Pedir pruebas para tranquilizar a un paciente NO sirve para nada
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Siempre me ha parecido curioso el hecho de lo poco que saben imponerse algunos profesionales delante de sus pacientes, o la poca paciencia que llegan a tener con ellos. Eso si, no nos engañemos, hay mil y un tipos de personalidades y siempre puedes tener la mala suerte de que te toque el paciente más “perseverante” por llamarlo de una forma respetable.
Os estoy hablando de esas situaciones donde un paciente va al médico con algunos síntomas bastante vagos: dolor de cabeza, dolor en el estómago, dolor… En definitiva, síntomas poco preocupantes se miren por donde se miren, siempre y cuando el médico haya hecho correctamente la entrevista y la exploración al susodicho paciente. Pero, tras ver que todo está perfectamente normal, el paciente cree que tiene una enfermedad terrible porque el primo del amigo del vecino del edificio de enfrente ha sido diagnosticado de alguna enfermedad grave que empezó con eso. Esto en mi pueblo se llama exageración, y en muchos casos hiponcondría (creer que tienes una enfermedad terrible pero no tener nada realmente).
En muchos de estos casos lo que se acaba considerando es que el paciente está ansioso. Yo aún no he acabado la carrera y ya me he topado con varios así, y se reconoce, solo hace falta preguntar correctamente las cosas. Pero el paciente pide, e incluso muchas veces exige, que se le haga alguna prueba para descartar cualquier cosa. Hoy en día pasa cada vez menos por la crisis económica y los recortes, pero igualmente hay médicos que acaban pidiendo una prueba (TAC, resonancia, radiografía…) solo para tranquilizar al paciente. Y no nos engañemos, estas pruebas son caras, y en ese momento se sabe que la probabilidad de encontrar algo es ínfima. Pero, ¿sirve realmente para tranquilizar al paciente aunque la prueba salga normal?
Pues resulta que NO, no sirve. Al menos eso es lo que afirma un estudio publicado en JAMA Internal Medicine, donde los autores hicieron una recopilación de ensayos aleatorios previos donde se evaluaba si las pruebas que se habían pedido para estos síntomas vagos, con el fin de tranquilizar al paciente, servían realmente para su cometido.
Los resultados afirman que, en promedio, tanto la ansiedad como la “gravedad” de los síntomas descritos por los pacientes no disminuía tras conocer que la prueba era totalmente normal. Es decir, pedir la prueba no servía ni para encontrar una enfermedad, ni para tranquilizar al paciente, ni para nada.
En estos casos lo más eficaz puede que no sea pedir las pruebas e intentar “librarse” del paciente. Seguramente lo más eficaz, como médicos, es intentar saber a que se debe esa ansiedad, desde cuando sucede y el largo etcétera de preguntas que todo buen médico debe tener en mente en este tipo de casos. Pero, desde luego, pedir una prueba que se sabe que dará un resultado negativo y su único fin es el de “tranquilizar”, no es lo más adecuado.