El ITER: la solución energética del planeta
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No es necesario recordar que los combustibles fósiles no son inagotables, de hecho se especula que se agotarán en apenas un siglo. Además, no nos conviene que se liberen más gases de efecto invernadero a la atmósfera durante más tiempo. Es aquí donde entra en escena la fusión nuclear, el mismo proceso que tiene lugar en las estrellas. Esta nueva y revolucionaria tecnología, que sería equivalente a construir pequeños soles en nuestro planeta en un futuro no muy lejano, podría ser la solución energética del planeta Tierra ya que es virtualmente inagotable. Con un solo gramo de combustible de fusión se puede conseguir lo mismo que con ocho toneladas de petróleo. Asimismo, tampoco emite emisiones de carbono a la atmósfera ni generan residuos radiactivos de larga duración; es decir, nos encontramos ante una energía inagotable, limpia y segura. ¿Qué más se puede pedir?
El ITER (International Thermonuclear Experimental Reactor), que significa ‘camino’ en latín y en el que uno de los tres subdirectores generales es Carlos Alejaldre (Zaragoza, 1952), es el mayor experimento de fusión nuclear del mundo. Empezó a construirse en 2010 en Cadarache (Francia) y se calcula que el coste total del proyecto rondará los 13.000 mil millones de euros. A esto habrá que sumar otros miles de millones para su vida operativa, desactivación y posterior desmantelamiento. Cabe destacar que el reactor del ITER es sólo experimental, por lo que no volcará su energía a la red eléctrica. Lo hará su sucesor, DEMO, sobre la década de los 40, cuando se espera que comience el despliegue de las centrales de fusión comerciales por todo el mundo.
Cómo funciona el ITER
Este año se ha iniciado la construcción del complejo tokamak, considerada como la ‘joya de la corona’, que pesará unas 23000 toneladas. En el interior de este reactor se generará un plasma (el cuarto estado de la materia tras el sólido, líquido y gaseoso) que circulará en forma de donut a 150 millones de grados centígrados, enjaulado en una cámara de vacío circular mediante potentísimos campos magnéticos generados por dos tipos de bobinas superconductoras que operarán a casi -270ºC, cerca del cero absoluto. Desde luego la descripción parece de ciencia ficción pero el proyecto es totalmente viable y muy real.
El plasma estará compuesto por dos isótopos del hidrógeno: deuterio y tritio, este último es un gas radiactivo con una vida media de 12’3 años por lo que resulta esencial evitar una fuga. En cuanto a la obtención de estos compuestos, el deuterio no supone ningún problema ya que es fácil de conseguir del agua; no obstante, el tritio es más escaso y habría que producirlo en fábricas, básicamente de Canadá y Corea del Sur. En todas las reservas mundiales de tritio solo hay 20 kg, y el ITER necesitará 20-25 kg durante sus años de operación, lo que supondrá un desafío tecnológico. Ambos isótopos reaccionarán para producir helio y neutrones cuya energía cinética será transformada en energía calorífica, y así producir electricidad. Esta transformación energética se llevará a cabo en una de las piezas del reactor: el blanket.
“El principal riesgo que tiene la instalación es mantener confinado al tritio, junto a otros elementos menores que se inducen durante la operación, pero para ello se empleará un conjunto de barreras físicas y otras técnicas auxiliares. El riesgo de seguridad del ITER es razonable, asequible y controlable”, afirma Alejaldre.
El año pasado la Autoridad de Seguridad Nuclear (ASN) de Francia lo validó como instalación nuclear básica, es decir, seguro para las personas y el medio ambiente. Además, aseguran que es imposible un accidente como el de Fukushima, porque cualquier alteración en la reacción hace que se pare.
Los retrasos del ITER y su esperada finalización
Aunque las obras y el proyecto siguen su curso adecuado, ha habido numerosos retrasos con el proyecto. De primeras se dijo que el primer plasma sería para el año 2016, aunque se podría demorar hasta octubre de 2022 aunque todavía no es nada oficial. Los expertos del proyecto afirman que la propia historia y estructura del ITER está detrás de los retrasos. El proyecto nació por iniciativa de los presidentes Reagan y Gorvachov en 1985 con cuatro socios (Unión Europea, EEUU, Rusia y Japón), que posteriormente se sumaron China, Corea del Sur y la India. Todos ellos representan puntos de vista distintos que han complicado los acuerdos y la integración de los sistemas. Además, imprevistos como el terremoto de Fukushima va a retrasar un año la entrega de algunos equipos que se fabrican en Japón.
En cuanto a la finalización para su posterior uso masivo, Alejaldre reconoce que esta tecnología tardará al menos 50 años en implantarse.
“Todos los que trabajamos en fusión sabemos que no seremos testigos de su uso masivo, pero estamos convencidos de la necesidad de trabajar por algo que puede tener un impacto para toda la humanidad”, afirma Alejaldre.
La participación española en el ITER
Desde el inicio del proyecto ITER una docena de empresas españolas han conseguido más de 50 contratos por un valor superior a los 350 millones de euros, sobre todo en 2012, según los datos del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI). La tecnología española está presente tanto en la obra civil como en algunos de los componentes del reactor tomakak.
“Dentro de Europa, la participación española en el ITER está siendo una de las más importantes, junto a la francesa e italiana -no así la alemana-, algo que para un programa de alta tecnología es toda una novedad”, destaca Alejaldre.
Esperemos, pues, que el proyecto siga su correcto curso y que en un futuro no muy lejano la fusión nuclear nos pueda brindar la solución al problema energético existente en el planeta. Recordemos que la energía es lo que mueve al mundo, por lo que una apuesta tan atractiva como la fusión nuclear podría suponer una enorme revolución. Desde luego, nos encontramos en una Edad de Oro en términos tecnológicos, y este crecimiento exponencial tecnológico hace que prácticamente sea imposible imaginarnos cómo será el futuro de aquí a un siglo. Si todos estos cambios de los que se están hablando pueden ocurrir de aquí a unas pocas décadas, ¡imagínate lo que podría haber de aquí a varios siglos! No obstante, cuanto mayor sea la tecnología, mayor será el peligro de autodestrucción. Esperemos que la estupidez humana no prevalezca en nuestro camino.
Fuente: SINC