Paco Vázquez (La Coruña, 1946) tiene discurso, atuendo y maneras de embajador. Si no lo hubiera sido, cualquiera de los que ahora le ven saludar en el rellano de este hotel diría: "Mira ese hombre, parece más embajador que otra cosa". Este hombre de americana marina y pañuelo a juego en la solapa nunca entrará a una habitación antes que su interlocutor. En un vals con el final rígidamente premeditado, mueve los brazos y las piernas de tal manera que siempre cede el paso.
A la hora de exponer su criterio, se le escapa una muletilla al final de cada respuesta que le empuja al acuerdo: "¿Verdad?". Y sus contertulio, sea cual fuere su opinión, se ve impelido a converger.
El histórico alcalde de La Coruña, exembajador ante el Vaticano y dos décadas diputado socialista, recibe en una suite porque la cafetería está ocupada por un congreso científico. Quizá por eso desnude su discurso hasta casi revelar el voto: "Posiblemente apoye a Rivera". Recrimina al "camaleón" Sánchez haberse dejado apoyar por "el trípode de la maldad" y lamenta, como católico, que el PSOE "haya vuelto a ser anticlerical". Duro como nunca, pero con los modales exquisitos de siempre.
¿Le duele el PSOE?
Muchísimo. No porque yo haya sido militante durante casi cuarenta años, sino por España. El actual PSOE sufre una deriva ideológica muy preocupante para la estabilidad del país. Deja un hueco tremendo en el espacio político de la socialdemocracia, en el centro izquierda. Renuncia a su principal vocación de las últimas décadas: ser el partido hegemónico de la izquierda que lucha por ganar elecciones. Hoy, su voto es de coalición o delegado. Aspira a gobernar con otros, precisamente con quienes no debiera. Muchos socialistas pensamos que nuestro partido está okupado… Sí, con k.
¿Por qué?
El discurso, las actitudes de la actual dirección y el sanchismo en general suponen la revisión de todo lo que aportó el PSOE durante la Transición.
Usted dejó de tener carné socialista antes de que llegara Pedro Sánchez.
No podía militar en un partido que, en el tema territorial, rompía con la solidaridad al aceptar vías excepcionales para Cataluña. Un partido que abría puentes de diálogo en el País Vasco con los grupos que, de alguna manera, directa o indirecta, habían estado ligados al terrorismo. Mis ideas son las mismas, el que se ha desplazado es el PSOE. Aquello del Estatut, el tripartito y la permisividad en los inicios del procés iniciaron mi alejamiento, pero la ruptura llegó con la ley de la Memoria Histórica.
Explíquese.
Esa ley rompe con la piedra angular de la Transición: la reconciliación democrática. Es una manifestación totalitaria de primera magnitud. Supone intentar controlar y manipular la Historia. Un maniqueísmo de buenos y malos. Desde aquel momento, sigo siendo socialdemócrata, pero no puedo formar parte del proyecto político del PSOE porque no lo comparto.
Hay socialistas que se equivocan y comparten tribunas con quienes intentan acabar con España
Hace unas semanas, usted compartió escenario con Albert Rivera en La Coruña. Aseguró que conoce a muchos socialistas que estarían "encantados de participar en actos" con el presidente de Ciudadanos. Le han llamado traidor.
¡Pero es que hay muchos socialistas encantados de que se vuelva a abrir el diálogo constitucional! Muchísimos militantes del PSOE desean que un liberal y un socialdemócrata, como Rivera y yo aquel día, puedan sentarse y charlar. Hay otros socialistas que, en cambio, se equivocan de contertulio y comparten tribunas con quienes intentan acabar con España y la Constitución vigente.
¿Ha recibido alguna llamada del Gobierno o de la dirección del PSOE?
Sólo faltaría…
¿Ninguna llamada?
Sigo manteniendo relaciones estrechas con muchos socialistas. Nos vemos y nos reunimos.
¿Y con socialistas que están en el Gobierno?
Nada.
