al separatismo.
Algunos adversarios políticos, a izquierda y derecha, les culpan directamente de la repetición electoral y del consecuente gasto de cientos de millones de euros. ¿Le pesará, tras el 10-N, la oportunidad perdida de haber conformado aquella mayoría con Sánchez?
Eso es una ficción que está en la cabeza de los rivales, que me quieren culpar de lo que no soy culpable. El "con Rivera, no" lo cantaba la militancia del PSOE durante la noche electoral, y no yo. El pacto con Otegi en Navarra lo firmó Sánchez, y no yo. El acuerdo con Torra en la diputación de Barcelona lo selló Sánchez, y no yo. Los socialistas han preferido sumar con Podemos y el separatismo. Es un hecho. Pero miremos al futuro. Cuanto más fuertes seamos los liberales, menos posibilidades habrá de que se repitan esos acuerdos. Lo digo claramente: sería mucho mejor un Gobierno Ciudadanos-PP repartido al 50%. Mi gran diferencia con Sánchez y Casado es que sí digo cómo emplearé los escaños que consigamos.
Acudí a las elecciones con el compromiso de la Ejecutiva, no era sólo mi criterio personal
¿Y qué hará?
Si puedo gobernar con el PP, formaremos el Ejecutivo en un mes. Pero si los españoles me sitúan en la oposición, también estoy dispuesto a poner al país en marcha a cambio de reformas liberales, estructurales y de Estado.
¿Está seguro de que la deliberación interna en Ciudadanos durante estos últimos meses ha tenido suficiente calidad democrática? O dicho de otra manera: ¿su posición personal ha condicionado sobremanera la toma de decisiones?
En la Ejecutiva de Ciudadanos, votamos y decidimos la estrategia antes de ir a las elecciones. Dijimos: "Vamos a formar, con el PP, un gobierno alternativo al de Sánchez y los nacionalistas". Di mi palabra y la cumplí. Mantener la coherencia es sano. Votamos esa decisión estratégica hasta tres veces. ¡Ningún partido debate como éste ese tipo de decisiones! Es respetable que luego alguien cambie de opinión.
Soy el presidente y asumo mis responsabilidades, pero fui a las elecciones con un compromiso de la Ejecutiva, no con un criterio personal. ¿Autocrítica? Siempre. Pero una cosa es asumir qué se puede hacer mejor y otra renegar de la palabra dada a los votantes. Si lo hiciera, faltaría el respeto a los cuatro millones de personas que me apoyaron.
¿Podría detallar esa autocrítica de la que habla?
Como todo en la vida, siempre se pueden hacer más esfuerzos. Podía haberme metido en la reunión entre PSOE y Podemos para decir: "Aunque con Rivera no… dadme un puesto aquí, quiero un ministerio". O directamente: "Lleguen a un acuerdo con nosotros". ¿Habría surtido efecto? Sinceramente, creo que no. Sánchez me lo dijo: "Mi socio preferente es Podemos". No comparto esa estrategia, pero me parece legítimo.
¿Podría haber cambiado yo la opinión del PSOE cuando no lo querían ni sus militantes ni sus dirigentes? Me lo he preguntado. Pero, sinceramente, pienso que habría sido imposible. Uno siempre se pregunta en la vida: "¿Qué más podría haber hecho para convencer al otro?" Pero, repito: mentiría si dijera que me parece mal dar la palabra a mis votantes y cumplirla. En esta campaña, el apoyo a Ciudadanos va a servir para desbloquear España y para poner en marcha reformas liberales y de Estado.
Si los números con PP y Vox fueran suficientes, ¿aceptaría que Abascal tuviera ministros en ese Gobierno?
No. Yo creo que los gobiernos que he puesto de ejemplo -Andalucía o Madrid- están funcionando porque la gente que los integra es seria, moderada y con principios. En Andalucía se están haciendo las cosas razonablemente bien. Hay una labor de trabajo conjunto. Si metemos tres partidos en un Ejecutivo…
Por tanto, si Vox crece y exige su entrada en el Gobierno, Ciudadanos abandonaría esa negociación.
