El primer caso de adicción a Google Glass revela el peligro de la dependencia a los wearables
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Que las nuevas tecnologías están dando lugar a nuevos tipos de enfermedades y adicciones es algo bien sabido; cada cierto tiempo es normal ver en los medios generalistas noticias sobre la adicción a Internet y cómo los jóvenes no se despegan del móvil. Google Glass no podía quedar fuera, y pese a que en la actualidad solo unos pocos afortunados han conseguido una, ha sido suficiente para que aparezca el primer caso grave de adicción al dispositivo. El paciente es un hombre de 31 años que fue admitido en un programa de tratamiento por los síntomas de adicción que mostraba, entre los que están llevar el dispositivo encima 18 horas al día y experimentar sueños como si estuviese viéndolos a través de su pantalla.
Un problema real
El paciente ha sido objeto de un estudio publicado por el Doctor Andrew Doan de la armada estadounidense a la que pertenece el paciente; este inició un tratamiento contra el alcoholismo el año pasado que no solo le controlaba lo que bebía, sino que también le prohibía el uso de dispositivos electrónicos. Los médicos se dieron cuenta de que el hombre se tocaba la sien derecha constantemente y de manera involuntaria, el gesto usado para activar la pantalla de la Google Glass; fue entonces cuando descubrieron que el problema de adicción al dispositivo era incluso mayor que su problema de alcoholismo.
Doan explica que no hay nada de malo con Glass, sino que en general los dispositivos wearables son especialmente atractivos para personas con desórdenes mentales, ya que siempre están ahí, a un simple toque de distancia. Además su diseño permite a estas personas permanecer cerradas a su entorno pero aparentando que están ahí. Sin embargo entre los expertos no queda claro que la adicción a estos dispositivos sea una enfermedad propia o solo un síntoma de otra, aunque Doan avisa que en su momento se pensaba lo mismo del alcoholismo, que era un problema generado por la propia persona o por los que estaban a su alrededor.
Fuente | The Guardian