Las bacterias intestinales podrían prevenir la obesidad
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Cuando oímos la palabra bacteria, normalmente le asociamos connotaciones negativas. Es evidente que hay bacterias que nos producen enfermedades, pero realmente la mayoría de ellas son benignas. De hecho, en nuestro cuerpo transportamos 2 kilos de bacterias aproximadamente. Os sorprendería saber que estas bacterias regulan muchos procesos de nuestro organismo que son imprescindibles para mantenernos sanos.
Estos ‘bichillos’ cada vez están cobrando mayor protagonismo porque son esenciales, entre otras funciones, en la regulación del sistema inmune o en el metabolismo. Por ejemplo, cuando tenemos un virus digestivo que nos provoca diarrea, es de vital importancia reponer nuestra flora intestinal para curarnos de la enfermedad, de ahí que se utilicen algunos fármacos cuya función consiste únicamente en ayudar a restablecer las bacterias del intestino.
Además, como ya he dicho anteriormente, también son capaces de regular nuestro metabolismo. Según un estudio publicado en el Journal of Clinical Investigation, es posible que se puedan manipular las bacterias que residen en nuestro intestino para prevenir la obesidad y otras enfermedades crónicas.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores de la Universidad Vanderbilt seleccionaron la bacteria E. coli Nissle 1917, que se ha usado como un tratamiento probiótico para las diarreas desde su descubrimiento hace casi 100 años. La modificaron genéticamente para que produjera un compuesto, denominado NAPE, que inhibe tanto el apetito como el aumento de peso.
Una vez que los científicos consiguieron este objetivo, introdujeron la cepa bacteriana en el bebedero de los ratones. Éstos, a su vez, consumieron una dieta rica en grasas durante ocho semanas. Los resultados fueron sorprendentes: los ratones que recibieron la bacteria modificada disminuyeron en gran medida el consumo de calorías; asimismo, presentaban un cuerpo con menor cantidad de grasas (incluso en el propio hígado) y una menor resistencia a la insulina.
Estos efectos perduraron hasta doce semanas después de que se eliminara esa cepa bacteria del agua que bebían los ratones. Obviamente, los ratones que constituyeron el grupo control no mostraron tales resultados. Los autores del estudio se muestran entusiasmados al ver un atisbo de esperanza en la posibilidad de prevenir enfermedades crónicas con tan solo un tratamiento.
“Este trabajo proporciona una prueba de concepto. Claramente podemos obtener suficientes bacterias para que persistan en el intestino y tengan un efecto prolongado. Nos gustaría que el efecto durase más tiempo”, explica uno de los autores del estudio, Sean Davies.
Sin embargo, recalcan que este estudio se ha realizado en ratones y que, por tanto, “es difícil especular de ratón a humano”, aunque han conseguido prevenir las consecuencias negativas de la obesidad en ratones aun tomando una dieta rica en grasas.
Imaginaos el panorama que se podría presentar en un futuro si los científicos consiguieran utilizar las bacterias que nos colonizan para que produzcan sustancias que combatan enfermedades como la diabetes o la obesidad. La cantidad de puertas que se abrirían serían incontables, y las posibilidades terapéuticas innumerables.