¿Ningún ministro?
Con alguno he hablado, pero no por su condición de ministro, sino por la condición de amigo y compañero socialista.
Habla de Borrell.
Eso lo está deduciendo usted.
¿Qué le dicen?
No tengo relación política ni con el Gobierno ni con las estructuras de poder del PSOE. Tampoco deseo tenerla. Me limito a exponer mi criterio y compartirlo con otros socialistas, algunos militantes y otros que se han dado de baja, pero todos preocupados con esta deriva.
¿Cree que el Gobierno está unido en torno a esa "deriva" que usted menciona o piensa que Sánchez encuentra resistencias en el Consejo de Ministros?
Me temo que no hay resistencias. Todos los miembros del Ejecutivo han sido elegidos por los mismos votos, las mismas ideologías. Se deben a esos acuerdos que los han hecho ministros. Aceptar ser ministro de un Gobierno votado por Bildu implica una posición política y personal determinada.
En su última entrevista con este periódico, expresó literalmente: "No tengo el menor interés intelectual en conocer a Sánchez". Un presidente del Gobierno siempre es interesante, ¿o no?
No en este caso. No por el presente, sino por el hilo continuador de su trayectoria. En mi modesta opinión, Pedro Sánchez ha reflejado un camaleonismo tremendo. Siempre dispuesto a adaptarse a cualquier situación que le permita alcanzar el poder, dentro y fuera del partido. Su discurso es contradictorio en todo momento. Un presidente debe reunir liderazgo de ideas y proyecto. Eso en Sánchez no existe.
En aquella conversación, también añadió sobre Sánchez: "Dejarse apoyar por los separatistas es una pirueta que jamás le perdonará la Historia". ¿Es para tanto?
¿Para tanto? ¡Es para más! Por primera vez en España se ha formalizado un Gobierno participado por lo que yo llamaría el trípode de la maldad: los comunistas caribeños –influidos por Venezuela y Cuba–, los golpistas –lo cual es inconcebible– y el deshonor de Bildu.
Lo que hay ahora en el Parlamento es zafiedad. Ahí se refleja la mediocridad alcanzada por la política
Un paréntesis. ¿Vio la escena del escupitajo que denunció Borrell? El comunicado de Sánchez no mencionó ni a Rufián ni a Esquerra Republicana. Tampoco al autor del salivazo. El presidente pidió disculpas en nombre de todos los diputados. Varios ministros, cuando Borrell se quejó, dijeron no haber visto nada.
Eso es una obviedad. Refleja el nivel de cautividad del Gobierno respecto a Esquerra Republicana. Yo he sido diputado veinticinco años. Recuerdo discursos mucho más duros que aquello, pero siempre desde un punto de vista dialéctico, con un alto nivel. En los debates constitucionales se dijeron cosas muy fuertes.
Lo que hay ahora es zafiedad, no llega ni siquiera a debate universitario. Refleja uno de nuestros grandes problemas: la mediocridad alcanzada por la política, precisamente motivada por la inmadurez y la falta de preparación. Los discursos están vacíos y es desconcertante… porque hay que replicar al vacío. El ministro de Exteriores fue agredido físicamente, vejatoriamente. No se ha condenado como es debido.
¿Considera al PSOE contrario a la Constitución?
Es un partido no comprometido con la defensa de la Constitución.
¿Anticonstitucional?
No comprometido con la defensa de la Constitución. El mayor ataque que hay contra la Carta Magna es la permisividad con los planes de estudio vigentes en las llamadas Comunidades históricas. Eso rompe la unidad de España.
¿Sus opiniones sobre Sánchez valen también para Susana Díaz?
No. De ella tengo una opinión muy distinta. Es una persona que ha acreditado tiempos de gestión. No sigo de cerca la evolución de Andalucía, pero sí escucho con complacencia un discurso inequívoco con la Constitución, la defensa de la unidad de España o la condena de las ideas separatistas. Defiende la solidaridad territorial, la igualdad en derechos educativos y sanitarios… Ese es el discurso del PSOE.
