De aquí al 26 de junio habrá mucho de lo que hablar. Será por temas. Así que contenga su ansia de justicia y deje a Venezuela en paz.
Sí, ya sé que nos unen lazos históricos y afectivos, el idioma y la cultura. Qué me va a decir a mí, que parte de mi familia emigró y vive allí desde hace muchos años. Si tal es su caso, hable con sus parientes, como hace mi madre por Facebook con sus primos, pero no hable de ellos, que no es un buen momento. Que sea un asunto íntimo. No sea impúdico.
Hay beatos que consideran que para que el sufrimiento de unos extranjeros sea noticia han de cumplirse unos requisitos que en este caso no se dan. Que el motor del mal sea occidente o el capitalismo, por ejemplo. Estados Unidos, Israel, qué se yo, eso sería lo ideal, pero si no son ellos, cualquier democracia occidental vale. El problema esta vez no es la ya clásica tontuna europea. Es sencillamente una cuestión de oportunidad.
Lo de Venezuela tiene todos los ingredientes para la primera plana: hay escasez y violencia, un autoritarismo declinante y un presidente que se muestra rodeado de militares para conjurar su debilidad. Sólo que éste no es un buen momento para hablar de ello.
Su solidaridad con los oprimidos en Venezuela resultaría sospechosa. La gente -ya sabe, los 5.189.333 personas que, a la espera de unas nuevas elecciones, se pueden considerar gente en España- podría pensar que usted lo que quiere es advertir sobre el riesgo que supondría que Podemos llegue al gobierno. Que usted quiere que los votantes tengan presente que la cúpula del partido asesoró al gobierno bolivariano, que cobró importantes sumas por ello, que la muerte de Chávez tiñó a Pablo Iglesias de luto, que Monedero incluso amaneció “con un Orinoco triste paseándose” -porque los ríos no fluyen, se pasean- por sus ojos. Todo esto es verdad pero una verdad oportunista, que es otra forma de decir que no es la verdad lo que ahora conviene.
Hay millones de parias con los que usted puede solidarizarse sin interferir en el alumbramiento de un nuevo régimen en España. Usted no tiene ninguna necesidad de hablar de Venezuela y sin embargo otros sí tiene poderosas razones para callar sobre ella. De manera que lo mejor será que se guarde lo que tenga que decir al menos hasta el 27 de junio. Porque, siendo noticia, hablar de Venezuela es electoralista. Aunque, bien pensado, ¿acaso no es también electoralista callar sobre Venezuela?