Elon Musk acaba de tachar una de las tareas pendientes que más le ha traído de cabeza en los últimos meses. A eso de la medianoche de España, su cohete SpaceX Starship SN15 ha conseguido despegar y aterrizar según lo planeado.
Algo que puede parecer baladí, no lo es en absoluto. La 'fórmula Musk' que aboga por la reutilización de cohetes necesita que la nave realice varias maniobras complejísimas que, hasta ahora, había terminado mal por una razón u otra.
El plan de vuelo ha consistido en lanzar la nave como prueba de gran altitud -las mismas en la que ha fallado en anteriores ocasiones- alcanzando los 10 kilómetros respecto a la superficie terrestre. Una vez alcanzado el apogeo, la SN15 cambió su método de propulsión hacia los tanques internos de la cabecera que son los encargados de alimentar los motores para el descenso.
Justo en ese momento, este prototipo de Starship realizó el giro necesario para colocarse en posición de descenso. "El prototipo de Starship descendió bajo un control aerodinámico activo, logrado por el movimiento independiente de los dos alerones delanteros y de los otros dos traseros", apuntan desde SpaceX.
"Los motores Raptor del SN15 se volvieron a encender cuando el vehículo realizó la maniobra de volteo justo antes de aterrizar en la plataforma". Esta maniobra es uno de los quebraderos de cabeza de los ingenieros a la orden de Elon Musk. Han tenido que pasar muchos prototipos por delante antes de conseguir realizarla correctamente.
Este lanzamiento no se ha hecho esperar mucho respecto al anterior, que se produjo el día 30 de marzo. En aquella ocasión, el prototipo de Starship SN11 tenía exactamente el mismo plan de vuelo que el SN15 de hoy. Un ascenso a 10.000 metros -que completó- y regresar a la superficie. Fue en esa última parte cuando falló y explotó a pocos metros de tocar tierra.
Los planes que tiene SpaceX para su nave Starship son muy variados. Uno de los grandes hitos en el que está llamada a participar es en el regreso del hombre a la Luna, donde la nave servirá de lander para los astronautas que presumiblemente viajarán en 2024. Otra de las aplicaciones es el transporte intraplanetario con vuelos suborbitales, capaces de conectar ciudades como Nueva York con Shanghái en solo 39 minutos.
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