Una vez ha prosperado la moción de censura, ¿ha pecado Díaz de partidismo? Ya no se le escuchan las críticas que antes vertía contra Sánchez. Se ha plegado al nuevo liderazgo.
Está siendo prudente porque afronta un ciclo electoral. En un momento de crisis económica, la dirección del PSOE no ha fabricado un discurso en materia de igualdad y solidaridad. Esa es la gran tragedia del partido: sólo se postula en torno a cuestiones accesorias. Susana, en cambio, sí mantiene un discurso coherente.
¿Le gustaría que Susana Díaz siguiera gobernando?
Sí, me gustaría que ganaran esas ideas. Me agradaría mucho.
Afirma que dos convicciones le impiden votar al PSOE: su idea territorial de España y su condición de católico. Lo primero ha quedado meridianamente claro. ¿Puede desmigar lo segundo?
El actual Partido Socialista Obrero Español no respeta la libertad de conciencia. Hasta ahora, hemos militado en el PSOE, y siguen haciéndolo, muchos católicos. Nuestras convicciones morales y éticas a veces entran en oposición con algunas de las propuestas mayoritarias del socialismo, como puede ser el aborto o la eutanasia. Yo defiendo el derecho a la vida. Hasta ahora había un gran respeto a la libertad de conciencia. De hecho, yo no voté, y el partido me lo toleró, ni la ley del aborto ni la del matrimonio homosexual.
El PSOE ha regresado a un anticlericalismo que ya había superado con el paso del tiempo
¿Actualmente tampoco las hubiera votado?
Lo sigo entendiendo como entonces. Mi compromiso con el derecho a la vida, por ejemplo, es de conciencia. A lo que iba: el PSOE ha regresado a un anticlericalismo que ya había superado con el paso del tiempo. Coarta el principio de libertad religiosa. Eso responde a una estrategia compartida con Podemos de ir dividiendo la sociedad en dos frentes. Buscan retornar a todas las cuestiones que en el pasado dividieron a España: tema territorial, religión y memoria histórica. Intentan que todo el que apoya a la Iglesia parezca reaccionario, retrógrado, nacionalcatólico, franquista, fascista… Es un discurso totalmente demodé.
¿En qué actitudes concretas palpa esa ofensiva contra la Iglesia?
Todas las propuestas del PSOE van encaminadas a alterar la presencia que los valores cristianos puedan tener en la sociedad. Por eso quieren derogar los acuerdos con la Santa Sede, la ley de libertad religiosa, acabar con la enseñanza concertada, excluir la asignatura de Religión de los planes de estudio, someter a revisión todas las matriculaciones registradas…
Pero, ¿cómo les va a apoyar un católico? Estos fundamentalistas del laicismo olvidan que en España el hecho religioso está basado en la voluntariedad. No hay ningún espacio de acción pública en el que al ciudadano se le imponga una creencia.
Hablemos de pederastia. ¿Le convence el papel que ha jugado la Iglesia? Se ha acusado a algunas de sus autoridades de invisibilizar esos delitos.
La pederastia es tan repugnante que no merece mayor comentario que este: que sean juzgados y condenados sus autores. Pero de ahí a someter a la Iglesia católica a una causa inquisitorial hay un abismo. Esos casos son una excepción: en España hay 90.000 personas consagradas al servicio de los demás.
Se ha desarrollado una campaña a nivel mundial para desacreditar una serie de valores que la Iglesia defiende: la natalidad, la protección a la familia, la defensa de la vida… ¿Por qué? Para tenerla en una situación de debilidad en el momento en el que se le presiona con los restos de Franco. Y también cuando se va a iniciar una ofensiva en materia legal contra sus propiedades.
Precisamente le iba a preguntar por la matriculación de los bienes.
