La miniaturización de los componentes ha permitido llevar la tecnología a cada rincón de nuestra vida. Los ordenadores pasaron de ocupar una habitación entera en un sótano de una universidad a pesar unos gramos y poder tenerlos en nuestros bolsillos.
Pero el avance no se iba a detener aquí. A medida que los smartphones son más grandes o se hacen plegables para poder consumir contenidos multimedia, hay una corriente que busca el minimalismo y la simplificación hasta límites que rozan la ciencia ficción.
Y es que según una encuesta llevada a cabo por la aseguradora Línea Directa a 1.700 españoles, el 20% de ellos consideraría implantarse un chip subcutáneo para sustituir las funciones del smartphone. Un porcentaje muy elevado que ve el futuro como un capítulo de Black Mirror.
Ya hay gente con chips campando a sus anchas
Las mascotas por ley deben llevar implantado un chip con información del dueño por si se perdiera. Un mecanismo prácticamente indoloro para el animal y que reporta más beneficios que contrariedades para la sociedad. ¿Por qué no aplicarlo entonces a los humanos?
Juanjo Tara, ingeniero almeriense, se fue hasta Suecia para montar la empresa DSruptive. En marzo de este año declaró a La Vanguardia que en Suecia ya son 4.000 las personas que llevan un chip implantado bajo su piel y el número no para de crecer.
Concretamente se trata de un chip NFC que utiliza una app del smartphone para poder configurarse. Entre los potenciales usos que manejan desde DSruptive podemos encontrar algunos interesantes como los pagos en establecimiento, poder acceder al transporte público, fichar en el trabajo...
La mayor baza de los pioneros enrolados en las implantaciones subcutáneas es la imposibilidad de perder el chip y la seguridad que proporciona poder tener la tarjeta de crédito (por ejemplo) bajo tu piel. Por lo que pueda pasar.
La encuesta de Línea Directa no especifica qué funciones son las que los usuarios estarían dispuestos a trasladar a un chip. Y quizá sea ahí donde está el quiz de la cuestión. No es lo mismo tener uno pasivo con información médica (como alergias, patologías previas etc.) que uno activo emitiendo una señal GPS o LoRa.
Los chips no tienen ética
Las empresas pueden tener unas líneas morales muy claras pero al fin y al cabo son los usuarios los responsables últimos de la utilización de los dispositivos. En esa llaga metió el dedo Black Mirror en su capítulo Arkangel. Aunque es una serie de ficción, plantea el mismo debate ético.
La protagonista del capítulo era una madre que implantaba un chip a su hija recién nacida "por si acaso algún día ocurre algo". La niña crece sin mayores problemas y, cuando se hace mayor, la madre sigue monitoreando la actividad de la ya adolescente sin que lo sepa.
De extenderse la tecnología subcutánea podríamos plantearnos algo muy parecido. Quizá no por la irresponsabilidad de nuestros padres al cumplir la mayoría de edad coartando el libre albedrío, pero sí por compañías tecnológicas o gobiernos ansiosos por acaparar datos de nuestra vida.
Cuando nos implantamos uno de estos chips traspasamos la barrera del derecho a estar desconectados o invisibles para el mundo tecnológico. A los chips actuales que son meras etiquetas NFC no se les aplica esto, pero si se consigue desarrollar algo con más funciones (como la de GPS) estaremos ante un problema.
Actualmente podemos dejar el smartphone, el ordenador, la tablet y hasta el wearable en casa y nadie podrá localizarnos. Es un derecho que perderíamos inevitablemente con los chips que se auguran en el futuro y que el 20% de encuestados estaría dispuesto a implantarse.