Putin promete a Alemania una respuesta militar si la OTAN coloca misiles hipersónicos
En el marco de la reunión de la OTAN, Estados Unidos anunció la instalación de armas de larga distancia en territorio alemán.
12 julio, 2024 03:28El viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Riabkov, declaró este jueves a la agencia de noticias RIA Novostia que su país “elaborará una respuesta militar frente a la nueva escalada de Estados Unidos y la OTAN”. No utilizó el condicional ni planteó el supuesto como una amenaza, sino que lo aseguró: en cuanto los Estados Unidos cumplan su compromiso de desplegar en 2026 una serie de armas de larga distancia, entre ellas misiles hipersónicos, Rusia responderá con algún tipo de acción militar.
Aunque Riabkov no quiso especificar más respecto a qué tenía pensado el régimen de Putin ante una acción tan banal (recordemos que Rusia ha colocado misiles nucleares en Bielorrusia recientemente e incluso ha emprendido ejercicios para el uso de armas nucleares tácticas, justo frente a Polonia y los países bálticos), sí quiso dejar claro que el Ministerio de Defensa lleva tiempo trabajando en dicha respuesta, lo que refleja a las claras el clima de paranoia que se vive ahora mismo en Moscú.
Como ha desvelado la cadena CNN, no es la primera vez que Rusia planta sus ojos en Alemania y trata de influir en su ayuda a Ucrania mediante el uso de la fuerza. La inteligencia estadounidense, en colaboración con la policía alemana, echó por tierra a principios de año un plan concebido desde Moscú para asesinar al empresario Armin Papperger, presidente de la compañía armamentística Rheinmetall, una de las encargadas de fabricar la munición y las bombas destinadas al frente de Ucrania.
Según fuentes consultadas por dicho medio, el intento de asesinato de Papperger sería uno de los muchos planeados por Rusia, nunca en primera persona, sino a través de mercenarios y bandas delincuentes afines.
Llegado el momento, sería imposible vincular directamente a los servicios secretos rusos con el asesinato. Ataques de ese tipo se han visto incluso en España, cuando el expiloto ruso, Maksim Kuzmínov, fue tiroteado en Málaga después de desertar del ejército de Putin. El asunto se trató en principio como un ajuste de cuentas, pero las sospechas sobre la involucración del Kremlin siempre han estado presentes.
Los F-16 llegan por fin a Ucrania
A pesar de la insistencia rusa en una estrategia de provocación por parte de la OTAN (de hecho, ha sido el propio Kremlin quien ha retirado prácticamente todas sus tropas de las fronteras con los países miembros al entender que no hay peligro alguno de ataque), lo cierto es que la Alianza se ha mostrado poco intimidada en su reunión de esta semana en Washington D.C.
Más allá del apoyo unánime a Ucrania y la promesa de una relación preferente que pueda derivar en la inclusión del país presidido por Volodímir Zelenski en un futuro cercano, prácticamente todos los miembros han mostrado su voluntad de mandar más armas y más dinero a Kiev.
El secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, confirmó el envío por parte de su país, Holanda y Dinamarca de la primera remesa de aviones F-16. Forma parte del cumplimiento de la promesa que hizo Joe Biden hace más de un año y el proceso de formación de los pilotos ha sido mucho más complicado de lo previsto en un inicio.
En lo que no ha habido consenso es en el permiso para utilizar sobre territorio ruso las armas recibidas. Reino Unido ha dado luz verde a utilizar los Storm Shadows donde Ucrania quiera, siempre que sean objetivos militares. En cambio, Estados Unidos se niega aún a que los ATACMS puedan penetrar más allá de las bases fronterizas.
Aparte, la Alianza Atlántica ha querido recordar a China que debe mantener su neutralidad prometida en el conflicto. Según la OTAN, el régimen de Xi Jinping estaría ayudando en la práctica a Rusia en su guerra contra Ucrania, aunque lo niegue en público. Esta posición tan dura con respecto a Pekín ha de entenderse como una concesión lógica a los Estados Unidos: si Europa quiere que su aliado se involucre en una posible guerra continental, habrá que comprometerse a ayudarle en caso de un conflicto en el Pacífico que puede estar más cerca de lo que se cree.
El enemigo interior
El enfrentamiento público con China también tiene mucho de mensaje para Donald Trump, a quien muchos empiezan a ver ya como un mal inevitable ante la deriva del Partido Demócrata y su cuestionado candidato.
El expresidente volvió a insistir este jueves en que la OTAN no solo no servía para nada a los Estados Unidos, sino que además les costaba dinero y ponía su seguridad en peligro. Ya en febrero llegó a declarar que piensa dejar que “Rusia haga lo que quiera con sus enemigos europeos”, lo que provocó una lógica polémica.
Ahora bien, si alguien en este mundo está dispuesto a lanzarse a un enfrentamiento directo con China, ese es Trump. De hecho, su política exterior se basa en el choque económico con la potencia oriental, a la que culpa de todos los males de su país… y en la hostilidad hacia Irán y los ayatolás.
Con ellos tiene muchas cuentas pendientes desde que, cerca del fin de su mandato, ordenara en primera persona el asesinato del general Soleimani, la mano derecha de Jamenei en el ejército. Irán prometió entonces venganza y Trump no es de los que rehúyen los combates cuando se convierten en algo personal.
Esta escalada dialéctica de la OTAN respecto a China puede servir para que Trump entienda que es bueno tener aliados en su lucha, aunque, de pasada, le enfrente con el gran enemigo de Occidente dentro del propio Occidente: el húngaro Viktor Orbán. El presidente ultraderechista salió como un resorte a defender a Pekín: “Me niego a que la OTAN se convierta en un bloque antichino”, manifestó Orbán en Florida, poco antes de reunirse en Mar-A-Lago con el propio Trump.
Orbán, que ha visitado en la última semana tanto a Putin como a Xi pese a ostentar la presidencia de turno de la Unión Europea, ante la indignación del resto de países miembros, también se mostró contrario a la entrada de Ucrania en la OTAN: “Nos daría más inestabilidad”.
Será interesante ver cómo los dos grandes mandatarios que quieren acabar con la OTAN y que comparten admiración por Putin gestionan sus relaciones antagónicas respecto a China. Algo se les ocurrirá. El enemigo común es el proyecto liberal de Occidente y, durante décadas, la Alianza Atlántica ha sido precisamente la encargada de defender ese proyecto de todas las amenazas. Acabar con la OTAN es dar rienda suelta al totalitarismo. Ambos parecen encantados.