Poner en entredicho que la catedral mezquita de Córdoba es un templo cristiano desde 1200 es un absurdo. Antes de los musulmanes fue iglesia visigótica. Si en la matriculación del registro de la propiedad una diócesis ha actuado de manera fraudulenta, que se denuncie y se modifique. Pero no se pueden poner en entredicho todas las propiedades de la Iglesia para lanzar una nueva desamortización. Yo lo intento explicar, pero la Conferencia Episcopal guarda silencio "por motivos de prudencia". Algunos interpretan ese silencio como debilidad.
Ha mencionado antes la ley de la Memoria Histórica, pero vayamos a la actualidad. ¿Usted sacaría a Franco del Valle de los Caídos?
Sí, pero lo haría con inteligencia. Habría negociado con la familia sin publicidad previa. Punto final. El Valle debe ser un lugar de restauración de la convivencia. Hay que llevar a cabo el discurso de Azaña: paz, piedad y perdón. Para toda la sociedad española, los propios y ajenos. Paz, piedad y perdón para retomar el futuro y superar aquel pasado tan sangriento. Un lugar de memoria para todos aquellos que murieron en una España que algunos tratan hoy de resucitar.
Si yo fuera del PP, estaría vendiendo la sede de Génova y buscaría cambiar las siglas, como hizo Fraga
Tacha la ley de Zapatero de "revanchista". ¿Algo le convence o la enmendaría en su totalidad?
Es que hubo una maldad de origen. Se aprovechó una demanda justa –satisfacer las pretensiones de quienes tienen a sus familiares enterrados en cunetas, que con toda legitimidad quieren recuperar sus restos– para transformarla en una manifestación totalitaria, el control de la verdad. Quieren reescribir la Historia con los intereses del presente.
¿Usted es republicano?
Sí.
¿Qué le parece que el PSOE abandonara en su día el anhelo republicano para adherirse a la monarquía parlamentaria?
El PSOE propuso una enmienda defendiendo la república, pero ya indicamos que, en el caso de perder esa votación, aceptaríamos la propuesta mayoritaria. Nos quedamos solos. No la votaron ni los comunistas de Carrillo. Me remito al diario de sesiones, a un magnífico discurso de Luis Gómez Llorente.
Hoy ese es un debate nominalista: la forma de Estado debe ser la que garantice la democracia. La monarquía ha demostrado ser una institución útil, como verdadera impulsora de la Transición y garante del proceso evolutivo. Eso no me impide tener convicciones republicanas y entender que ahora no se puede poner en cuestión la forma del Estado. Sería el primer paso para acabar con el sistema constitucional. Por eso se ataca tanto a los reyes. La monarquía es la primera barrera de la Constitución y, por ende, la ruptura de la unidad de España.
Usted se considera profundamente constitucionalista, dice que no puede votar al PSOE y define a Ciudadanos como el partido que mejor defiende la Constitución...
Hoy por hoy, sí.
Llámeme loco, pero parece que usted votará a Rivera.
Posiblemente. No puedo votar al PSOE, eso podría servir para construir los gobiernos que ya hemos visto a nivel autonómico o municipal. Buscaré a quien me garantice un compromiso firme con los valores constitucionales. Mantengo distancias en temas de carácter social y económico con las tesis de Ciudadanos, pero asumo que hay prioridades: la más importante, mantener la unidad de España y su Constitución. En eso Rivera va por delante del resto, sobre todo por la actitud mantenida en Cataluña.
Ese "posiblemente" es honesto, pero muy gallego.
Dejémoslo en posiblemente –se ríe–.
¿El sanchismo le obliga a situarse más cerca del PP que del PSOE? Sería un giro copernicano.
No, no. El PP todavía no ha sido capaz de comprender el nivel de descrédito que sufre por la corrupción. En España posiblemente haya habido un sistema de corrupción de partidos, vinculado a sus problemas de financiación. Eso se ha transformado en una corrupción de ladrones y sinvergüenzas. Se ha convertido en un asalto al Estado.