Nosotros ya lo hicimos hace cuatro años: nos quedamos fuera del Gobierno. Ciudadanos tiene hoy madurez y experiencia para gobernar, como lo hacemos en Madrid, Murcia, Andalucía… En este momento político, en el que hay que dar estabilidad y rigor, meter tres partidos tan distintos en un mismo gobierno… No lo veo bueno para España.
No veo bueno para España un gobierno de tres partidos políticos
Entonces, ¿seguro que no habrá ministros de Ciudadanos y Vox?
Con Vox comparto la defensa de la unidad de España o la nítida beligerancia contra el separatismo. Pero una cosa es eso y otra el modelo económico-social. No compartimos modelo de familias ni de libertades. Comparen las posturas sobre muerte digna, aborto, gestación subrogada, adopción por parte del colectivo LGTBI… Nosotros somos liberales y no ultraconservadores. Juntar todo eso en un gobierno no sería bueno porque habría demasiadas contradicciones. Pero si Vox, como ha hecho en Madrid o Andalucía, apoya unos presupuestos o se abstiene para que salgan… Si es bueno para España, adelante. Un país con seis partidos tiene que tener cintura para diferenciar entre el Ejecutivo que gobierna y el parlamento que legisla.
¿Hasta qué punto le preocupa que tantos sondeos pronostiquen un ascenso y la consolidación de la extrema derecha?
Recuerden lo que pasó en la última campaña. Ya lo he vivido. No creo que vaya a suceder. Hay más liberales que radicales. Más gente en el centro que en los extremos. La realidad fue muy distinta a la de aquellas encuestas. En estos días, en los extremos -las posiciones más fijas- están seguros de su voto, pero los moderados van decidiendo conforme avanza la campaña.
¿No fue el veto a Sánchez una consecuencia derivada de ese deseo de sustituir al PP como gran partido de centro derecha?
No. El objetivo era gobernar España. Creíamos que el pacto con Podemos y los nacionalistas planteado por Sánchez era malo para el país. Y lo sigo pensando. Sostenerse en los nacionalistas, en un momento de inestabilidad económica como éste, es un grave riesgo. Prefiero un gobierno Ciudadanos-PP. Pero si no se puede, me inclino por un gobierno constitucionalista en minoría pactado con la oposición. Debemos evitar que Iglesias mande en lo económico y Torra en lo territorial.
¿Está satisfecho con las negociaciones de Comunidades y Ayuntamientos? Algunos dirigentes de su partido, fuera de micro, dicen que se podría haber obtenido más poder. La alcaldía más reseñable ganada por Ciudadanos fue la de Granada.
Las negociaciones se parecen a lo que pidieron los españoles. Hablemos claro. Los votantes no pusieron a Ciudadanos por delante. Nos dieron un gran subidón. Nos quedamos casi a la par que el PP en lugares importantes. ¿Que a mí me gustaría tener presidentes autonómicos? Claro. Pero los pactos que firmamos se parecen mucho a los resultados. La obsesión de un partido no debe ser tener más gobiernos, escaños o consejerías, sino cómo satisfacer la voluntad de sus votantes.
Ni Sánchez ni Casado tienen el compromiso con España que yo manifiesto
Sánchez insiste en que no habrá gran coalición del bipartidismo. Da la sensación de que el PSOE les necesita a ustedes como blanqueante de una suma con Casado. ¿Aceptaría ser esa bisagra que desbloquee España?
