Israel e Irán desescalan el conflicto en Oriente Medio tras haber tenido durante días al mundo en vilo
La respuesta israelí al ataque de los ayatolás no ha alcanzado la dimensión suficiente como para enfadar a los aliados de Netanyahu.
20 abril, 2024 02:39Israel atacó Irán en la madrugada del jueves al viernes con una ofensiva aún más inane que la lanzada por los ayatolas en la noche del sábado al domingo. El gobierno de Netanyahu utilizó menos medios, envió menos proyectiles y aun así consiguió golpear la base militar de Isfahan, al sur de Teherán. Los daños han sido mínimos o al menos así lo ha hecho saber el gobierno iraní, que ha preferido mantener un perfil bajo ante la agresión, pese a llevar casi una semana amenazando con el apocalipsis en caso de que un solo disparo impactara en su territorio.
Es precisamente esta reacción de Irán la que ha tranquilizado a la comunidad internacional. En la mente de todos los líderes occidentales estaba la posibilidad de un ataque desmedido de Israel que provocara a su vez otra reacción desmedida de Irán y llegara un momento en el que no hubiera vuelta atrás.
El anunciadísimo ataque de Irán del sábado ya podría haber servido de punto final a la escalada, pero Netanyahu y su Gabinete de Guerra han preferido quedarse con la última palabra, al menos de momento. Una palabra suave, suficientemente pausada como para no irritar a sus aliados.
Porque lo cierto es que los aliados no las tenían todas consigo. Estos, especialmente Estados Unidos, llevan meses criticando públicamente a Israel por su falta de planificación en Gaza y pidiendo un alto el fuego sin éxito alguno. Ni siquiera han sido capaces desde noviembre de conseguir un acuerdo para intercambiar rehenes por prisioneros, hasta el punto de que, más de seis meses después, Hamás tiene la desfachatez de decir que "no sabe quiénes están vivos o muertos" sin que a nadie se le tuerza el gesto.
El peligroso término medio
Y es que el hecho de que todo parezca que vaya a acabar bien no impide pensar que este ataque no venía demasiado a cuento, básicamente porque, sin agravar la situación en demasía, tampoco solucionaba nada. No había una estrategia detrás del golpe. Durante estos días, se ha insistido en la diplomacia como solución al conflicto, pero también ha habido un debate razonado entre expertos dentro y fuera de Israel sobre la necesidad de devolver el ataque del fin de semana con mayor agresividad para velar por la futura seguridad del estado hebreo.
Este debate, alimentado sobre todo por los "halcones" del gobierno Netanyahu, entre ellos el ministro de defensa, Yoav Gallant, y el ex jefe de las FDI, Benny Gantz, los otros dos miembros del citado Gabinete de Guerra israelí, partía de una premisa clara: si no atacamos ahora, corremos el riesgo de que nos vuelvan a atacar cuando estén más preparados... y no nos sea tan fácil defendernos. Los ataques preventivos tienen muy mala prensa, pero se hacen por algo. Eso sí, requieren de una planificación tremenda para que sean efectivos y a la vez no supongan un escándalo internacional.
Aquí es donde no se entiende la estrategia de Israel, probablemente porque no la haya, más allá de lanzar la pelota hacia adelante. Lo normal es que, si Estados Unidos y Reino Unido, que han participado activamente en tu defensa, te dicen "hasta aquí", tú te quedes quieto. Si aun así necesitas reafirmar tu autonomía y mandar un mensaje contundente a Irán, entonces lo normal es que el ataque esté a la altura de ese mensaje. En otras palabras, quedarse en este término medio no suele ser bueno en una guerra.
Más que nada porque ahora Irán puede envalentonarse de nuevo. La amenaza latente de un ataque que podría llegar en cualquier momento es más disuasoria que esto. Los efectos de un ataque serio y feroz contra las infraestructuras militares iraníes sin duda pondrían al mundo en vilo... pero tal vez hicieran a los israelíes sentirse más seguros. Es opinable, cuando menos. De esta manera, la bala de la amenaza ya la has gastado y la seguridad sigue siendo la misma: Irán puede volver a atacar cuando quiera y suponer que no habrá contraataque.
Sigue la guerra proxy
No solo eso. Irán puede seguir mandando a sus milicias en Irak, Siria, Gaza, Líbano y Yemen para que continúen sus ataques sobre Israel. La desigualdad en este conflicto parte de ahí: Irán no va de cara... y cuando lo ha hecho, no ha recibido castigo alguno. Todos los días, Israel tiene que pelearse con Hamás, con Hezbolá, con los hutíes y con la Guardia Islámica Revolucionaria. Una de las esperanzas de un ataque en serio sobre Irán era que el mensaje valiera para Teherán tanto como para sus proxys. Ya no será así.
Israel tendrá, por lo tanto, que seguir librando cinco guerras a la vez. Una declarada, en Gaza, y otras cuatro implícitas. Se ha llegado a rumorear un extraño intercambio por el que Estados Unidos habría permitido el ataque a Rafah a cambio de que la respuesta a Irán fuera testimonial. Tampoco se entiende del todo: si la postura de Antony Blinken y Joe Biden es contraria a ambas ofensivas, negociar una por la otra solo da muestra de mayor debilidad. No puedes decir que atacar Rafah es una catástrofe humanitaria y dar luz verde a las pocas semanas. Es complicado de justificar ante tus aliados árabes: Egipto, Jordania, Arabia Saudí, Qatar...
Obviamente, la idea de ver los cielos de Oriente Próximo llenos de misiles volando entre Irán e Israel es poco deseable. Ahora bien, tampoco está claro adónde nos va a llevar este "sí, pero no". Da la sensación de que, al igual que sucedió en Gaza, Israel tenía la necesidad instintiva de devolver el golpe, pero sin tener claro cómo ni para qué hacerlo. En Gaza, había 1.200 muertos de por medio y tal vez se pudiera entender la precipitación. Aquí, solo hubo noticias de un proyectil que golpeara suelo israelí y sin causar víctimas. Era una buena oportunidad, como decía Biden, de dejarlo pasar y celebrar la victoria.
Sin embargo, Netanyahu, Gallant y Gantz han decidido que no, aunque lo hayan decidido a medias. Ese tipo de preferencias suelen acabar mal, pero es cierto que a corto plazo tranquilizan y frenan escaladas peligrosas. Rusia ya no tiene excusa para meterse en el conflicto para ayudar a su aliado militar. Estados Unidos ya no tiene que preocuparse por un nuevo frente para el que probablemente tampoco estuviera preparado. Suena a tablas. Unas tablas extrañas, eso sí, porque una de las partes no va a dejar de mover sus piezas... y la otra no se va a quedar mirando.