Al PP le va a sobrevenir ahora el juicio de la Gürtel, que es donde se va a cargar la mano: un discurso continuado y mantenido acusando al PP de corrupción generalizada. No se dan cuenta de lo que se les viene encima. Si yo fuera del PP, estaría vendiendo la sede de Génova, palabra de honor. Buscaría cambiar las siglas, como hizo Fraga. Lo que viene va a estar marcado por dos acciones aparentemente contradictorias, pero muy bien planificadas.
Iglesias y Errejón tienen un nivel de cesarismo insoportable. Se sienten en posesión de la verdad
¿A qué se refiere?
La rebaja de tensión en el juicio de los golpistas para preparar el terreno de cara a los indultos y, por otro lado, la magnificación del proceso de corrupción de la Gürtel. Va a ser tremendo. Ahora se está negociando el Gobierno que se instalará tras las próximas generales. El sanchismo es consciente de que siempre se le reprocharán sus alianzas. Por eso busca legitimarlas en las urnas. Debemos contrarrestar eso. Hay que demandárselo a los militantes del PSOE que todavía guarden un mínimo de patriotismo. Tenemos que montar un frente constitucional. Aquí nadie engaña ni oculta. Ni Podemos ni ERC. Me duele decirlo, pero el PSOE está siendo el tonto útil.
¿Le suscita la misma opinión Iglesias que Errejón?
Me es igual. Tienen un nivel de cesarismo insoportable, el cesarismo del mediocre. Se sienten en posesión de la verdad. Los únicos que tienen el arcano de las respuestas a los problemas de la sociedad. Hasta en el nivel de corrupción: el que tuvo sin asegurar en la Seguridad Social a un asistente, el que ha estado utilizando una financiación universitaria sin tener derecho a ello, el que tuvo un problema fiscal importante con ingresos provenientes del extranjero, las participaciones en los medios con financiación opaca procedente de países totalitarios…
¿Vox es un partido de extrema derecha?
Esa política se ha dado en varios países europeos por la falta de respuesta a las preocupaciones de muchos ciudadanos. Tienen cuestiones que revisten una derecha dura, pero otras que reflejan la inquietud de mucha gente: seguridad, inmigración incontrolada y un compromiso muy claro con el tema territorial, que agrada a un sector de la población. Por ahí puede surgir una nueva derecha.
El mensaje de Ignacio Cosidó publicado por este diario denota una vieja práctica, el reparto de vocales del CGPJ entre el bipartidismo.
Vergonzoso.
En los 80 y 90 nadie levantó la voz contra aquello.
De los sistemas que había en Europa optamos por el modelo italiano. No nos dimos cuenta de que estaba viciado por la intromisión del poder Ejecutivo y por la excesiva politización de los jueces. Fue uno de los errores.
Entre el 80 y el 85 se respetó el espíritu constitucional: hubo elecciones entre jueces.
Hoy no tengo respuesta, lo reconozco. Porque también es cierto que ese fenómeno de 1980 no se corresponde con la división entre los jueces de ahora: esas asociaciones profesionales, unas marcadamente conservadoras y otras marcadamente progresistas. Los excesos se han cometido en el mundo político, pero también han existido en el judicial. Es muy complicado pensar cómo se puede remediar.
Estamos a pocos días del 40º aniversario de la Constitución. ¿Usted cambiaría algo?
La adaptaría. Cuando se promulgó, no estábamos en Europa. Tampoco existía la revolución tecnológica y eso implica una nueva serie de derechos y deberes. Me preguntaría qué quiere variar el pueblo. Porque la que tenemos responde al deseo de entonces.
Miente Iglesias cuando dice que fue un mero acuerdo entre grupos. La gente quería paz, pesaba como una losa el recuerdo de la guerra. A lo mejor la gente quiere reformar la educación, que vuelva a ser competencia del Estado. Eso yo lo defiendo a muerte. O que haya una tarjeta sanitaria común para todos. Creo que el gran núcleo de la Constitución no necesita reforma. Es un catálogo de derechos y deberes como pocas sociedades avanzadas tienen.