¿Somos capaces de distinguir entre estar offline y online?
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¿Os habéis parado a pensar que cada vez estamos más enganchados al mundo digital?. Y con mundo digital me refiero no sólo a Internet (aunque evidentemente todo gira en torno a ello), sino también a nuestro lector de libros electrónicos, nuestro reproductor de música, algunos de nuestros electrodomésticos que día a día van ofreciendo funciones cada vez más complejas y que ¡oh casualidad! necesitan conectarse a Internet para que podamos disfrutar de esas características.
Poco a poco y a veces casi sin darnos cuenta, estamos siendo inundados con más aparatos electrónicos y servicios virtuales que nos dificultan el ver dónde se traza el límite entre estar conectado o no, así que ¿realmente somos capaces de distinguir entre estar offline y estar online?
Antes obviamente era muy sencillo. Aún recuerdo cuando en mi casa teníamos un flamante 286 que utilizábamos para hacer algunos trabajos con el WordPerfect y de vez en cuando jugar un poquito a un clásico entre los clásicos como el Prince of Persia. También disfrutaba de mi Game Boy y ya si queremos nos permitimos el lujo de considerar al teléfono fijo de casa como utensilio para estar conectado al mundo de alguna forma. Aunque evidentemente en ninguno de estos aparatos que menciono tenía conexión a Internet, por lo que el “estar online” era un término muy primitivo en este sentido.
Posteriormente empezaron a surgir los teléfonos móviles, las conexiones a Internet, que aunque era algo bastante tosco, nos abría un mundo de posibilidades en nuestras vidas, aunque aún no éramos conscientes de lo que quedaba por venir. Aun así, la línea que dividía nuestro mundo online del offline era bastante visible, ya que éramos conscientes de nuestros momentos de paz fuera del mundo virtual.
Pero todo fue evolucionando poco a poco de tal manera que
Como consecuencia del cambio que estamos sufriendo (y en los últimos años es mucho más rápido y evidente), nos encontramos en un punto en el que es posible crear situaciones en nuestro día a día totalmente nuevas y que antes no existían que nos permiten interactuar y manipular en cierto modo nuestro mundo de manera que hace unos cuantos años eran inimaginables.
Por poner un ejemplo, el área de la comunicación e información está siendo víctimas de un cambio radical en el que ya lo conocemos como información digital y tecnologías de la comunicación en el que la misma naturaleza de esos conceptos está teniendo una profunda transformación. Prensa, industria del cine o del libro son claros ejemplos de la transformación que estamos viviendo, adaptándose a lo que demanda la sociedad.
Básicamente, la digitalización cada vez mayor de todo objeto físico que nos rodea en nuestro entorno social hace sospechar que pronto será bastante difícil hacerse una idea de cómo era la vida en los tiempos “pre-digitales”. Pensad si no en niños que estén naciendo ahora o incluso los que nazcan en unos años lo que van a encontrarse. Creerán que el mundo que conocen donde jugar, estudiar o leer con una tablet, o el mero hecho de tener un pequeño gadget en el bolsillo para realizar pagos, organizar quedadas, escuchar música y que nos vaya recomendando más música acorde con nuestros gustos es algo que siempre ha existido.
De la misma manera frigoríficos que aprendan de nuestros gustos y hábitos para hacer por nosotros la lista de la compra y tramitar el pedido, aparatos que nos ayuden a encontrar algún objeto que hayamos perdido por casa y realizando una simple búsqueda nos diga en cuestión de segundos dónde se encuentra (al más puro estilo Google). Es decir, todo esto será considerado como lo más normal del mundo y no seremos capaces ya de imaginarnos nuestro día a día sin ello.
Pero no me malinterpretéis. No digo que esto ocurra de la noche a la mañana y vaya a ser inmediato, porque en realidad se trata de un proceso en el que aún quedan tantas transformaciones y tanta tecnología de la que aún no somos conscientes, que hará de todo el proceso algo natural, que por otro lado, para los que aún no están acostumbrados al ecosistema digital costará adaptarse.
Y los que hemos ido viendo todos estos cambios, aunque somos conscientes de lo que era vivir sin estar pendiente de nuestro teléfono inteligente, sin tablet, sin conexión a Internet, no sabremos volver atrás, pero recordaremos muchas veces con nostalgia esos momentos. Estamos ya “condenados” a un proceso en el que nuestra vida va a ir de la mano de la tecnología y de estar siempre online, que por otro lado y como he dicho antes, las nuevas generaciones que acaban de llegar y por supuesto las que están por venir, no tendrán nunca ninguna línea que lo delimite.
Y vosotros que pensáis, ¿seremos la última generación que aún pueda distinguir entre estar online y offline? ¿Dependemos cada vez más del hecho de estar online? ¿Son ya cada vez menos los momentos que tenemos de paz offline?