Miren, yo quiero gobernar España y ser presidente. Creo que ni Sánchez ni Casado tienen el compromiso que estoy manifestando. Cuando quieres a tu país, lo quieres siempre, no sólo cuando eres presidente. Pienso que lo he demostrado con mi trayectoria política: acuerdos de investidura, de presupuestos, pactos autonómicos y municipales… En cuatro años de vida nacional, hemos demostrado que ponemos a España por delante de Ciudadanos. Un gobierno liberal, sin mochilas de corrupción, sería muy bueno para el país. Por eso debemos ganar a Sánchez y tener mayoría con el PP.
¿El bipartidismo se pondrá de acuerdo?
PP y PSOE nunca se han puesto de acuerdo para la educación, la economía o las grandes reformas de Estado. Pero sí lo han hecho para taparse la corrupción, repartirse los jueces o adjudicarse cargos en numerosas instituciones. Las reformas que plantea Ciudadanos son el nexo común de los españoles moderados. No voy a convertirme al sanchismo en un cuarto de hora. Pero me gusta España, y hay algunos puntos que comparto con PP y PSOE. Me gustaría ponerlos en marcha.
La política es el arte de lo posible. ¿Garantiza a los españoles que, si de usted depende, no habrá terceras elecciones?
Ése es mi compromiso. Me comprometo al desbloqueo en menos de un mes, tanto si estoy en el Gobierno como si me sitúan en la oposición. Pondremos sobre la mesa las diez reformas de Estado que necesita el país. Los separatistas y el desafío económico no descansan. Si te quedas parado, todo se degrada. Un gobierno constitucionalista con una oposición responsable, sea cual sea, podría hacer frente a los grandes retos que afrontamos.
Usted mismo dice que, programáticamente, unas veces coincide más con el PP y otras con el PSOE. ¿Esa realidad, al margen de cómo le llamemos, no le podría convertir en el facilitador clave para una solución constitucional?
Sí, la solución puede ser Ciudadanos. Pero una solución desde el coraje y las ganas de cambiar las cosas. No quiero un pacto PP-PSOE-Cs para que nada cambie. Quiero un acuerdo de Estado para que las cosas cambien. Un acuerdo bipartidista podría ser: "No toques la corrupción, no toques los jueces, no cambies la ley electoral". España no sufre una maldición bíblica. Pongámonos de acuerdo en un mínimo común denominador. Ante una situación excepcional, soluciones excepcionales.
Aspiro a todo, quiero gobernar y, por eso, saldré a ganar
¿Se ha marcado un suelo electoral para el 10-N? Si, por ejemplo, saca menos de treinta escaños, ¿dejará paso a otro compañero? ¿Sería Arrimadas su sucesora natural?
No conozco a nadie que, deseando ganar el partido, lo dé por perdido antes de empezar. Me gusta salir a ganar. Pese a los que crean que no es posible, pienso que sí se puede. La manera de no tener vértigo es mirar siempre hacia arriba. Lo hago siempre. No voy a perder ni un instante de campaña, espero que lo entiendan, en ese asunto. Aspiro a todo. Quiero gobernar España. Los trackings detectan que vamos al alza.
¿Cree que, en un escenario tan fragmentado, el papel de Ciudadanos puede ser más importante con menos escaños que ahora?
Es una posibilidad. Ya lo veremos. Me importa más lo que ocurra a partir del 11 de noviembre que los resultados del 10-N. Me he comprometido a poner todo de mi parte para que no haya unas terceras elecciones. Deberemos sentarnos en mesas de negociación. Ahí demostraremos nuestro sentido de Estado. Ciudadanos nació para esto: para garantizar que España se pone en marcha, está unida frente al separatismo y prioriza las reformas a la parálisis.
Hablemos de Cataluña. ¿Es la mina electoral de Ciudadanos que el PSOE no responda a la pregunta de cuántas naciones hay en España?
