Otro revés para la NASA. Ayer a las 17.17 h., hora peninsular de España, el director del lanzamiento de Artemis, Charlie Blackwell-Thompson, suspendió el segundo intento de despegue. Y no fue por el pronóstico del tiempo, que hasta ayer era desfavorable, sino por el mismo problema que provocó la cancelación del pasado lunes: los ingenieros de la agencia encontraron una fuga de hidrógeno líquido mientras cargaban el propulsor en la etapa central del cohete.
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Tras varios intentos de solucionar la zona de la fuga volviendo a colocar una junta en la desconexión rápida por la que se introduce el hidrógeno líquido en el cohete, no consiguieron solucionar el problema. Ahora, mientras recopilan datos adicionales para saber por qué se ha producido por segunda vez, la inquietud crece en la agencia por un nuevo retraso que vuelve a ampliar el coste de la misión, ya disparado. La logística de cada intento de lanzamiento implica unos gastos en torno a los 2.000 millones de dólares.
"Iremos [a la Luna] cuando estemos listos", insistió Bill Nelson, administrador de la NASA minutos después del segundo aplazamiento. Los responsables de la misión se han decidido renunciar a nuevos intentos de lanzamiento a principios de septiembre. Así, el nuevo intento de lanzar la misión lunar no tendrá lugar el lunes, como estaba previsto, sino que podría retrasarse hasta mediados de octubre en el mejor de los casos.
El problema del combustible
El reto de abastecer de combustible al SLS es muy complejo. Para que funcionen sus propulsores primarios, el hidrógeno y el oxígeno se enfrían a -253°C y -145°C respectivamente. Esto permite a los ingenieros introducir más combustible en el cohete para lograr una propulsión eficiente, pero también requiere una compleja instalación de tuberías tanto en tierra como en el vehículo.
Hay que tener en cuenta que el tanque que contiene el propulsor de hidrógeno del cohete mide casi 40 metros de largo y se encoge 6 pulgadas cuando está lleno del combustible. Para evitar estos problemas la NASA había realizado con anterioridad cuatro ensayos húmedos para practicar el llenado completo del cohete y simular una cuenta atrás completa. Todas esas pruebas tuvieron problemas, y ninguna completó todos sus objetivos, y pese a eso la agencia decidió seguir adelante con el lanzamiento.
El pasado lunes, el equipo a cargo del lanzamiento notó que uno de los cuatro motores RS-25 que alimentan la etapa central del cohete no se estaba enfriando a la baja temperatura deseada. Esto se logra 'sangrando' el propulsor de hidrógeno líquido superfrío y asegura que no se produzcan choques cuando los motores se encienden.
Durante el proceso, el motor 3 marcaba menos 230 grados Celsius, sin llegar a los límites necesarios. El director del programa SLS de la NASA, John Honeycutt, apuntó durante una conferencia de prensa el martes que podría deberse a un sensor de temperatura defectuoso que habría marcado mal los grados, pero parece que los problemas son más graves.
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Para este segundo intento, los ingenieros de la NASA pasaron horas bombeando cuidadosamente cientos de toneladas de hidrógeno y oxígeno líquidos en varios tanques del cohete para estar listos para el despegue. Se fueron encontrando con nuevas fugas en una cavidad de la desconexión rápida, justo donde se unen las placas del lado de vuelo y del lado de tierra. Intentaron calentar la zona para restablecer la junta y la estanqueidad de la nave, pero no fue posible.
Todo debía estar preparado para que, durante 8 minutos, los cuatro motores RS-25 quemaran cada minuto 409.150 litros de hidrógeno líquido y oxígeno líquido, y cualquier fuga podía ser fatal en un despegue de estas características. A pesar de todo, este tipo de aplazamientos es muy habitual, ya sea por las condiciones meteorológicas o por problemas técnicos.
Una misión en entredicho
El alto coste de la misión se encarece con cada retraso que se produce. Si finalmente el SLS tiene que volver a la nave de ensamblaje, habría que añadir muchos millones de dólares a la abultada factura de la misión. Artemis lleva más de cinco años de retraso sobre el primer calendario previsto por la NASA y su coste se estima en 93.000 millones de dólares, además de 4.100 millones de cada uno de los lanzamientos previstos, si son exitosos.
El inspector general de la NASA, Paul Martin, puso en entredicho la viabilidad del programa y de la propia agencia si sigue adelante y sufre nuevos retrasos. "Teniendo en cuenta el tiempo necesario para desarrollar y probar completamente el HLS (sistema de aterrizaje humano en sus siglas en inglés) y los trajes espaciales de próxima generación de la NASA necesarios para la exploración lunar, la fecha para un aterrizaje lunar con tripulación probablemente se retrasará hasta 2026 como mínimo", aseguró Martin como testigo ante el Subcomité de Espacio y Aeronáutica de la Cámara de Representantes.
La NASA comenzó a desarrollar el gigantesco cohete SLS en 2011, justo después de la cancelación de su programa Constelación Lunar, que pretendía utilizar un cohete Ares para enviar a Orión a la Estación Espacial Internacional (ISS), a la Luna y, posteriormente, a Marte.
Por aquel entonces, el desarrollo del cohete gigante estaba presupuestado entre los 7.000 y 10.000 millones de dólares, con un viaje inicial previsto para finales de 2016. Pero los costes de desarrollo, los problemas presupuestarios y los cambios de diseño han ido retrasando el proyecto y disparando su coste en progresión geométrica. El sobrecoste llega al 1.228% de lo inicialmente previsto.
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La década de desarrollo del SLS ha sido especialmente activa en la industria aeroespacial, con la aparición de misiones comerciales de carga y de tripulación a la ISS, la introducción de cohetes reutilizables por parte de SpaceX y cada vez más empresas espaciales privadas compitiendo por hacerse con los contratos de la NASA. En lo que va de 2022, se han realizado 37 lanzamientos desde Cabo Cañaveral, la mayoría de ellos con cohetes Falcon 9 de SpaceX.