La Estación Espacial Internacional tiene los años contados. Aún queda bastante para que este inmenso gigante muera estrellado de forma controlada contra la Tierra, pero los preparativos ya están en marcha. Los presupuestos de la NASA han revelado parte del plan de la agencia para destruir el que ha sido el laboratorio multinacional más importante de las últimas décadas y en el que España ha participado activamente.
A principios del mes de marzo comenzaba con el éxito de la misión Crew-6 en la que cuatro astronautas (dos estadounidenses, un ruso y un emiratí) viajaban a la ISS para pasar 6 meses trabajando en ella. Así ha ocurrido durante los últimos 20 años y se seguirá haciendo, ahora con la participación de SpaceX, para continuar con los proyectos científicos en el espacio hasta 2030. Año en el que la NASA se encargará de quemar la estación contra la atmósfera terrestre y hundir los restos en el océano Pacífico.
La agencia espacial estadounidense calcula que gastará casi mil millones de dólares para sacar de la órbita terrestre la Estación Espacial Internacional a finales de la década. Esto implica un aumento de 7% con respecto a la dotación del año fiscal destinado a 2023. Parte de esa crecida se debe a los 180 millones de dólares iniciales que se han solicitado para construir un "remolcador espacial" que conduzca a la estación a su destino final.
Gigantesca basura espacial
En total, la construcción de la ISS requirió 42 lanzamientos separados, según la NASA, hasta reunir los 420.000 kilogramos de materiales que la componen aproximadamente, es el objeto orbital más pesado creado por el hombre. Con una longitud similar a la de un campo de fútbol y el volumen del de una casa de seis dormitorios, este enorme orbitador será empujado hasta desintegrarse parcialmente y perecer en las profundidades del océano.
Cuando se construyó, ninguno de los implicados se planteó cómo sería su final, tal y como indican a Space.com. Pero con el tiempo la acumulación de basura en el espacio ha cambiado la mentalidad de la industria y ahora se trabaja también en medidas para limpiar el espacio de los equipos que dejan de funcionar.
Un grupo de ingenieros de la NASA y Roscosmos presentó en 2017 ante el Congreso Astronáutico Internacional un documento con algunas opciones. Las propuestas se basaban en lo realizado para sacar de órbita la estación espacial rusa Mir en 2001; aunque la ISS es unas tres veces más pesada.
Más tarde en 2022, los funcionarios de la NASA plantearon utilizar tres naves rusas Progress —una variante de las Soyuz— para empujar la estación hacia la Tierra. También se ha barajado la utilización de la Cygnus de Northrop Grumman, aunque también parece que esa vía se ha quedado en punto muerto.
En una última vuelta de tuerca de este proceso de decisión, se ha publicado la solicitud de presupuesto federal para 2024 de la Casa Blanca donde se menciona el plan de "iniciar el desarrollo de un nuevo remolcador espacial" que podría desorbitar de forma segura la ISS sobre el punto concreto del océano.
"Una estimación de costos que teníamos era un poco menos de mil millones de dólares", dijo Kathy Lueders, jefa de vuelos espaciales tripulados de la NASA, durante una conferencia el lunes 13 de marzo. Los datos sobre este nuevo remolcador espacial anunciado por la agencia estadounidense son realmente escasos.
No se conoce, por el momento, si emplearán algunas de las plataformas ya existentes o buscan crear algo de cero. De optar por esta última opción, el diseño y la construcción deberían hacerse prácticamente a contrarreloj para cumplir los plazos de ensayos y la posterior ejecución de la reentrada.
Un reto para los remolcadores
Los remolcadores espaciales han servido en las últimas décadas para impulsar al espacio las naves y recolocarlas desde una órbita a otra. Su tamaño puede variar mucho según la carga para la que esté diseñado. Actualmente se está valorando más su uso para poner orden en las abarrotadas órbitas donde se emplazan satélites y naves espaciales.
Aunque también como opción para limpiar el espacio de basura espacial, lo mismo en lo que se convertirá la ISS en los próximos años. La propuesta más sencilla es que alguno de estos remolcadores enciendan sus propulsores en sentido contrario al que viaja la ISS. Con ello se conseguiría frenarla y que la atracción gravitatoria terrestre haga el resto.
Precisametne, el plan anterior para derribar la ISS de manera segura se basaba en el encendido de motores del vehículo de carga Progress de fabricación rusa, el mismo que se ha usado para el último rescate ruso el pasado mes. Se trata de una nave de reabastecimiento sin tripulación que acumula 140 vuelos durante tres décadas en misiones de apoyo y en las que solo dos han fallado en su objetivo.
En cuanto al funcionamiento de la nave rusa, los astronautas la usan para retirar la basura que se genera a bordo. La tripulación de la ISS llena el Progress con hasta 1.700 kg de basura y la envía a quemarse en la atmósfera. Un final similar al que tendrá la que ha servido de casa a cientos de astronautas durante más de 24 años.
Dentro de este tipo de remolcadores de gran tamaño también se encuentra la nave ATV que la ESA califica como la de mayor tamaño y potencia entre las de su especie. Al igual que la rusa, se quema en la reentrada, junto con la carga y también se han utilizado sus propulsores para aumentar la altitud de la Estación.
La nave que la NASA podría fabricar con la ayuda de otras empresas podría ser de mayor tamaño y potencia. Por comparación, la ATV tiene una potencia de empuje de 1.960 N mientras que la Progress aumenta esta cifra hasta los 2.942N.
Un proyecto similar podría ser Zeus de la agencia rusa Roscosmos. En 2021, Moscú anunció un proyecto preliminar de un remolcador espacial de propulsión nuclear y no con paneles solares que se utilizaría en misiones en el espacio profundo. Una de sus tareas podría ser construir la futura estación espacial rusa, como ha hecho China con su orbitador ya ensamblado.
Buscando el Punto Nemo
El plan de regreso a la Tierra contempla medidas de seguridad para que ninguna población sufra riesgos, al contrario que recientes caídas por parte de algunos cohetes utilizados en China que mantuvieron en vilo a medio mundo mientras caían de forma descontrolada. Los restos de la ISS realizarán una trayectoria final y caerán sobre la zona deshabitada del Pacífico Sur (SPOUA), el área alrededor de Punto Nemo, que se ha convertido en la referencia para los deshechos espaciales.
El Punto Nemo se refiere a la zona del océano Pacífico que está más alejada de cualquier costa, otra forma de denominarlo es polo de inaccesibilidad del Pacífico. Incluso los astronautas de la Estación Espacial Internacional, a 360 kilómetros de la superficie del mar, pasan más cerca de ese punto que cualquier otro humano viviendo en el planeta. En realidad, la isla Ducie es la más cercana, a 2.688 km.
Aquí acaban muchas de las naves y equipos que caen de la órbita terrestre cuando su descenso se controla. Los escombros de la ISS se encontrarán, al caer y quemarse, con todo un museo de piezas creadas por el ser humano en la historia de la exploración espacial de las últimas décadas.
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