Es muy difícil ser presidente de España sin saber lo que es España. Yo sí lo sé. Está en la Constitución y es nuestra Historia. España nunca ha sido una nación de naciones. Nunca una nación de territorios. Por lo menos en la era moderna. España es una nación de ciudadanos libres e iguales, nazcan donde nazcan, vivan donde vivan. Los derechos son de las personas, no de los territorios. Por eso es muy difícil el acuerdo con quien acepta esos agravios. Creo que el Gobierno, por encajar a los nacionalistas en España, ha desencajado España entera. Hay más desigualdad que nunca. Planteo la revolución de la igualdad de oportunidades. Mientras Iceta le hace el programa al PSOE, yo, que soy catalán, digo que nadie está por encima de nadie. Las lenguas, nuestra fascinante cultura, no nos debe dar privilegios.
El PSOE compra la mercancía averiada del nacionalismo
Vistas las imágenes de estos días, ¿es pesimista u optimista respecto a la conllevancia con el nacionalismo catalán? El 155 que ustedes plantean es, según la Constitución, un mecanismo transitorio.
Para obtener la solución conviene hacer un buen diagnóstico. El gran error de PP y PSOE en Cataluña es pensar que la solución tras el golpe a la democracia es hacer más concesiones al nacionalismo. ¿Se imaginan a Torra nombrando jueces? Los socialistas se equivocan cuando piensan que el Govern no tiene suficiente. Han activado, desde Pujol hasta hoy, todos los resortes para separarse de España. Mi receta es distinta: hay que controlar las competencias, implantar la alta inspección en educación, garantizar el bilingüismo…
En definitiva, no comprar la mercancía averiada al nacionalismo. El PSC ha absorbido intelectualmente al PSOE y sí la compra. Pido que el presidente de Cataluña, independentista o no, sea leal al Estado. Ni los lehendakaris más nacionalistas aplaudieron a los violentos. El 155 es un instrumento para retomar la confianza y la seguridad jurídica.
En relación a otro asunto: usted estaba a favor de la exhumación de Franco, pero en contra del decreto y la manera en que se hizo. Por eso se abstuvo en aquella votación. ¿Cree que Ciudadanos lo ha explicado bien? ¿Le ha podido penalizar electoralmente?
Hay dos ámbitos: la burbuja político-periodística y la realidad española. Podemos hablar del decreto, de los detalles, pero lo real es: la inmensa mayoría de españoles, más allá de su ideología, no prioriza la exhumación de Franco tanto como para hacerla de ese modo y en campaña. Ni siquiera los que estamos a favor de que en el Valle no se pueda rendir tributo al dictador.
¿Qué haría usted con el Valle de los Caídos?
Me gusta la política norteamericana, el ejemplo de Arlington, un cementerio con 300.000 soldados enterrados… Esa solemnidad de los caídos en diferentes bandos, pero todos respetados, me parece un ejemplo de reconciliación. Me gustaría que hubiera un lugar en España donde viéramos nuestra Historia, a través de tumbas si hace falta. Y eso no existe. La prueba es que, tras la exhumación, ¿ahora qué? Zapatero y González no habrían actuado como Sánchez. Yo, si hubiera sido presidente, no habría movido un dedo sin recabar el apoyo de la oposición. Habría buscado unidad. Dibujar a la mitad de España como franquista es una broma. De verdad, una auténtica broma. A mí no me gustan las dictadores, ni vivos ni muertos, ni de izquierdas ni de derechas. ¡Qué diferencia entre los hombres de la Transición y lo que ha hecho Sánchez! Hasta Pablo Iglesias le ha criticado. ¿También es franquista?
Vuelve a haber un curioso idilio entre Iglesias y usted. El líder de Podemos alaba que Ciudadanos no se haya dejado convencer por el Ibex.
Si algo caracteriza a los liberales es que respetamos a los que piensan distinto. Defendemos nuestras ideas con vehemencia, pero con respeto a los votantes del adversario. En esta España en la que Sánchez quiere dibujar como enemigos a los que no piensan como él, en esta España en la que Vox te tacha de rojo peligroso si no les apoyas, defiendo que los votantes de Podemos, PSOE, PP y Vox son mis compatriotas.