Los grandes cruceros que suelen atracar en los puertos turísticos españoles como Barcelona o Málaga se han convertido en un gran problema en Venecia que incluso ha llevado a prohibir su atraque en el interior de la Laguna. Esta ciudad italiana, Patrimonio de la Humanidad desde 1987, es todo un icono mundial y, al mismo tiempo, supone un dolor de cabeza para las administraciones que ven peligrar su sustento económico a largo plazo debido a la escasa estabilidad de sus infraestructuras.
Pero tan responsables son los grandes cruceros, que realmente no se internan dentro de los canales, como las pequeñas y medianas embarcaciones que con su trasiego diario debilitan igualmente las estructuras. Un fenómeno que incluso tiene nombre en la ciudad italiana donde lo han denominado Moto Ondoso y ya ha causado daños a más del 60% de los edificios venecianos.
Con el fin de hacer de los desplazamientos náuticos venecianos algo menos contaminante, una compañía sueca llamada Candela ha desarrollado una embarcación que elimina en un 80% la mencionada estela contaminante al mismo tiempo que emplea un propulsor eléctrico.
Barco casi volador
El problema del Moto Ondoso es que. a medida que las embarcaciones pasan por los canales más estrechos, generan una estela que golpea las paredes de las edificaciones. Un 'martilleo' constante que afecta especialmente a la piedra de Istrita, la clásica roca que viste las construcciones más emblemáticas de la ciudad, que no es ni más ni menos que una roca caliza. Por su naturaleza calcárea, no se lleva especialmente bien con la contaminación acidificada del agua ni con la erosión por golpeo.
El continuo pasar de los barcos -más incluso si van a una velocidad alta- afecta directamente a las paredes y los cimientos, acelerando la erosión y, en el peor de los finales, produciendo un colapso del edificio afectado. A lo que hay que unir la contaminación química del agua de los motores fueraborda. Éstos no cuentan con los sistemas anticontaminación que podemos ver en los coches y son una fuente de todo tipo de partículas sólidas y de dióxido de nitrógeno. Que a la postre se convierten en ácidos nítricos.
La apuesta de Candela para terminar con todo lo anterior pasa por el diseño de un nuevo concepto de barco que usa una especie de alas sumergidas combinadas con una propulsión eléctrica. Estas hidroalas están controladas por ordenador y consigue elevar el casco por encima del agua lo que reduce la fricción en un 80% si se compara con los taxis venecianos tradicionales, según la propia compañía.
En particular, Candela ha presentado su modelo C-7 en el Salone di Nautica que comenzó a celebrarse el pasado 29 de mayo en la propia ciudad de Venecia. El C-7 produce una estela de menos de 5 centímetros, aproximadamente el tamaño de la estela de un bote de remos. Pero viajando con todas las comodidades de un barco de recreo y a una velocidad mayor.
"Las hidroalas son la tecnología de la siguiente generación de las lanchas motoras. Te permiten ir rápido con la energía de la batería sin hacer ruido", ha dicho Erik Eklund, director de transporte público de Candela.
En lo relativo a las especificaciones, el Candela C-7 es capaz de moverse a 20 nudos (37 kilómetros por hora) durante 2 horas de forma ininterrumpida. "Mucho más que cualquier otro barco eléctrico", afirma la marca. Todo ello con una comodidad sobresaliente debido a que no se ve afectado por el oleaje.
"Puede ir rápido y lejos, como los barcos con motor a combustión. Pero también es totalmente silencioso, mucho más suave de manejar, divertido, no crea estela y muy económico de mantener", según ha declarado el propio Eklund. Quien también afirma que su nueva embarcación es aproximadamente un 99% más barata de operar que un barco de gasolina del mismo tamaño.
Su sistema de hidroalas bebe más de la tecnología que se puede encontrar actualmente en los aviones que en la de los barcos tradicionales. Son los ordenadores de a bordo los que se encargan de gestionar y ajustar el ángulo de ataque de la C-7 continuamente. La lámina sumergida que controla la estabilidad se mueve 100 veces por segundo fruto de los cálculos de los procesadores, "lo que resulta en un viaje artificialmente estable incluso con vientos fuertes y olas grandes", afirman.
Más grande todavía
La barca C-7 es una de esas de recreo en las que disfrutar de un apacible viaje con pocos amigos. Según las imágenes, puede acomodar a unos 7 viajeros con el capitán incluido. Pero Candela está trabajando en otro más grande que aproveche comercialmente las ventajas de su sistema de hidroalas.
Se trata del modelo P-30, que actualmente se encuentra en construcción en los astilleros de la compañía en Estocolmo, la capital sueca de un país con mucha tradición marinera. Este modelo contará con espacio para 30 pasajeros y planean ponerlo en funcionamiento en 2023 ya en viajes comerciales.
"Imagine una Venecia del futuro en la que el transporte acuático no solo esté libre de emisiones, sea silencioso y no dañe los edificios de la ciudad, sino que también sea muy económico de operar y pueda proporcionar una experiencia nueva tanto a los turistas como a los lugareños", ha comentado Erik Eklund. "Eso es lo que esperamos lograr con P-30". Este modelo ya cuenta con varios pedidos por parte de la ciudad de Estocolmo.
Aprovechando el Salone di Nautica, Candela ha presentado otra embarcación más que se sitúa en entre el C-7 y el P-30. La denominación elegida es P-12 y se posiciona como un taxi acuático para 12 plazas y un rendimiento de velocidad y autonomía calcado al del C-7. Las entregas de este último modelo comenzarán en 2022.
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