Las restricciones por contaminación acústica son uno de los grandes quebraderos de cabeza de los fabricantes de aviones en general y de motores en particular. En España tenemos algunos ejemplos de modelos de aviones que directamente tienen prohibida su operación debido al ruido que generan sus motores tanto en aterrizajes como en despegues.
La edificación en las inmediaciones de los aeropuertos -más concretamente en las sendas de aproximación y de despegue- han propiciado algunas normativas de reducción de ruido para ciertas horas. De esta forma, a partir de una hora concreta Barajas deja de operar una pista para salvaguardar el descanso de las personas que habitan cerca.
Esto es un método ampliamente utilizando en muchos países del mundo. Los fabricantes de aviones lo saben e invierten cantidades importantes de recursos en la investigación para reducir el ruido que provoca que los aviones tengan que tomar rutas alternativas -generalmente más largas- para reducir su impacto en las personas.
'Merengue' aislante
Un equipo de científicos de la Universidad de Bath, situada en una ciudad al sureste de Bristol (Reino Unido), ha desarrollado un nuevo material tan ligero como sorprendente. Se trata de un aerogel en cuya formulación química se puede encontrar óxido de grafeno y alcohol polivinílico que tiene un peso de 2,1 kilogramos el metro cúbico.
Para hacernos una idea, un metro cúbico de agua tiene una masa de 1 tonelada y el aire aproximadamente cuenta con 1 kilogramo en el mismo volumen. Esto es, el nuevo material desarrollado pesa poco más de dos veces el aire, toda una proeza tecnológica que además viene acompañada por características fundamentales para la reducción de ruido.
Se trata del material de aislamiento acústico más ligero jamás construido, algo fundamental para las aeronaves actuales donde los pesos extras se miden en gramos. Según sus creadores, si se usa dentro de los motores es capaz de reducir hasta 16 decibelios la huella acústica.
El material es tan ligero que casi se podría definir como un merengue capaz de absorber las vibraciones y absorber el ruido de los motores. Todo ello sin aumentar de forma significativa la masa de la aeronave.
El material se encuentra en pleno proceso de desarrollo tras anunciarse de forma oficial en la revista Scientic Reports. El equipo de investigación está afinando y optimizando todavía más el material para hacerlo más eficiente en la disipación de calor y que sea más seguro de equipar en un terreno tan complicado como el motor de un avión.
"Claramente este es un material muy interesante que podría aplicarse de varias formas. Inicialmente en la industria aeroespacial, pero potencialmente en muchos otros campos como la automoción y el transporte marítimo", ha indicado el profesor Michele Meo, quien lidera la investigación. Otras de las aplicaciones que apunta Meo son en la edificación y en la construcción.
"Logramos producir una densidad tan extremadamente baja mediante el uso de una combinación líquida de óxido de grafeno y un polímero, que se forman con burbujas de aire batidas y congeladas", apunta Meo. "La técnica se puede comparar con batir claras de huevo para hacer merengues".
El resultado es el de un material sólido pero que contiene a su vez mucho aire, "por lo que no hay penalización de peso". Los investigadores esperan poner en uso el aerogel dentro de unos 18 meses.
Material 'imposible'
El anuncio de la Universidad de Bath llega tan solo unas semanas después de otro de los descubrimientos del año en el sector de los materiales. Científicos de la UNSW de Australia presentaron en sociedad un nuevo material que también revolucionará la industria de la aeronáutica y del espacio.
En el caso australiano, en lugar de un material capaz de absorber el ruido, se trata de uno que no cambia de volumen con los cambios de temperatura. La clásica dilatación o contracción que se enseña en las escuelas no se aplica a esa aleación de escandio, aluminio, tungsteno y oxígeno.
Según los experimentos que han publicado, el volumen del material no cambió en una ventana de temperaturas extrema. Permaneció impasible desde -269 hasta 1126 grados centígrados. Esto permitirá a las futuras naves espaciales y cápsulas soportar de mejor manera las entradas y reentradas atmosféricas.
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