Las cifras bailan, pero el mensaje coincide: lo sucedido en la localidad Makíivka ha sido una masacre. El sábado por la noche, cuando el reloj marcaba la hora de dar la bienvenida al año nuevo, las fuerzas ucranianas lanzaron uno de los ataques más mortíferos contra el ejército ruso desde el inicio de la invasión. Murieron al menos 400 soldados y otros 300 resultaron heridos, según los datos que maneja Kiev.
Por su parte, el Ministerio de Defensa de Rusia sólo ha reconocido la muerte de 63 de sus hombres, que se encontraban en un colegio que servía de base militar provisional de la zona. Sin embargo, Daniil Bezsonov, portavoz ruso del gobierno de Donetsk, en la región de Donbás, calificó la ofensiva de "golpe masivo" con misiles de precisión HIMARS e insinuó que los comandantes rusos habían cometido errores. "El enemigo nos infligió graves derrotas en esta guerra no por su frialdad y talento, sino por nuestros errores", escribió en una publicación en Telegram.
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El veterano militar ruso y antiguo oficial del FSB que participó en la anexión ilegal de Crimea en 2014, Ígor Guirkin, no ha dudado en detallar esos errores. "La escuela vocacional donde estaban los nuevos reclutas ha sido casi completamente destruida porque la munición almacenada en el mismo edificio detonó en el ataque", ha denunciado a través de las redes sociales.
Tampoco ha dudado en confirmar la gravedad del desastre al asegurar que habían "muchos cientos" de muertos y que "muchos otros" permanecían enterrados bajo los escombros.
A su juicio, si el ataque ucraniano ha sido tan letal se debe a las imprudencias del ejército ruso que habrían guardado la munición "sin el menor camuflaje". Un despiste, por llamarlo de alguna manera, que ya se ha cometido con anterioridad y ha permitido al ejército de Ucrania destruir numerosos almacenes militares enemigos a lo largo de la guerra.
Conversaciones imprudentes
Ese no es, sin embargo, su peor error. Según Guirkin, férreo defensor de la "operación militar especial" iniciada por Vladímir Putin hace ya más de 300 días, el principal problema ha sido que las fuerzas rusas concentraron a un gran número de personal y de armamento en una zona que está dentro del alcance de los misiles HIMARS enviados por Estados Unidos que pueden impactar a 80 kilómetros de distancia. Y es que, Makíivka está a apenas una decena de kilómetros de la línea de frente.
Pero para poder atacar, los ucranianos primero han tenido que localizar su objetivo. A eso, al parecer, les han ayudado los propios soldados rusos que, en su mayoría, habían sido recientemente movilizados y no contaban con apenas preparación.
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De hecho, un informe publicado en los medios estatales rusos señala que "el uso activo de teléfonos móviles por parte de los militares recién llegados" había sido una de las principales razones del ataque, ya que había ayudado a las fuerzas ucranianas a identificar su ubicación.
Esta falta de prudencia fue previamente destapada por el New York Times, que desveló que, inconscientemente, utilizaron sus teléfonos móviles personales para llamar a sus familiares o para tomar decisiones sobre sus futuros movimientos, revelando sus posiciones y permitiendo a las fuerzas ucranianas rastrearlos.