No cabe duda de que la fotografía es una práctica de gran relevancia en la vida de miles de millones de personas. Algo bastante lógico teniendo en cuenta que nos permite inmortalizar momentos que podremos recordar muchos años después.
El nacimiento de las cámaras digitales, a mediados de la década de los 70, supuso toda una revolución, pues dichos dispositivos se abaratarían de tal manera que acabarían masificándose en la sociedad.
Sin embargo, muchos años después de aquello estamos siendo espectadores de cómo año tras año se desploman las ventas de las cámaras tradicionales. Una situación provocada en gran medida por las increíbles mejoras de las cámaras de los teléfonos móviles.
Caída en desgracia
Para que os hagáis a la idea del gran golpe que han sufrido las cámaras digitales durante los últimos años, os facilitaremos algunos datos reveladores de CIPA, la Asociación de Cámaras y Productos de Imagen de los Estados Unidos.
Durante el año 2010 se enviaron, según la CIPA, 121 millones de cámaras digitales a nivel global. Casi una década después, en 2019 esta cifra caía hasta los 15 millones de cámaras digitales. En otras palabras, podríamos decir que la venta de cámaras digitales ha caído un 88 %.
Las cámaras tradicionales parecen estar cayendo en un pozo sin fondo y los móviles tienen gran parte de la culpa. Excepto los fotógrafos profesionales o los fervientes amantes de la fotografía, la inmensa mayoría prefiere comprarse un smartphone. ¿Por qué?
Versatilidad en el bolsillo
Antes de pasar a aspectos más técnicos no hemos de olvidar que los móviles sirven para muchas más cosas que hacer fotos. Y, a diferencia de las cámaras tradicionales, caben en cualquier bolsillo, por lo que resulta infinitamente más cómodo y práctico llevar un teléfono encima que una cámara digital.
Sin embargo, este cambio de paradigma también ha estado ligado a las increíbles mejoras que han experimentado los smartphones durante los últimos años. Basta con echar la mirada atrás y comparar las fotos que podíamos hacer con un móvil de gama alta de hace cinco años y las posibles a día de hoy con cualquiera que ronde los 300 euros.
La mayoría de los teléfonos incorporan tres o cuatro lentes traseras capaces de ofrecer una versatilidad fotográfica que parecía impensable hasta hace nada. Éstos suelen integrar una lente principal capaz de lograr imágenes de gran resolución; no obstante, el valor añadido reside en el resto de lentes.
Como es lógico, dependerá del modelo en cuestión, pero suelen incorporar también un gran angular, un macro, una lente dedicada al modo retrato e incluso telefoto con zooms sorprendentes de hasta 50 e incluso 100 aumentos.
Es decir, no solo podremos captar fotos de calidad, sino que los móviles nos ofrecen la posibilidad de adaptarnos a determinadas necesidades específicas. El gran angular servirá para realizar tomas de mayor amplitud, así como el macro nos permitirá captar detalles desde la cercanía o el zoom nos facilitará fotografiar elementos lejanos.
'Software' y la IA
Del mismo modo, tanto el software como la Inteligencia Artificial de estas cámaras han jugado un papel de inmensa relevancia. Aunque es posible modificar manualmente algunos aspectos de la cámara de un móvil, lo mejor es que la IA facilita que cualquier usuario, sin tener conocimientos en fotografía, pueda hacer fotos buenas.
En este sentido, la IA (siempre y cuando esté activada) adaptará automáticamente los parámetros de la cámara dependiendo de las circunstancias en las que nos encontremos. Se trata de un punto a favor con el que no cuentan las cámaras tradicionales, en las que es necesario disponer de un mayor conocimiento en las artes de la fotografía para sacarle un mayor provecho al dispositivo.
Tampoco podemos pasar por alto funciones tan útiles en los smartphones como el reconocimiento de entornos, la detección de sonrisas, el modo noche, el modo belleza y el uso de los efectos, además de la posibilidad de escanear códigos QR o aplicaciones relacionadas con la realidad aumentada.
Las redes sociales también tienen su parte de la culpa, ya que en Instagram, Snapchat o Facebook se publican cada día millones de fotos. Archivos más fáciles de compartir directamente desde un móvil que desde una cámara, con la que el proceso sería más largo y tedioso.
Y...el precio
No hay duda de que hacer fotos con un teléfono es mucho más cómodo que hacerlas con una cámara tradicional, tanto por el tamaño y peso de los propios dispositivos como por la automatización ofrecida por la Inteligencia Artificial.
Pese a ello, el declive de las cámaras tradicionales también está relacionado con lo económicos que resultan los móviles. Cualquier cámara compacta decente cuesta como mínimo 300 euros, mientras que por ese precio hay un largo catálogo de teléfonos que servirán no solo para hacer fotos, sino para usar las redes sociales y comunicarnos con nuestros seres queridos.
Firmas como Canon o Nikon tendrán que innovar si quieren volver a suscitar el interés del público general, ya que por ahora su estrategia solo resulta atractiva para los profesionales en fotografía. El futuro de las cámaras tradicionales para consumo parece más negro que nunca.