¿Cómo influye el olor en nuestro apetito?
Al parecer, y al menos en ratones, los denominados receptores cannabinoides CB1 dirigen un circuito que conecta el bulbo olfatorio, la región del sistema nervioso que controla la información olfativa inicial (localizado por encima de la nariz), con la corteza olfativa (estructuras superiores del cerebro). Cuando sobreviene la sensación de hambre, se dispara la actividad de estos receptores, que a su vez activan el circuito olfativo volviéndolo más sensible. Es este el mecanismo biológico que provoca el aumento de la sensibilidad para oler durante el hambre, y que explica una de las razones de la ingesta de alimentos y la atracción por la comida.
Lo curioso del caso es que este sistema endocannabinoideo (sistema de comunicación intercelular, y al localizarse en el cerebro, de neurotransmisión) interconecta receptores que participan en los otras diferentes sensaciones como la euforia, la ansiedad o incluso el dolor, que también son sensibles a las sustancias cannabinoides, como el cannabis.
Fallos en el circuito
Tras estos resultados, los investigadores intuyen que el circuito implicado en el sistema olfativo podría estar alterado en pacientes obesos o anoréxicos, y que su sensibilidad para oler podría ser más o menos fuerte en comparación con la normalidad. Así, la dilucidación de este mecanismo biológico podría permitir un mejor abordaje de este tipo de enfermedades.
Abrir el apetito
La relación entre el olor y el apetito es bien conocida en ámbitos como el marketing, que emplean estrategias sensoriales para publicitar sus productos. Porque los factores que influyen en la necesidad biológica de comer son muchos y complejos, y no sólo fisiológicos (grelina y leptina, hormonas que están implicadas de forma directa en el control del apetito), sino también ambientales. El aroma de los alimentos es uno de ellos, así como el tamaño de las porciones o el hecho de comerlos solos o acompañados.
En el caso del olor, se ha comprobado que la cantidad de alimentos que toma una persona puede variar hasta un 300% de una ocasión a otra, en el caso de un mismo producto, si se modifican sus características sensoriales (olor, color, sabor y textura).
Un ejemplo de marketing sensorial lo aplica Starbucks, que desde sus inicios tuvo como objetivo primordial que sus locales emitieran un olor a café característico. Más allá de asociar ese olor a la marca, lo cierto es que el aroma del café es un olor agradables que despiertan el interés por beberlo.
Fuente | Sciencedaily, Consumer.es
Imagen | Stephanie vacher